Creo que mis padres, con toda su buena intención -y sin ser conscientes de todo lo que implicaba-, confiaban en el colegio y en el club nuestra educación. Con el tiempo, mi madre -que ya os comenté que ni era, no es ni será del opus-, empezó a percatarse de la falta de naturalidad en el funcionamiento del club, y empezó a plantar cara.
Tenía que hacerlo con tacto, porque mi padre no lo veía igual. Le llegaron a decir que el diablo se servía de ella para tentar a sus hijos. Fueron para ella, como ella misma me contaría después, años de muchas lágrimas y oraciones. Fue viendo como sus hijos iban pitando, ante sus luchas infructuosas y sus oraciones por nuestra felicidad fuera dentro o fuera del opus. Aquí sí que ha visto los frutos de vernos felices unos fuera y otros dentro. Ahora, muchos años después, también mi padre ve las cosas de otra manera, gracias a Dios y a la experiencia de la vida. Continuará.
Un abrazo,
Jamupe
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