El enigma Fernández de la Mora.- Ana Azanza
Fecha Monday, 01 August 2011
Tema 100. Aspectos sociológicos


Lo que me quedaba por oír del Opus Dei es que se abuse de una mujer en el matrimonio, barbaridad entre las barbaridades a la que se llega por poner a la gente en situaciones desquiciantes.

 

Al lado de estos temas más personales que van saliendo en la web y que nos dejan anonadados, no renuncio a seguir con el tema del peso histórico y político del Opus Dei y su entorno en España. Hay que unir las dos cuestiones, nuestras historias personales en el Opus Dei y la presencia en la política de muchos Opus Dei de “élite”, no es que haya que unirlas, es que están unidas puesto que los protagonistas son los mismos...  



Un lector de Opuslibros preguntaba sobre las conexiones franquismo-Opus Dei. Dionisio contestó con algo que casualmente iba en el sentido de una de mis afirmaciones del mismo día: cuando el Opus Dei insiste en desmentir algo podemos intuir que aquello tiene una alta probabilidad de ser verdad. En el caso de la política, es cierto que se nos insistía con frecuencia a las numerarias sobre la neutralidad del Opus Dei y su carácter de institución puramente espiritual.

 

Yo puedo contestar a coloríncolorado que probablemente si Franco no gana la guerra civil el Opus Dei no hubiera existido. El Opus Dei surgió en aquel ambiente de reconquista político espiritual tan característico del bando franquista en los años cuarenta. El Opus Dei en sus inicios no es el que nosotros hemos conocido. Ha habido unos cambios de estrategia, de “espiritualidad”, de público al que se dirige y de mensaje que son toda una lección de oportunismo político y religioso dentro de la iglesia católica. Sólo diré un cambio significativo, en el primer Opus Dei no hay ni mujeres ni adolescentes, en el último Opus Dei sí y muchos.

 

No se dan cuenta de que no están sólo ellos para escribir su propia historia. Pueden destruir muchas pruebas y amañar, pero siempre quedan flecos de los que tirar para intentar averiguar algo parecido a lo que realmente pasó. En el caso del Opus Dei es una misión muy difícil, aunque no totalmente imposible.

Me sorprendió tanto lo de que Fernández de la Mora nunca [Ottokar, Alberto Moncada] perteneció al Opus Dei después de todo lo que llevo leído sobre él que no he podido evitar irme a ver qué se encuentra sobre este personaje. Efectivamente también en el artículo de Wikipedia lo pone.

 

Lo mismo dice un ex alumno de Retamar, colegio Opus Dei, José Javier Esparza, periodista que ofició en la Cope y ahora en Intereconomía en un artículo sobre el ex ministro de Obras públicas franquista que fue Fernández de la Mora (1970-1974).

 

Razón española, la revista que cita Ottokar, era y es la revista fundada por el propio Fernández de la Mora.

 

Todas las fuentes próximas al Opus Dei y a Fdez. de la Mora subrayan que no perteneció. La forma de decirlo me parece opusina, como de quien intenta borrar algo incómodo. ¿En qué me baso? En el hecho de que en muchos otros casos en las biografías oficiales de gente Opus Dei no se menciona ni la pertenencia ni la no pertenencia. Por ejemplo Millán Puelles, yo sé que perteneció porque estuve dentro y era el filósofo oficial en determinada época y tenía a su hija Lourdes, supernumeraria, casada con otro super, etc, etc… Pero en este caso se quiere dejar claro que no.

 

¿Cómo averiguar la verdad de su pertenencia? Me llama mucho la atención que se diga por todas partes que no perteneció, cuando estuvo siempre en la “facción Opus Dei” desde los años 50.

 

En la España de Franco hubo “familias” que se disputaban la hegemonía cultural del país, en los 50 fueron falangistas y Opus Dei. Jugaban a ver quién era más fiel al “espíritu del 18 de julio de 1936” y a la iglesia católica romana. Y hay que decir que los opusinos de aquella época eran implacables y no dejaban pasar ocasión de señalar sus sospechas de heterodoxias en los demás. Si por ejemplo Laín Entralgo, intelectual falangista rector de la universidad de Madrid, defendía la obra de Unamuno, esto era ya motivo de escándalo para los del Opus Dei.

 

La afirmación de Moncada sobre que Fdez. de la Mora ni siquiera era cristiano me ha provocado un auténtico cortocircuito ¿cómo puede ser que Franco nombrara ministro a un no cristiano? Eso se compadece mal con las afirmaciones del mismo José Javier Esparza, el alumno del Retamar y trabajador de Intereconomía, conocido antes como Estrella polar por su programa en la Cope, quien asegura que Fdez. de la Mora era católico:

 

Aunque era hombre de convicciones religiosas –católico-, su pensamiento no es confesional; más bien podríamos definirlo como una antropología de la fundamentación racional, es decir, como un buscar la razón correcta de las cosas y de los juicios que sobre ellas formulamos.”

 

Tampoco casa con el hecho de que Fdez. de la Mora redactó en 1957 junto con Laureano López Rodó (numerario) las leyes fundamentales del Estado de Franco que señalaba las ideas fuerza del régimen (patria, religión, familia, monarquía, participación orgánica). Un no cristiano haciendo las leyes de un reino que tiene como base la religión católica es cuando menos desconcertante.

 

Otro cortocircuito en todo esto lo plantea Rafael Calvo Serer (otro numerario original y evolutivo) en un artículo aparecido en “Ecrits de Paris”, 1953 “La política interior en la España de Franco”. Allí venía a acusar a los falangistas (Laín Entralgo, Antonio Tovar, Javier Conde) de haber traicionado ese espíritu del 18 de julio y de “desviacionistas” del pensamiento tradicional encarnado en Donoso Cortés, Vázquez de Mella, Menéndez Pelayo. Viejas glorias de la reacción española. Lo mismo les ocurre a los demócratas cristianos (Ruiz Giménez, ministro de educación entonces), según Calvo Serer no tienen convicciones. La Tercera fuerza que viene a iluminar la España de 1953 es el conglomerado de revistas como “Arbor” en las que escribían opusinos y afines. Ellos son los defensores de la Cruzada fieles al pensamiento de Ramiro de Maeztu, mártir en la guerra civil a manos de los marxistas.

 

En el elenco de nombres fieles a la Cruzada figura Fernández de la Mora, y si no era creyente tiene bemoles figurar en una lista de cruzados al servicio de la religión de estado. Aparecen también: Torcuato Luca de Tena, Pemán (fue supernumerario), Pemartín, Antonio Garrigues, Angel López Amo (numerario y profesor particular del príncipe Juan Carlos), Jorge Vigón, Santiago Galindo, Leopoldo Palacios (¿también supernumerario?), JJ Lopez Ibor (supernumerario), Antonio Fontán que llegaría a presidente de las Cortes (numerario), JL Pinillos, Millán Puelles (supernumerario), R. Saumells (numerario), Vicente Marrero (numerario), Alvaro d’Ors (supernumerario)…

 

Me doy cuenta de que hubo una época en que esto de las denominaciones dentro del Opus Dei no estaba tan definidas como lo están hoy. Y como siempre digo que no hay papeles existe una zona de sombra e indefinición que permitirá al Opus Dei deshacerse de alguien incómodo de cara a la historia por necesidades del guión. También los “primeros”, Miguel Fisac, han dado testimonio de que en aquellos tiempos no había carta de petición de admisión. Las cosas se han ido formalizando e institucionalizando con el paso del tiempo. Más cambios en el Opus Dei. Lo que no ha cambiado es que el individuo “se moja”, tienen o tuvieron mi carta firmada por mí pidiendo la admisión, pero la institución no, jamás me entregaron una copia con sello firma y fecha de mi admisión o mi dimisión, por su parte todo fue “oral” y “falsamente familiar”.

 

Por otra parte se ha contado recientemente que hay personas a las que se permite “estar sin estar” en el Opus Dei cuando no les interesa que alguien se vaya.

 

Otra cuestión muy curiosa es que en los últimos tiempos de la dictadura de Franco el mismo Calvo Serer que se erigía en árbitro de fidelidad al régimen franquista en 1953, acabó peleado con compañeros del Opus Dei. Fue a propósito del Diario Madrid que él dirigía o poseía, un embrollo judicial que le enfrentó a Valls Taberner, banquero Opus Dei. Me quedo con que según Calvo Serer en su libro “El affaire del Madrid y el futuro político”, Fernández de la Mora es el “ideólogo” de los tecnócratas, denominación que englobaba a todos los ministros franquistas pertenecientes al Opus Dei.

 

De aquí extracto el siguiente párrafo:

 

Para el señor Calvo Serer el planificador de la tecnocracia es el señor López Rodó y don Gonzalo Fernández de la Mora, su ideólogo. El problema, lógicamente no se plantea con la democracia, "sino con las versiones totalitarias del socialismo (pág. 172). Respecto del régimen español, para el señor Calvo Serer es el neofranquismo" (pág. 172) aunque espera que a los tecnócratas les resulte difícil sobrevivir políticamente al régimen, pero no por inmoralidad, corrupción u otras razones de tipo "ético", sino por algo mucho más grave en el mundo moderno -y también dentro del Opus Dei-; por incompetencia: ". . . la aireada eficacia de los tecnócratas... había acabado... en la incompetencia plasmada en el affaire Matesa" (pág. 174).

 

Me parece que es Esparza el que más claramente expone en qué consiste lo de la tecnocracia: no hay ideologías en el estado moderno, más bien, las ideologías no sirven para gobernar porque los estados son demasiado complicados. Entonces se imponen soluciones técnicas. Para que veáis que no me lo invento se puede leer el artículo completo aquí:

 

De ahí saco este texto:

 

La idea del Estado que nuestro autor propone no implica un sistema político concreto. Puede valer tanto para un régimen democrático como para uno autoritario; por eso ha permanecido como una categoría intelectual siempre vigente. Sin embargo, a Fernández de la Mora se le presentó varias veces la oportunidad, realmente rara en la vida de un intelectual, de llevar a la práctica algunas de sus ideas.

 

La primera oportunidad de materializar ideas en el plano de la política real vino cuando, en 1957, López Rodó le llamó para elaborar, juntos, las leyes fundamentales del Estado de Franco. El régimen del 18 de julio había vivido desde 1936 una progresiva institucionalización: tenía que dejar de ser un régimen excepcional, nacido de una guerra, para convertirse en una forma de Estado sólida y estable. A ese objetivo correspondían los dos textos que López Rodó y Fernández de la Mora redactaron: la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento, que señalaba las ideas-fuerza del régimen (patria, religión, familia, monarquía, participación orgánica), y la Ley Orgánica del Estado, que regulaba aspectos tan importantes como las asociaciones políticas o la participación ciudadana. La Ley de Principios fue aprobada enseguida, en 1958, pero la Ley Orgánica del Estado aún tendría que esperar casi diez años. Para muchos, ésta fue una de las causas que impidieron que el régimen de Franco se consolidara como una forma de Estado singular.

 

En efecto, el sujeto de Fernández de la Mora es el hombre que piensa. Aunque era hombre de convicciones religiosas –católico-, su pensamiento no es confesional; más bien podríamos definirlo como una antropología de la fundamentación racional, es decir, como un buscar la razón correcta de las cosas y de los juicios que sobre ellas formulamos. La vida del hombre se despliega en la Historia como un progresivo avance del logos; no hay necesariamente progreso, pero si hay un crecimiento en la aplicación de la inteligencia racional. En el terreno ético, eso debe plasmarse en un crecimiento moral: el ser humano es perfectible, puede mejorar, y no hay por qué perder de vista el horizonte de la reforma ética, aunque las limitaciones humanas lo hagan inalcanzable. Por ese camino, la coexistencia humana tendría que llevarnos, en nuestro tiempo, a una progresiva desideologización de las sociedades. Un aspecto de eso es el papel del Estado, cuya condición cabal no es sino la de un instrumento técnico puesto al servicio de los fines sociales.

 

No me voy a dedicar a criticar lo inusual de plantear un esquema político que sirve lo mismo para un sistema político autoritario que para un sistema democrático. Como si esos adjetivos fueran algo “accidental” al sistema político, contar con el pueblo o no contar con él, ¿qué importa? Lo esencial es que el sistema funcione, sería la teoría tecnócrata.

 

Creo que he captado que efectivamente, como dice Moncada, Fernández de la Mora prefería los sistemas políticos autoritarios. Aunque para ser precisos habría que decir que estaba a favor del sistema autoritario del que él formaba parte, y seguramente no las tenía todas consigo de conservar su estatus político en caso del advenimiento de la democracia.

 

En efecto, entre el año 1975, muerte de Franco, y el 1978, año de la Constitución hubo un tiempo de que no se sabía muy bien para donde iba España, si hacia delante o hacia atrás. Y Fernández de la Mora no estaba por la labor de que las cortes franquistas se disolvieran. Lo cuenta Preston en su biografía “Juan Carlos, el rey de un pueblo”, p. 413. En aquellos momentos de duda del año 1977 incluso se llegó a decir que Fdez. de la Mora podría encabezar un gobierno de salvación nacional, es decir, un gobierno de plena continuidad con la dictadura que muchos españoles querían dejar atrás. Cuando ya se había redactado la constitución y se iba a someter a referéndum, dado que Fraga Iribarne, jefe de filas de AP, el partido al que pertenecía nuestro hombre, pidió el “sí”, Fdez. de la Mora salió de la política.

 

Con todo me sigue mosqueando el asunto de la no pertenencia al Opus Dei de este personaje, ¿quizás era excesivamente ideólogo político? ¿Se corre el peligro de identificar Opus Dei con tecnocracia para siempre si se reconoce su pertenencia al Opus? ¿Se mojó demasiado en lo que defendía y resulta incómodo para la posteridad? No tengo ni idea, y dejo el interrogante ahí. Lo que está claro es que estuvo siempre en el bando del Opus Dei “ganador”. Mientras otros, como Calvo Serer que era numerario, llegaron al exilio por desavenencias con representantes del régimen franquista que a la vez eran miembros del Opus. Fernández de la Mora defendió más allá de la muerte del dictador la dictadura, y se hizo famoso por sus críticas a la partitocracia, pero jamás se le ocurrió pensar en un poder que saliera del pueblo.

 

José Javier Esparza en el artículo citado, pone a Fernández de la Mora por las nubes, como el gran filósofo político, crítico de la democracia basada en los partidos. Y parece que fue el tal Fernández de la Mora el descubridor de este fallo de la partitocracia. Pero ya Ortega y Gasset en una conferencia multitudinaria de 1931 “Rectificación de la República” dada en el cine de la Opera había llamado la atención sobre la “necesidad de liberar a la Nación de clientelas, grupos o clases”. Este argumento será constantemente esgrimido en los años de Franco por parte de los falangistas y será uno de los “slogans” del régimen para no cambiar. Así que Fdez. de la Mora había descubierto el Mediterráneo en 1970. Un poco tarde, vaya.

 

José Javier Esparza alaba mucho el trabajo de Fernández de la Mora al frente del ministerio de obras públicas, pero una no sabe a qué carta quedarse, porque según Ruedo Ibérico el puente de Molins del Rey se hundió por su culpa. Véase.

 

Ana Azanza







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