Mi vida: Otra historia que tampoco valio la pena (13).- No_valio_la_pena
Fecha Wednesday, 13 July 2011
Tema 020. Irse de la Obra


MI VIDA: OTRA HISTORIA QUE TAMPOCO VALIÓ LA PENA (13)

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Dejé, como dije, las dos cartas en la sede de la comisión y volví al centro.

Por la tarde, el nuevo director de mi centro (hasta hacía unos días era yo) vino a verme. Estaba tenso, como yo. Me dijo: ¿podemos hablar? Sí, claro.

Es para hablar de la carta que has dejado en la comisión, me dijo. Estaba tenso y creo que enfadado, pero íbamos a entendernos bien porque él venía de mi misma tierra, era joven como yo y un hombre práctico. Además, trabajó muchos años en el aop, así que sabía cómo afrontar ese tipo de casos. Yo estaba todavía más tenso y enfadado que él, estaba quemado, así que él se dio cuenta de que lo mejor era hablar claro y poco...



 Le recordé que me iba porque si seguía allí me volvería loco o perdería la fe. Me dijo que al final lo más importante era que me fuera al cielo (que no perdiera la fe). Y también que las personas, todas, también en Roma, se podían equivocar, pero no la obra, que era de Dios. Le dije que yo ya había visto suficiente para pensar que Dios no estaba ahí y que lo que me hicieron en Roma era el mejor ejemplo. Me preguntó por mis cartas y por si me importaba que las leyera. No, claro que no, le dije, léelas, seguramente me comprenderás.

Después de eso, se portó muy bien conmigo. Quiso ayudar. Me dijo: haré lo que pueda para que te den la dispensa de vida en familia lo más pronto posible (de hecho me la dieron al día siguiente, como ya dije) y te llamaré en cuanto sepa algo. ¿Sabes qué vas a hacer? No, contesté, sólo sé que quiero irme.

Entonces me dijo: ¿qué necesitas? ¿dinero? ¿un visado? Nada, dije, me las arreglaré solo. Él insistió en que me ayudaría en todo lo que pudiera, incluso, añadió: aunque me digan los directores que no lo haga, que sepas que te ayudaré en todo lo que pueda. Lo agradecí.

No contento con eso volvió a insistir: ¿cuánto dinero necesitas? Pídeme lo que quieras. No quiero dinero, gracias, le contesté. Necesitarás alquilar un piso, te vendrá bien contar con dinero. No, gracias, pero no.

De verdad agradecí lo que estaba haciendo conmigo porque por fin veía que alguien quería ayudar desinteresadamente. Y el dinero por supuesto que lo necesitaba, él también lo sabía. Sin embargo, no me parecía bien tomarlo. Primero, porque el dinero se lo dan a todos los que se van o no se lo dan a nadie. Dármelo a mí porque tuve éste o ese cargo no me parece justo, aunque puedo entenderlo. Segundo, porque tomar ese dinero podría significar que en el futuro yo estuviera de algún modo en deuda con ellos y no quería estarlo. Quería estar libre para decir lo que quisiera, en ese momento y más adelante: siempre.

Tengo que decir que más de un amigo me animó a que pidiera algo de dinero, pero en ningún momento, como digo, me lo planteé.

Todo iba muy bien en la conversación y sé que no lo dijo malintencionadamente, pero hubo un comentario que me decepcionó profundamente. Él estaba insistiendo en que pidiera dinero o cualquier cosa que necesitara y me dijo: "que luego no se diga que no te hemos ayudado." Dios mío, pensé, espero que no hayas estado ofreciéndome cosas sólo para que después no pueda decir eso. Pero no, sé que no lo dijo con mala intención, fue sólo un comentario desacertado.

Terminamos de hablar y empecé a hacer mis maletas. Seguía sin saber dónde viviría. Sólo sabía que quería irme al día siguiente. Y me fui. Gracias a Dios, un amigo que tenía dos apartamentos, uno de ellos no en muy buen estado, me ofreció trasladarme ahí hasta que encontrara algo. Para unos días, no estaba mal. Y se lo agradecí profundamente.

Mientras tanto, seguía hablando con mis padres y hermanos que me apoyaban y animaban desde la distancia. Uno de mis hermanos me sorprendió con lo que me dijo cuando le comuniqué que me estaba yendo: es la mejor noticia que podrías haberme dado en tu vida.

Mi gran amigo también se volcó en mil detalles. Hablábamos y hablábamos y siempre me decía: todo irá bien, no te preocupes.

Finalmente llegó el día de mi marcha. El director se ofreció para llevarme en coche, pero dije que no (¡sólo faltaba que supieran dónde vivía!). También me dijo que podía tomar un coche y usarlo hasta que hiciera falta, pero le dije que no lo necesitaba. ¿Quieres ayuda para las maletas o algo? No, gracias, pero no. Y es que, en ese momento, ya no confiaba en ellos para nada.

Le dije que me iría por la noche. No quería dar explicaciones a los otros del centro. Sé que no hacía nada malo, pero ellos tampoco sabían nada de lo que había pasado y yo no estaba para nuevos frentes. Suficientes problemas tenía ya. Así que, alrededor de la medianoche, en la oscuridad, procurando no hacer ruido para que nadie saliera a ver qué pasaba, como un ladrón en la noche, me fui a escondidas, como muchos de los que aquí han escrito. Qué final más patético ¿verdad? Bueno, es lo que hay. Que muchos tengamos que irnos solos y de noche te muestra un poco cómo son las cosas ahí dentro.

Finalmente conseguí cargar todas mis bolsas en el taxi que me estaba esperando y me fui. Recuerdo la emoción de cerrar la puerta del centro después de dejar las llaves en la mesa de dirección y dar un suspiro diciendo: por fin, se acabó.

A pesar de que pasaba la medianoche, mi amigo me esperaba en la calle. Qué tipo más grande. Me costaba bastante comunicarme con él, porque los idiomas que dominábamos no eran los mismos, pero él es tan buena persona que no hubo ningún problema. Me ayudó con todas las cajas y como ya era casi la una, se quedó durmiendo en ese mismo apartamento. A la mañana siguiente se fue, con un: llámame para cualquier cosa que necesites y quédate hasta que te convenga, no hay ninguna prisa. ¡Hay gente buena en el mundo!

El vicario regional me escribió un e-mail en la línea de lo previsto. A mí me bastaba con que dijera algo del tipo: "perdona". O, "perdona si hemos hecho algo mal". O, "rezo por ti". O, "si puedo hacer algo por ti, dímelo". Lógicamente algo del tipo, "sé que lo estás pasando mal, ánimo", sería todavía mejor, pero eso era pedir demasiado. Lo que me dijo, una vez más, fue que no cerrara totalmente la puerta al tema de la vocación. Ves, le contesté al director del centro, sólo interesa la vocación, la vocación y la vocación. Dónde voy a dormir mañana, qué voy a comer y por qué después de veinte años me tengo que ir así, eso no importa nada.

Jurídicamente seguía siendo de la obra, hasta que de Roma aprobaran mi petición de dispensa de los compromisos de la fidelidad.

Continuará.

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