Querida Mariana,

tu escrito es sobrecogedor. Lo que dices sobre tus pesadillas a los siete años debería hacer temblar a quienes tienen autoridad en la Iglesia. Son pecados que claman a los cielos.

Desde que fui madre que no puedo aguantar ni un ápice de violencia contra los niños, es una reacción completamente animal, pero de animal salvaje, que no puedo nunca evitar: y me parece un error muy grosero hablar de la pederastia como de un fenómeno meramente físico, cuando sabemos tan bien que se trata de un síntoma entre muchos de una cosa mucho más seria y mucho más difícil de curar: la ausencia de respeto por la sacralidad de las conciencias.

Esto es así porque muchos de los que deberían tratar de curar esa enfermedad han permitido que sus mismas conciencias fueran violadas repetidamente, con goce y anticipación, detalladamente, con abandono, durante años y años: el Opus Dei, la “dirección espiritual” en el Opus Dei, es de ello un ejemplo estelar. Y ahí siguen, en el regazo amoroso de la Madre Iglesia. (No sé en España, pero la época de las matrículas para el próximo año, en los colegios privados, empezó ahora en Portugal).

Un abrazo, con enorme cariño,

Carocha