Mi vida: Otra historia que tampoco valió la pena (10).- No_valio_la_pena
Fecha Wednesday, 06 July 2011
Tema 020. Irse de la Obra


MI VIDA: OTRA HISTORIA QUE TAMPOCO VALIÓ LA PENA (10)

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Esos días hablé tres veces a solas con el Padre.

La primera, ya la conté: fue breve, justo al poco de llegar, en la sala que está al lado del cuarto donde trabaja normalmente.

La segunda, fue en ese mismo lugar, al cabo de unos días. Hablamos poco. Me dijo, entre otras cosas, que no había inconveniente en que fuera a visitar a mis padres a España antes de regresar a mi país. No mencionó mis cartas, los temas eran ascéticos... rezar, en el fondo.

La tercera fue especial. Era al final de mi viaje. Creo que fue la tarde antes de regresar a mi país. Ya había estado en España y volvía con renovadas energías. Con ganas de aprender, de escuchar, de recomenzar. De tomar las pastillas, de descansar, de hacer lo que me dijeran. De servir a la obra como quiera ser servida, ahora más en la sombra seguramente, pero igual o más eficaz que antes. Y eso es lo que le transmití...



Esa conversación fue especial porque el padre estaba en una habitación "suya". Los que conocen villa tevere saben que hay distintas habitaciones: unas para todos, otras para los que viven ahí, otras para los directores, otras para el padre, etc. Y ésa era una de esas habitaciones "top secret", a las que no accede uno normalmente. Creo que en los 4 años que pasé en esa casa, entré una sola vez y por 60 segundos. Y me atrevo a decir que al menos el 70% de los que viven ahí no han entrado nunca.

En fin, cuento esto sólo para mostrar que ellos y yo sabíamos que ése era un detalle más de confianza conmigo, un modo más de "ganarme".

El padre estuvo muy amable y cariñoso, como siempre. Le dije lo que acabo de escribir y sorprendentemente él me habló básicamente de dos temas: el primero, paciencia. Iba en la línea de lo mismo que me habían dicho esos días, pero desde otro punto de vista: la idea era que a veces hay que dejar pasar algunas cosas, no pretender resolverlas o cambiarlas en poco tiempo, todo tiene su sentido, etc. Vamos, lo mismo, pero con otras palabras: no entrar a los problemas.

Y lo segundo que me dijo todavía me chocó más, porque me pareció que no tenía mucho que ver conmigo: me dijo que yo estaba viviendo en una cultura muy distinta, que ni siquiera era cristiana y que eso seguramente significaba comprender que las coordenadas histórico-culturales eran muy diferentes y los planteamientos deberían ser también distintos, acordes a esa nueva cultura... y que tal y que cual. Total, que eso, sinceramente, me sonaba más a algo para alguien que estaba a punto de irse a ese país y que tenía que tener una mentalidad abierta, flexible. Pero ése no era mi caso: yo amaba esa tierra, la mayoría de mis amigos eran de ahí, había aprendido su lengua, ¡ya era uno más! De hecho, con todo el respeto por sus palabras (y consejos) y su persona, después de dos años estudiando el idioma, comiendo su comida, haciendo amigos de ahí y metiéndome de lleno en su mentalidad, y amando a esa gente (no quería regresar a Roma ni a España) creo que podría decir que les conocía un poquito mejor que él, que nunca había pasado más de un par de semanas ahí. Y repito, lo digo con todo el respeto.

Total, que le agradecí mucho sus palabras, las anoté en mi agenda y volví a mi cuarto.

Unos días antes de esa conversación, como ya dije, pasé un fin de semana con mis padres en España. Todos mis hermanos, como siempre, vinieron para estar conmigo. Algunos tuvieron que hacer varios cientos de kilómetros, pero estaban encantados. Sin embargo, el primer día se sorprendieron mucho porque justo antes de empezar nuestra primera comida todos juntos (íbamos a tener sólo dos), les dije que estaba muy cansado y que quería dormir. ¡¿Ahora?! Me dijeron. Si son las dos. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Sí, les dije, simplemente me siento muy cansado y necesito dormir. Y allí me quedé, frito, durmiendo en la cama casi hasta las 6 de la tarde. Más tarde entendí qué me había pasado: las "queridas" pastillas me habían dejado totalmente planchado.

Me preguntaron por mi repentino viaje a Roma y, sin entrar en detalles, les dije: pues mira, hay cosas que creo que están mal y que habría que hacerlas de otro modo. Así que escribí lo que pensaba y me dijeron que fuera a hablar con ellos. No dije mucho más, sólo dije que la obra tenía que cambiar en algunas cosas. Y ahí algunos dijeron que sí, que tenía que cambiar en esto o en eso. No hablé ni de mis cargos ni de mis pastillas ni nada.

Uno de mis hermanos, que conoce bien la obra, simplemente me dijo: realmente, para ir a Roma a decirles ese tipo de cosas hay que tener h..... A lo que le contesté: simplemente hago lo que en conciencia creo que tengo que hacer.

El fin de semana pasó, volví a Roma y hablé con el padre, como ya dije, y ese último día me llamaron para que fuera a la tertulia de la noche con el padre y los directores del consejo. Era la guinda. Un detallazo. La contratuerca. Ellos y yo sabíamos que sólo los que viven en el centro del consejo asisten a la tertulia de la noche con el padre (a la del mediodía normalmente invitan a algunas personas, yo mismo fui dos o tres veces en esos días; pero a la de la noche, no). Hubo bromas, algunos comentarios y al acabar me invitaron a hacer el examen con el padre y con los directores del consejo en el oratorio de Pentecostés, el del centro del consejo. Siempre en la misma línea de mucho cariño. Lo agradecí y me despedí, pues era tarde y al día siguiente tenía que marcharme pronto. Grandes abrazos. Volví a mi habitación, tomé mi pastilla de la noche y me acosté.

A la mañana siguiente me fui al aeropuerto rumbo a casa. Continuará.

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