Preguntas infantiles.- Mineru.
Fecha Monday, 14 March 2011
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Querido JM:

 

Comparto tu argumento de que “nadie sabe al 100% lo que se puede exigir y lo que no se puede exigir de las personas”.  Pero también pienso que nadie sabe al cien por cien de nada, sólo Dios. Como ya expuse en otra ocasión, << quiero decir que nadie puede arrogarse el derecho de pronunciar juicios “como si le fuera transparente en toda su profundidad la esencia de las cosas, su núcleo interior íntimo vuelto hacia Dios”, y afirmo que hemos de ser conscientes de ello, de que nuestros juicios son contingentes, lo cual no significa que sean falsos, inveraces, inacertados o inadecuados. No. Simplemente, son fragmentarios >>.

 

La contingencia viene a coincidir, pues, con lo que la utopía es en el juicio humano: el destello, la pretensión o ilusión de que lo que perseguimos nos es transparente en toda su profundidad. Por eso la utopía no es falsa, inveraz, inacertada o inadecuada. No, simplemente es un “flash”, un reflejo, un anhelo y, porque sólo es eso, es fragmentaria: cuanto más conocemos, más nos queda por conocer, más se aleja de nosotros, pero también hace que nos sintamos más deseosos de llegar. Porque, como nos recuerda RobertLeeJones citando a Eduardo Galeano, la utopía –el canon contingente y fragmentario, la imagen subjetiva de la verdad sobre la esencia de las cosas- pienso que sirve para eso, sirve para caminar hasta la meta definitiva: que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo. Pero Cristo no “es” utopía; es bastante más que un camino; es también algo esencialmente diferente porque, en su existencia, presenta de manera viva –encarnada- su esencia: es la Verdad y la Vida.

 

Puede que el Opus Dei sea para ti y para otros un camino, incluso camino de santificación, y, en este sentido, una utopía, un instrumento. Pero, ni el camino, ni el instrumento, ni la utopía –como contingentes que son- debieran ser confundidos con Cristo, porque Él es trascendente, no una utopía.

 

No soy quien para dar consejos que no me han pedido. Ni siquiera me atrevo a darlos, como si me fuera transparente en toda su profundidad la esencia de las cosas, cuando me los piden. Y, siendo niño curioso pero ignorante, sólo se me ocurre preguntarte sobre tu camino: ¿por qué necesitas que el Prelado te dé “consejos claros de cómo actuar, que hable claro de lo que ha cambiado y si es posible de por qué ha cambiado”? ¿Por qué hay que exigirle algo a nadie? ¿Por qué piensas que tu “consejo” –o el de otros- a ciertas personas es la voluntad de Dios para ellas? ¿Para qué tienes tu conciencia? ¿Para qué tienes a Cristo?

 

Un abrazo.

 

Mineru.







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