El talibán simpático.- Inmaduro
Fecha Friday, 18 March 2011
Tema 900. Sin clasificar


Si definimos como talibán a la persona que es capaz de cometer crímenes para imponer sus ideas religiosas y convenimos que la política de captación de adolescentes o el modo en que la Obra trata la intimidad de las conciencias -por poner solo dos ejemplos- son criminales, entonces todos los que hemos pertenecido a la Obra hemos sido, en mayor o menor grado, un poco talibanes.

Si yo utilizara esta acepción de talibán (criminal) para calificar a los Directores Mayores, sin duda molestaría a algunos lectores de esta web. Así que utilizaremos el calificativo talibán en una versión más suave: persona de creencias rígidas y praxis extremista.

En estas páginas se ha hablado de D. Fernando O. y D. Ramón H. como posibles sucesores de D. Javier. Para mí, hoy por hoy, los tres son igual de talibanes. Aunque si nos ponemos a hilar fino, podemos distinguir pequeños matices. Ramón es un talibán astuto y simpático. Javier Echevarría un talibán voluntarista, corto de luces y antipático. Fernando uno racional y tímido.

El que los talibanes sean simpáticos o antipáticos poco añade a la sustancia de su cerrazón. Pero tiene relevancia en el plano de la opinión pública. Ramón es un tipo que cae bien. Tiene gancho y don de gentes. Y eso le hace especialmente peligroso.

La Obra tiene cosas bellas y cosas perversas. Los ideales que predica son bellos. La praxis es destructiva. Saber ocultar lo feo y destacar lo bello es el arte del proselitismo. Y en esto Ramón es un consumado maestro. Toda su vida se ha dedicado a hacer proselitismo y -justo es reconocerlo-, tiene talento y oficio. Por su parte, D. Javier nunca ha tenido que "hacer la calle", pues desde los 17 años ha vivido tras los muros de Villa Tevere y la sotana del fundador. Y eso se le nota en cuanto abre la boca.

Recuerdo a aquella famosa declaración (1997) en la que D. Javier vinculaba la impureza de los padres con la condición de "handicappati" de los hijos. Puedo asegurar -porque yo me encontraba en Roma- que de un simple plumazo el recién consagrado Obispo Prelado puso a toda la opinión pública y a todo el episcopado italiano en su contra. Ramón nunca hubiera cometido ese error. Aunque en el fondo piense lo mismo que D. Javier acerca de las relaciones extramatrimoniales. Ramón, es un seductor profesional que conoce las debilidades del colectivo que tiene delante: periodistas, chicas de San Rafael, monjas de clausura, supernumerarios, curas diocesanos... Su retórica de arenga, anécdota y eslogan emotivo, por lo general, se adapta a la sensibilidad del público con el que se enfrenta.

D. Fernando -siendo igual de responsable en los abusos que comete la Obra con los débiles e indefensos- es un talibán de otra pasta, más refinado y contenido. Mucho más analítico que Ramón y más respetuoso que D. Javier, se nota que ha tenido que hacer proselitismo en la curia y entre intelectuales. Cuando hablas con él, nunca sabes lo que piensa. Si le presentas una objeción, no trata de rebatir ni de convencer. Escucha y sonríe. Su talante es amable, sus respuestas concisas. Ciertamente sus genes neotomistas (criatura de Carlos Cardona) le incapacitan para la autocrítica sustancial y por eso veo difícil que sea capaz de hacer una reforma de la Obra en profundidad. Pero creo que si D. Fernando fuera el próximo Padre prestaría más atención a la realidad y menos a las ideas heredadas. Algo es algo.

Pido al Buen Dios que, cuando D. Javier desaparezca, sea D. Fernando el elegido pues como el boleto le toque al talibán simpático, la reforma de la Obra será mucho más difícil.

Inmaduro









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