Cuando tus padres te roban la infancia (V).- Merlin
Fecha Monday, 11 July 2011
Tema 080. Familias del Opus Dei


CUANDO TUS PADRES TE ROBAN LA INFANCIA  (V)

Mis padres y el opus dei, o el opus dei a través de mis padres (novaliolapena dixit :) al final el resultado fue que me estropearon y me amargaron la vida. Para mi tengo muy claro y no puedo dejar de constatar que mis padres son también el opus dei, parte necesaria de la maquinaria y de la maquinación. Han sido hijos y hermanos en su familia privada y sobrenatural olvidándose de ser padres en su familia pública y de sangre. Les he visto tratar con crueldad, incluso violencia, a personas de su entorno, a familiares, cuyas faltas eran – por ejemplo - tener hijos que hacían vida marital sin estar casados por la iglesia...



Otra de sus actividades preferidas era visitar enfermos y sin importarles la gravedad ni sus sentimientos, presionarles, forzarles a confesarse y prepararse para la muerte, llegando en ocasiones a provocar conflictos y rupturas entre los familiares, que ya bastante tenían con la desgracia de la enfermedad. Qué decir de su actitud ante casos de aborto, solo les faltaba pegar un par de tiros a los culpables en esa obsesión por gobernar la vida de los demás. Es encomiable la defensa que hacen del no nacido, pero es una pena que una vez que el niño ha nacido se despreocupen y sean insensibles ante tanta miseria y explotación infantil en el mundo. Hoy mismo hay un titular espeluznante en la prensa : “Un millón de niños desnutridos, al borde de la muerte en el Cuerno de África”. Pues no creo que ni mis padres, ni nadie del opus dei ponga el grito en el cielo. No creo que organicen manifestaciones, ni campañas orquestadas en los medios, ni que constituyan asociaciones y fundaciones ad hoc; tampoco es fácil que destinen ni una mínima parte de sus cuantiosos recursos a ésta causa. Ni a ésta ni a ninguna otra causa que no sea su causa. Y además lo tienen estipulado: es el apostolado de No dar.

Recuerdo unas pocas ocasiones especiales en las que por diversos motivos tuve la oportunidad de asistir a veces en familia a varias reuniones y tertulias con el Padre, su Padre. Cómo les embargaba la emoción, totalmente infantilizados: como en una nube, como drogados o abobados, tal parecía que se les fuera a caer la baba. Se mostraban sumisos y como niños, hacían preguntas que a pesar de llevarlas preparadas eran lugares comunes, preguntas sin sustancia y banales. Todo era irreal y falso como de algodón de feria, incluso el tono con el que hablaban era infantil, imitando a un niño pequeño que habla con su padre. El Padre les seguía el juego y contestaba a sus preguntas con el tono que un padre usaría para explicar algo a un hijo de corta edad, con vaguedades y tópicos que ellos recibían y memorizaban como si fueran palabras de oro. Oro que solía estar presente y cuando la reunión era de carácter reservado, adornar algún detalle significativo, a veces un crucifijo nada discreto ni infantil. Me daba vergüenza verles cómo se desnudaban ante un extraño, con su emotividad a flor de piel suplicando una mirada, una palmadita en la espalda, rubricando de nuevo el pacto, la promesa, de vivir sólo por y para la obra. Vergüenza y envidia de ver como se entregaban en cuerpo y alma y en exclusiva a su familia verdadera. Y detrás de sus rostros extasiados yo también veía la violencia, la determinación y el fanatismo contra todos aquellos que pusieran en duda su verdad, toda esa gente pagana que está en contra de la obra o sea en contra de dios y que tratan de romper el encantamiento de sus vidas, el cuento y la ilusión en las que viven. Todas esas gentes que no entienden la obra y que no muestran ni respeto ni devoción. A esas gentes, con decisión y sin dudas hay que doblegarlas, neutralizarlas, incluso a veces destruirlas. Y no importa si son tus hijos.

Mis estudios fueron una serie frustrante de malos tragos casi siempre en centros y bajo la supervisión y el control de gentes del opus, del enemigo. Mi vocación intelectual quedó truncada. A pesar de que ya había dejado claro que no quería llevar la vida que mis padres y la obra me habían preparado, siguieron intentando forzar mi voluntad una y otra vez y de una y mil maneras. El resultado fue una mayor radicalización por mi parte en contra de todo lo que representa el opus dei y una pérdida de ilusiones y energías que fueron minando mis ganas de vivir, mi salud y mis creencias en dios, en la religión, en la familia y en el futuro. El sentimiento de culpa por defraudar a mis padres me llevó a ideas suicidas, incluso fantaseaba con envenenarles y después matarme para que no tuvieran que vivir la decepción de un hijo que no podía vivir la vida que ellos le habían preparado. La neurastenia y la depresión se apoderaron de mí y llegué a realizar un acto suicida – un ensayo dejando al azar el resultado – que no tuvo consecuencias ni secuelas físicas pero que para mi supuso un alivio y un escape, al ver que en un momento dado no era tan difícil acabar con todo.

Mi remordimiento por fallar a dios y a mis padres era tal que investigaba sobre tipos de venenos y planeaba muertes accidentales, que no dejaran rastro para poder desaparecer del mapa sin escándalo: para que mi muerte no les avergonzara aun más. Me imaginaba mi entierro y a mis padres mostrar públicamente su pena y dedicándome – por fin – unas pocas palabras y sentimientos, aunque sabia que incluso en este momento su fe y sus hermanos harían que mi desaparición no les supusiera, si acaso, apenas un leve inconveniente en su visión sobrenatural de la vida. Incluso mirándolo con verdadero amor y entrega ciega y total podía ser tomado como un regalo que dios les enviaba para ayudarles a ser más santos y dando ejemplo de alegría lograr ser mas eficaces en su labor apostólica.

Cuánto más hubiera preferido tener unos padres con menos ocupaciones sobrenaturales y que en lugar de esforzarse tanto para ser santos fueran más humanos. Que en lugar de delegar sus funciones ejercieran de padres con sus hijos y - puestos a pedir - también de abuelos con sus nietos. Que me hubieran dejado recuerdos familiares en lugar de ejemplo de plan de vida e intransigencia.

Poco a poco he ido recomponiendo mi infancia y adolescencia, buscando las claves, las piezas mal colocadas, rescatando vivencias y recuerdos enterrados por necesidad en las sombras y el olvido. Nuestra mente tiende a parchear las heridas y seguir adelante pero hay veces en las que esto no es suficiente. Para mí en muchos aspectos ya es demasiado tarde y sólo intento comprender lo que pasó para así admitir e intentar dejar atrás los traumas y carencias que arrastro. Y también, por si pudiera servir de algo a alguien, dar testimonio del daño que el opus dei puede causar a una familia a través de los supernumerarios y en nombre de dios.

Hay momentos de gran ira, de rencor, incluso de odios. En esos momentos recuerdo a San Agustín : "Como si el hombre pudiese tener enemigo más pernicioso que el mismo odio ..... o pudiera causar a otro mayor estrago persiguiéndole que el que causa a su corazón odiando".

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