El Partido siempre tiene razón…- Ex_apéndice
Fecha Friday, 08 July 2011
Tema 060. Libertad, coacción, control


    Estoy leyendo estos días el libro de Franzisca Augstein “Libertad y Traición. Jorge Semprún y su siglo” del cual extraigo algunos párrafos, que se refieren a los procedimientos que usa el partido comunista cuando se trata de “segregar”, por decirlo amablemente,  a alguno de sus militantes disidentes. En determinado momento (págs. 309 a 313) la autora incluye el testimonio personal del ex-comunista y periodista alemán Ralph Giordano sobre las manipulaciones, presiones y añagazas capciosas a que fue sometido, por sus jefes, cuando  fue expulsado del partido, en 1956.

 

    Giordano escribió un libro en 1961 contando su odisea personal, cuyo título es toda una declaración de principios: “Die Partei hat immer Recht” (“El Partido siempre tiene razón”), del cual extraeré unas cuantas perlitas de las muchas que deja caer el autor a lo largo de su relato...



Nos situaremos un poco en el tiempo: el año 1956 la Unión Soviética invadió Hungría de forma brutal, feroz e inesperada. Eso supuso una crisis personal para la mayoría de los comunistas con ideales pacifistas. No cabía en su cabeza como la nación comunista por antonomasia, masacraba a la población indefensa de Hungría. Muchos comunistas honestos abandonaron el partido por esa causa. Giordano fue uno de ellos. Al respecto Franzisca Augstein dice:

 

“… el destino de los húngaros le conmovió mucho (a Giordano) entonces, pero no renunció al comunismo solo por eso, si no porque en su relación con el Partido acumuló una decepción tras otra hasta que se sintió maltratado y pensó que los jefes habían abusado de su buena voluntad; se tornó cada vez más crítico, topó siempre y únicamente con oídos sordos, y, finalmente, se enfrió por dentro. El que ama de verdad – y tal era el caso de Giordano, en lo que respecta a su militancia en el partido - no permite que un único acontecimiento lo ahuyente…”

 

Giordano habló sinceramente con sus jefes, una y otra vez, de sus preocupaciones y de sus contradicciones. Notó que no le escuchaban y comprobó como progresivamente empezaba a ser discriminado y repudiado dentro del partido de sus amores. Pero, para que sea él mismo Giordano quien nos cuente cuál era su estado de ánimo en aquella terrible situación, Augstein incluye esta cita de su libro “El partido siempre tiene razón”, antes mencionado:

 

El método de discriminación lenta –escribe Giiordano-, puede ser más eficaz que cualquier ataque abierto, puede presentarse en cualquier parte, entre personas y en el seno de cualquier organización. Pero es entre las normas de un partido de estructura centralista donde adquiere su más feo rostro y su verdadero peso específico. Dicho método, apoyado por el trauma del complejo de culpa, a pesar de tener la conciencia completamente limpia, crea un fenómeno… típico: la espera de la catástrofe personal provocada no precisamente por los enemigos si no por los propios correligionarios.

 

[…]Como el afectado constata continuadamente que los jefes ya no lo tratan con la imparcialidad de siempre, nada le salva de la idea fija de que, desde lo más alto de cúpula de la estructura del mando, están ocupándose de él para dañarle. En esta situación anímica peligra lo más querido, caro y supremo: ¡su conformidad con la jurisdicción suprema! Llegado a estas tristes circunstancias, una simple mirada, un gesto a penas insinuado, una visita inesperada, una conversación interrumpida bruscamente, una carta que no llega, una cita suspendida, una pregunta “aparentemente” inocente… adquieren el significado de la vida o la muerte.”

[…]Al cabo de una hora –luego de escuchar la sentencia de expulsión del partido- salí del edificio tambaleándome…”

 

Por eso cuando leí lo que antecede no sé bien porqué, o mejor dicho, lo sé muy bien, porque suena a lo mismo, me vino a la mente y también al corazón, la personal y vital decepción que tan rigurosa y certeramente nos cuenta Novaliólapena (NVP). Todos o gran parte de los que gracias a Dios no hemos ido, tenemos una experiencia algo parecida, con una notable diferencia: los directores y sacerdotes con los que conversábamos de nuestras cuitas (en verdad también de ellos aunque eludan admitirlo) eran normalitos y solo jefecillos locales. Lo interesante de tu testimonio, querido NVP, es que tú te las has tenido con la cúpula, directamente con el padre y los directores centrales.

 

Es triste comprobar cómo el grado de incompetencia, de obstinación y de inmovilismo está instalado en las alturas, en el disco duro, en el núcleo de la institución. Es incomprensible, porque repugna a la razón, que, actuando como actúan, sean capaces de creerse a pies juntillas que están prestando un gran servicio a las almas, a la Iglesia Católica y (asombro de asombros) al mismo Dios. Preo ya sabes “El partido siempre tiene razón”… hasta que, gracias a Dios, y gracias también, todo hay que decirlo, a la lógica humana más elemental, deja de tenerla…

 

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