Mi visita al siniestro bufete de abogados de la prelatura.- Lista
Fecha Monday, 04 July 2011
Tema 010. Testimonios


 

LO QUE MI VISITA AL SINIESTRO BUFETE DE ABOGADOS DE LA PRELATURA ME HA HECHO ENTENDER

 

Todavía andaba yo inocente y formateada por la obra, cuando planteé solicitar a la Administración Pública algo de lo que me podría beneficiar. Como las directoras no sabían de lo que yo hablaba (todo lo que no sean palabras del fundador se les escapa), me enviaron a pedir consejo y orientación al bufete de abogados de la prelatura. Me extrañó que para algo tan sencillo y elemental tuviera que acudir a un renombrado despacho de abogados. Ellas se encargaron de pedirme la cita. Y como un muñeco teledirigido fui paseando hasta llegar a lo más sofisticado de la “Milla de oro” (así se le denomina en Madrid a esa cara y lujosa zona).  Es una antigua y noble casa, propia de los hijos del marqués de Peralta…



Imaginaba que me iba a encontrar con una dorada placa con su anagrama y nombre, indicando el piso y la letra a donde me tenía que dirigir, pero allí no encontré nada. Tuve que consultar con mi Luxindex de piel, pero tampoco tenía escrito el piso. Entré en el portal en busca del conserje para que me resolviera el problema, y me dijo: aquí mismo, en el bajo.

 

En el bajo, había varias puertas, todas de noble madera, pero sobre ellas no figuraban ni letras ni números. Tampoco timbres. Oí la voz del portero que, viéndome perdida, me aconsejó que me dirigiera a la puerta del interfono. Y así lo hice. A través de ese extraño medio, me identifiqué ante una voz femenina, y pensé: ¡ostras!, ¿me habré equivocado, será esto un bunker?

 

Pero no. Me abrió una rubia que, ya puesta en antecedentes, me indicó que esperara. Desde el hall, partía una escalera. Mucho trabajo debían tener para necesitar un dúplex, pensé. Pero en éstas, apareció de nuevo la rubia con cara de prisa y, ya informada, me acompañó por amplios pasillos bien aprovechados por una fila de hombres iguales, todos enchaquetados, que trabajaban en especies de pupitres cara a la pared.

 

Me recibió un señor idéntico a los de los pasillos. Tan amable, bien trajeado y buena presencia, como incompetente. Me indicó que hablara, y en breves minutos le expuse mi sencilla idea, y justifiqué mi entrevista transmitiéndole el nombre de la directora que me había pedido cita con él, aunque yo lo consideraba superfluo y sentía haberle hecho perder el tiempo.

 

Tras hacerme algunas preguntas y ojear la documentación que le entregué, me comunicó que me pasaría con una persona especialista en esa materia, y se despidió. Durante los minutos de espera, me dediqué a observar las imágenes piadosas opusdeísticas y la librería, repleta de amplios archivadores en cuyos lomos se leía el nombre dado a los expedientes. TODOS, TODOS, correspondían a las sociedades que encubren el patrimonio de la Prelatura y facilitan manejar los fondos. Me quedé perpleja, y así estaba cuando entró otro enchaquetado tan amable y sofisticado como el anterior. Volví a contarle mi breve proyecto, a lo que me contestó: pues para eso, se tiene que dirigir a información del ayuntamiento, y allí le explicarán los pasos que debe dar.

 

Pues es usted muy listo y astuto, me ha solucionado un gran problema…, gracias, muchas gracias. Ya le pasarán sus honorarios por el conducto acostumbrado (No se lo respondí, sólo lo pensé).

 

Si perpleja fue mi entrada, más perpleja fue mi salida. ¡Qué siniestro todo! Sentí lo mismo que cuando iba a la Asesoría, o a Villa Tevere.

 

Y me olvidé de ellos.

 

Me olvidé de ellos hasta leer la amenazadora carta que a través de burofax recibió Agustina. Tuve la misma sensación que si la hubiera recibido yo. No sé si os habrá pasado lo mismo. Pero no me dio tiempo a tener miedo, ni siquiera algo de susto, porque ya les había conocido. Les hice aquella visita cuando todavía “no pensaba”, pero el recordarla me ha hecho pensar:

 

1º) Estos señores tan trajeados son unos trabajadores del Opus Dei que bajo la denominación de “Bufette de abogados”, su exclusiva dedicación es la de crear y gestionar sociedades, ONGS,…, todo con sumo cuidado, trampeando la ley sin infringirla, y por ello, a salir siempre impunes (a base de esclavizar a los suyos y quedarse con sus bienes). Su especialidad, y la bordan, es la “santa pillería”: lo saben todo sobre cómo recibir subvenciones que no les corresponden, sobre los tejemanejes con inmuebles, con terrenos, con manejos de dinero…

 

2º) Pero ahí queda todo su saber, como quedó claro en mi caso, que era un chiste al alcance de un bobo.

 

3º) Agustina: ¿cuánto tiempo hace que empezaste a poner los primeros documentos? Es decir: ¿Cuándo empezaron los directores del opus dei a subirse por las paredes, hasta llegar al tejado, comprobando, actualización por actualización, que los suyos se estaban burlando de ellos, que la obra por tanto, estaba en descomposición? ¿No fue en el año 2003?

 

4º) Y desde entonces, sofisticados enchaquetados, ¿no habéis sido capaces de hacer NADA? ¿No se os ha ocurrido ninguna “santa pillería” para que opuslibros dejara de triunfar? Cada vez con más lectores, cada vez con más escritos, y lo que os hace poneros morados: cada vez con más escritos de los vuestros que, gracias a las nuevas tecnologías (bien aprovechadas por nuestra coordinadora), están saliendo de vuestra de la burbuja ideológica. La comunicación está poniendo en evidencia la opacidad del opus. Sois conscientes de que vuestro sistema totalitario se está descomponiendo gracias a la información (“Hablamos, ¡vaya que si hablamos!”, decía Vallelaencina).

 

O les informáis vosotros, o les informa la web. Pero informar hay que informar. Se ha acabado el obedecer a ciegas desconociendo los estatutos, lo que ha aprobado la Iglesia y lo que le habéis escondido; y lo de empujar a pitar ilusionándoles con unos ideales que jamás podrán vivir porque la propia praxis se lo prohíbe.

 

5º) Pero lo que ha ocurrido es que el santo fundador, al contaros el relato de lo que Dios “le había hecho ver con tantos pelos y señales” y, como consecuencia, el hecho de que aquí no se puede tocar nada porque todo es fundacional… todo perfecto, todo de Dios, no tuvo en cuenta que “las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Sí, todo perfecto todo bien amarrado, sin dejar cabo suelto, hasta que llegó Internet. Por lo visto, a Dios se le olvidó comunicarle qué es lo que tenía que hacer cuando llegaran las nuevas tecnologías. Todo, absolutamente todo, estaba bien atado, hasta por dónde había que empezar a encender las velas. Pero el detallito de la era de la comunicación se le pasó. ¡Vaya!

 

Y ahora, ni el Prelado con todo su séquito, ni su bufete de abogados, atinan con el modo de frenar que lo oculto salga a la luz. ¡Tanto que le gustaba a él aquello de abrir ventanas, que corra el aire… de libertad, de transparencia, de no tener secretos!

 

Pues eso. Basta de mentiras, basta de secretos, basta de llaves. Sacad vuestras mentiras y contradicciones a la luz, si no queréis que lo saquen otros. ¿No os suena aquello de “cuando una puerta se cierra otra se abre”?

 

Con todo mi cariño a los enchaquetados del bufete, y a los que, desde dentro, estáis vislumbrando la verdad de vuestra vida. Y a todos, claro.

 

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