Celibato, Cabellos y sandeces.- Jiménez
Fecha Monday, 07 February 2011
Tema 010. Testimonios


Ignoro la razón por la que el exvicario de la delegación de Valencia, Pablo Cabellos –que no Ceballos, como por error se publicaba aquí- viene siendo desde hace años un asiduo columnista del diario Levante que se edita en esa provincia. Sobre el papel no hay nada más alejado de la línea editorial de ese periódico, progresista, de izquierdas y moderadamente laicista que las rancias opiniones del antiguo jerifalte opusino (aunque ya publicaba cuando ostentaba el máximo cargo de la Obra en la zona). En otras palabras: que los artículos de Cabellos pegan en ese diario como a un Cristo dos pistolas. Con perdón.

 

Dejo en manos de quien lo sepa por qué Cabellos publica ahí. Se dice -pero no lo tengo confirmado- que el propietario de Editorial Prensa Ibérica (dueña de Levante) o es del Opus o está muy próximo. Lo que de verificarse supondría un ejemplo palmario de que a algunos no les salen sarpullidos por la contradicción evidente entre sus propias creencias y la línea editorial de las empresas que manejan. La pela es la pela.

 

Volviendo a Cabellos, lo he venido siguiendo durante años en Levante. En parte -para qué negarlo- por el morbo que suponía ver sus escritos en ese diario que, para más inri, era de los que estaban vetados hace años -ignoro si la prohibición continúa hoy- en los centros de la Obra por ser “de mal espíritu”. Reconozco que leer al exvicario la mayoría de las veces me ha indignado. Y no porque lo que escribía fuera una barbaridad, sino porque comparando sus constantes cantos a la libertad y a la individualidad con la “libertad” e “individualidad” que se vive en el ambiente sectario de la Obra –de la que Cabellos hacía cabeza en la Delegación de Valencia- se me encendía la sangre. ¿Cómo un tipo encargado de controlar que el “espíritu” cerrado y asfixiante del Opus se cumpla hasta sus últimas consecuencias puede deshacerse en sus escritos loando la libertad? Mundo de locos.

 

En cuanto a la majadería con la que Pablo Cabellos defiende el celibato (que los sacerdotes no célibes contarían las intimidades a su mujer) no deja de ser la típica boutade opus de un ser que despacha los asuntos más serios (y que han costado mucho sufrimiento a sacerdotes que, queriendo seguir ejerciendo, no han podido con esa carga antinatural del celibato) con una auténtica –perdón por la expresión- gilipollez.

 

Esa sandez (o mejor, sarta de sandeces, si le unimos lo del biberón, lo de la suegra y lo de lo fácil que es no tener mujer. Estaba sembrado el tío ese día) de Pablo Cabellos tiene la misma música que aquella otra expresión que hizo fortuna en la sección de varones de la Obra en los años 80 que decía que “viene a ser lo mismo renunciar a todas las mujeres, que a todas las mujeres menos a una”. Otra imbecilidad marca de la casa para animarse mutuamente en el celibato.

 

Desgraciadamente, así se funciona en el Opus Dei: a base de consignas idiotas e infantiles, reduciendo al absurdo los asuntos más trascendentes. Y Pablo Cabellos, habiendo sido uno de los responsables zonales, no iba a ser una excepción.

 

Jiménez









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