No inventó nada… lo copió de los religiosos.- Haenobarbo
Fecha Monday, 25 July 2011
Tema 077. Numerarias auxiliares


Manzana Canela nos ofreció el viernes un estupendo escrito sobre las numerarias auxiliares, ¿Hijas predilectas?, en el que incluye la siguiente frase:  

“….san josemaría encontró el modo de sacar los trabajos del hogar de los centros del opus dei, ¡inventándose una vocación específica para eso! y saben qué es lo peor, ¡que la Iglesia se lo aprobó!...”

No me cansaré de repetir – y que conste que entiendo perfectamente que algunos aún piensen así – que san Josemaría no inventó absolutamente nada. Las numerarias auxiliares y en muchos casos, unos “numerarios auxiliares” -en el Opus inexistentes-, existen desde que las Órdenes y Congregaciones religiosas femeninas y masculinas son. 

 

La Iglesia no le aprobó nada nuevo al fundador, salvo quizá una denominación distinta de la tradicional, es decir, una más de las distintas denominaciones que esa clase ha tenido históricamente.

 

Un repaso a la historia de la “vida religiosa” concretada en las Órdenes y Congregaciones religiosas, nos demostrará al instante la existencia dentro de ellas de diversas clases de miembros, denominados además de diversas maneras: monjas de velo negro y monjas de velo blanco; religiosos y legos, religiosas y legas,  religiosos y religiosas de votos simples y de votos perpetuos; oblatos u oblatas;  donados, donadas o hermanos conversos.

 

Las y los unos eran por decirlo de algún modo la “aristocracia” dentro de la orden o congregación y los/las otras eran las que se dedicaban a las tareas domésticas. San Martín de Porres,  o fray José de Zemborain, por ejemplo, fueron legos,  el uno en el convento de Santo Domingo de Lima, y el otro en el de Buenos Aires, donde se santificaron barriendo los claustros, atendiendo enfermos y sirviendo a sus comunidades.

 

Algunos pedían ser admitidos en esa “clase” por razones de humildad, otros ingresaban en ella porque su condición social o económica o intelectual no permitía ingresar en la otra.

 

Los unos tenían voz y voto en los Capítulos: las monjas de velo blanco, las donadas, las legas y sus correspondientes masculinos no tenían ni voz ni voto en los Capítulos: barrían, cocinaban, lavaban para los demás y trabajaban la huerta para los demás. Vivían en zonas distintas del convento y comían en refectorios distintos. Tampoco estudiaban lo mismo ni vestían de la misma manera.  En las Órdenes de estricta clausura, tenían la ventaja de que como eran profesas o profesos de votos simples, a veces podían salir de la clausura a realizar alguna gestión en el exterior.

 

Además no había derecho de paso de una categoría a otra: se profesaba como hermano o hermana lega y ahí se permanecía toda la vida. En el caso de los varones, los que pertenecían a esta clase, en aquellas Ordenes o Congregaciones clericales, donde algunos o todos los profesos podían acceder a las ordenes sagradas, no podían en ningún caso ordenarse.

 

No hace tantos años, los hermanos legos de la Compañía de Jesús, pretendieron obtener – sin resultado alguno – una reforma de sus constituciones que les permitiera acceder a las órdenes sagradas.

 

Con las reformas sobrevenidas a raíz del Concilio Vaticano II, algunas congregaciones especialmente femeninas, modificaron sus Constituciones para suprimir la clase de “hermanas legas”, unas lo hicieron, otras siguieron igual.

 

¡¡Escrivá no inventó nada!!  A lo sumo consiguió que las mujeres atendieran las casas de varones, aunque bien pensado ya había algún antecedente de eso también entre los religiosos.

 

Haenobarbo









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