Antonio, los que te conocimos bien, los que tuvimos la gran suerte de tratarte en la corta distancia, los que sonreimos y, por qué no decirlo, sufrimos contigo, sabemos de tu calidad humana y espiritual. Fuiste un gran hombre y un gran sacerdote de Jesucristo.
Gracias por todo ello y por tanto como me callo. Descansa, Antonio. Descansa en paz y...., échanos una mano a los que por aquí seguimos.
Saludos
Manumin