Amigos míos:

No me ayudan las disquisiciones, las pequeñas rebeldías, las parafernalias particulares, los grandes discursos pseudoteológicos, las agonías de la salida.

Todo ello, no obstante, es importante. Todos lo hemos sufrido. Bien está cuando está bien.

¡¡¡ME ATRAPARON!!! ¡¡¡ME DEJÉ ATRAPAR!!! Con catorce años y medio y con cincuenta y siete.

Después de una “cuarentena” salvaje (solamente un libro para leer: Camino, y un rosario para rezar) volví a la vida plena. Vida plena (seguí con la excedencia en mi trabajo) en Indonesia (el Opus Dei llegó a este país en 2009).

Mi padre murió poco después de mi madre. No pude estar con él. Conocí su fallecimiento semanas después. Y el latiguillo de siempre “san Josemaría tampoco estuvo al lado de su madre cuando falleció”.

Perdonad. Hoy, solamente, os quiero contar lo que fue mi vida diaria en los comienzos después de…

No os burléis:

Tuve mi primera cartilla de ahorros.

Me llegó la tarjeta bancaria.

Saqué dinero con mi tarjeta.

Compré un libro.

Fui al cine.

Me tomé una gran hamburguesa con patatas fritas.

Conocí a una chica.

Salí con esa chica.

Tengo teléfono móvil.

Quiero a la gente que me rodea, sin distinción.

Respeto a quienes han tomado, según mi parecer, un camino equivocado. Ojalá fueran valientes para dar el paso de “salir”.

Raúl