Hola MARIKI:

Me encanta estar leyendo tus memorias... realmente es como si lo estuviera escribiendo yo... Vivimos las mismas cosas, centro de estudios incluido. Recuerdo perfectamente todo lo que cuentas. Como sabes, allí estuve en tu mismo primer curso anual, con la adscrita a la que le dio el ataque epiléptico que, por cierto, recuerdo hasta su nombre y apellidos, era de mi centro, por eso la recuerdo... ¡¡qué pasada!! A mí, ese hecho me dejó muda mucho tiempo, porque se la llevaron de la tertulia y ¡¡NUNCA MÁS SUPIMOS!! Como la conocía de mi pueblo, todavía me impresionó más porque era de mi pandilla, nunca me atreví a preguntar por ella. Pero lo peor es que nunca más nos contaron nada de ella, ¿pero no eran el tesoro de la obra los enfermos?... Increíble la "sofronización" que sufríamos en estas edades..., no es que sea yo despegada de mis amigas, pero era tal la sensación de misterio, de rareza... que nunca pregunté... ¡¡insólito!!

Todo lo demás es tan igual que me da grima: las Misas matutinas al amanecer, las normas en la iglesia... salvo el cilicio y disciplinas, que como yo era de pueblo y no había centro, me lo dieron para llevarlo a casa y guardarlo bajo llave, y usarlo a diario (a la semana de pitar, o sea, con catorce años y medio y una semana...). Allí me ves a mí pidiendo a mis padres que me pusieran una llave en el armario, ¡¡y me la pusieron!! Tienen el cielo ganado. Eso sí, mis hermanos tardaron en abrir esa llave el canto de un duro, y ver el cilicio, la agenda, las disciplinas, ¡qué dislate!

En fin, Mariki sigue, porque seguro que a más de un padre o madre le ayudará tu historia, si se me ocurren cosas que hayamos vivido juntas, te las diré.

Un abrazo y ánimo que hay mucho que contar.

Patalibre