Costumbres que fomentan la inmadurez.- Mediterráneo
Fecha Wednesday, 26 January 2011
Tema 105. Psiquiatría: problemas y praxis


Una de las frases del post de Penélope me ha dado que pensar: Y una de las cosas por las que me "escapé" fue porque me di cuenta de que estaba rodeada de mujeres cincuentonas, tristes e inmaduras que ponían muchas energías en fastidiar y juzgar a las demás... (total, no tienen otro modo de reafirmarse). Pues es cierto, en la peña esa no se madura. Probablemente porque el ambiente no contribuye a ello, ¿cómo puede madurar alguien que tiene que consultar si se compra un par de calcetines? El proceso de maduración incluye tomar decisiones y asumir las consecuencias. En la peña esa nadie decide nada, todo es decidido. El fulanit@ sólo acepta, sólo dice “amén”. ¿Cómo es posible aprender en esas circunstancias?

El hecho de no poder madurar a ritmo normal, al ritmo de la vida, puede pasar desapercibido en los primeros años pero después de un tiempo, la vida pasa factura y esa factura es cara. No es normal, ni es mentalmente saludable, que personas de cincuenta años sean dependientes como niños y no hayan tenido ocasión de crecer y desarrollarse con el paso de los años. Es de hecho una castración del ser humano, castración que obviamente tiene sus consecuencias. En otro post hablé de mi prima Ali, su grafología lo indica todo. El infantilismo al que se ha sometido a las numerarias auxiliares es de juzgado de guardia y el tratamiento de pasajeros de tercera que han recibido durante muchos, demasiados años, no tiene nombre, ni excusa, ni perdón, y me gustaría ver qué justificación encuentran para ello los “ins” que escriben en esta página.

En el proceso de maduración del ser humano también entra “tratar” con la soledad física. Voluntaria o impuesta, es un hecho con el que la persona debe enfrentarse, tarde o temprano, y debe aprender a gestionarlo. En esa peña, la soledad física no existe. Un@ está perpetuamente, de la mañana a la noche, rodead@ de gente. Desayuna, almuerza, merienda, cena, se acuesta, duerme, se despierta otra vez, rodeado de gente. El silencio, el hecho de estar solo en el propio domicilio, el hecho de estar a solas consigo mism@, es algo desconocido. Cuando se deja la peña esa un@ se da cuenta del vacío que tiene en ese campo y, dependiendo de la manera de ser, de la salud mental con la que se ha salido, de los años pasados ahí dentro, se gestiona de una manera, de otra o de ninguna porque no se acepta. Las consecuencias de este último caso pueden ser matrimonios apresurados y no pensados o relaciones que dan más pena que gloria porque se han buscado como paño caliente para no verse obligad@ a vivir en soledad. Sea lo que sea, la infelicidad está garantizada y la inmadurez también.

Hay otro asunto que desde el punto de vista psicológico es fundamental: la falta de tiempo para pensar, para reflexionar. So capa de vivir la presencia de Dios, se obliga al recitado de jaculatorias, acciones de gracias, actos de desagravio, en fin, todo el coplerío, que a la hora de la verdad no son más que excusas para que la mente humana no pueda pensar. Es un control mental disfrazado de vida interior, no se manipulan directamente las mentes de los subordinados, sólo se les obliga a pensar en lo que la autoridad decide.

La pregunta del millón es por qué la Iglesia no hace nada con la institución que cuenta con más miembros enfermos y por qué no toma cartas en el asunto. Que nadie alegue que no se sabe, porque no sé qué es peor, si saberlo o no hacer nada o estar tan desentendido y ser tan ignorante que en verdad se desconoce la gravedad del asunto.

“Las cosas que aquí se ven / ni los diablos las pensaron”. Martín Fierro

Mediterráneo









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