Hijos míos, me da gusto que se vayan de por más que de por menos.- Nicanor
Fecha Monday, 31 January 2011
Tema 070. Costumbres y Praxis


Dentro de la “normalidad” propia de cualquier numerario (a) de la Prelatura, se nos contaría que – San Josemaría –, en cierta ocasión felicitó a sus hijos por irse de más que por de menos en un caso particular que hoy en día ya no recuerdo. Este “irse de más”, es decir, al extremo de lo absurdo, es una constante en la vida de la “vida ordinaria” de los fieles y que se difunde a voz en grito a través de todos los medios de formación que el Opus Dei imparte, no solamente para los fieles de la Prelatura sino también para sus allegados: cooperadores y chicos de la labor de San Rafael.

 

Bien, pero esta “normalidad” de apostar por los “extremos” también afectaría lo que se denomina internamente el “apostolado de amistad y confidencia”. El lector tendrá que saber que se nos exige tener y presentar todas las semanas el seguimiento de esos quince amigos que pueden solicitar la admisión a la Prelatura. Pero es que quise decir ¿Amigos?...



En una ocasión, el Dr. DP, padre de un sacerdote, envió a uno de sus estudiantes por el C.C. Tradiciones. Su hijo cura, recién llegado del Colegio Romano lo atendió brevemente y despachó. Al bajar me lo topé revisando los libros en venta. Nos presentamos y pregunté cómo había llegado a parar al Centro. Al poco bajó el hijo cura y nos encontró en amena conversación y así algunos otros de “la casa”.

 

Durante la tertulia de la noche, el hijo cura, preguntó: “Oye Nico ¿Qué tal el amigo que has traído? Porque tiene un aspecto que espanta a cualquiera” generando risotada de todos. Avergonzado, porque el chico era poco agraciado – vale decir que no era de la “aristocracia” de la inteligencia o, como diría un español de los primeros: “no tiene el aspecto de ser un chico para “ser numerario” – me uní a las risotadas. También lancé mi descargo al hijo cura porque era su padre quien lo había recomendado pero adujo que el que le “trataba” se hacía responsable del mismo, con lo cual, se me adjudicó a la “criatura” que nadie quería tener cerca. Igual seguí en contacto con él, asistía a las meditaciones y luego al círculo aunque era obvio que nunca podría pitar. Tal vez de supernumerario o, luego, ser cooperador.

 

La mofa constante por su asistencia al Centro caía en la falta de caridad y, no solamente era él, sino otros que – como se mencionar en la célebre película “Quiz Show” – eran rostros para la radio y no para la televisión. No me excuso de haberme unido a la chacota en varias ocasiones.

 

Pero, ¿Qué tiene que ver el “irse de más” de Escrivá con un trato proselitista para numerarios de buena pinta? En que forma parte de un escrupuloso todo. Algo así como el humor de Quino, donde el que sale de la raya raja en el “mal espíritu” y es centro medular de las correcciones fraternas y el desagravio de los demás.

 

 

El colocar algún crucifijo sobre el escritorio –yo ponía el mío, ingenuamente, sobre la mesa de Biblioteca de la Universidad–, el rezar el Rosario durante los recorridos en bus y luego acusarse de distraerse porque la música era tan buena que me distraje (y en otras caía de bruces por tener una mano dentro del bolsillo, la otra en la mochila y ninguna tercera para sostenerme), del rezo del ángelus en medio de clases tomando nota de lo que dictaba el docente, del beso en el piso lanzando un papel o lapicero para rezar las preces en una Iglesia que no sea el Oratorio del Centro, el dejarlo todo para asistir al curso de retiro o al curso anual con la reprimenda del Docente o del Jefe, aquellas prácticas laborales imposibles de encontrar a medio tiempo tras el curso anual y el inicio de clases, el “robar” cosas de la casa paterna para llevarlas al Centro…

 

Respondería Escrivá en una de sus tertulias filmadas por Betafilms “¿En qué se diferencia un fiel del Opus Dei de un fiel corriente? En que el primero es como una lámpara que siempre está encendida, mientras que el segundo sólo se enciende de noche”.

 

Si estar “encendido” durante el día con toda la parafernalia propia de una creación de Escrivá que, para mantener aquella “visión sobrenatural” en todas las cosas imponía las obligaciones de las normas, preceptos, jaculatorias, rezos del acordaos, del santo y seña, de saludar siempre al ángel custodio del centro, de buscar imágenes de la Virgen en la calle, de no mirar escaparates, de ir siempre acompañado por otro al médico o a comprar ropa, de mantener las devociones según el día (lunes para San no se qué, martes para el otro, miércoles… y así), de mantener siempre el tono sobrenatural en las conversaciones con los amigos, del día de guardia… Ya no era únicamente estar “encendido” sino convertirse en “úlcera sobrenatural” y, de este modo, siempre había materia para la confesión y la “charla fraterna” semanal.

 

El lector preguntará, ¿Alguna vez te dijeron que te estabas extra limitando? No. Durante las confesiones o las “charlas fraternas” la conversación nunca fue por un “¡Relájate! Te lo tomas todo demasiado en serio, sal a tomar unas aguas con algunos amigos, a un Karaoke o métete a un taller o curso de algo que te guste”. Era una forma de vida muy curiosa, más monacal que la de un monje de clausura. La caricatura de la vida ordinaria.

 

Así pues, Escrivá entendía que la vida de sus hijas e hijos tendría que ser de este modo: “nuestro claustro es la calle”. Y, en verdad, lo es. Porque no hay cristianos menos ordinarios recorriendo las veredas de la ciudad que los numerarios o numerarias. Digamos que hasta son fácilmente de reconocer por sus posturas, miradas, gestos, forma de hablar y de vestir. Como diría una supernumeraria al salir de misa cuando no había cura que celebrase en el centro: “¡Uy que siento un olor a santidad!”.

 

También los hay de otras congregaciones pero, por lo menos, los segundos afirman a todas luces pertenecer a una Orden.

 

Nicanor

nicanor.wong@gmail.com







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