Las criticas de Herzegovino al libro de Ramón Rosal Cortés.- Aquilina
Fecha Monday, 17 January 2011
Tema 010. Testimonios


Acabo de leer el libro de Ramón Rosal Cortés, y esto coincidió con la publicación del comentario de Herzegovino sobre el argumento.

Este comentario me dejó perpleja: no creo encontrarme entre los que Herzegovino describe como pertenecientes a “cierto papanatismo antiOpus”, personas para las cuales “todo lo que se diga contra la institución es bueno por definición (y lo que se diga en contra es malo, o falso, o está manipulado…”, y creo poderlo demostrar con mis participaciones a esta web y con otras actuaciones, pero efectivamente no me gustó, no tanto su opinión, cuanto su forma de expresarla, al mismo tiempo que creo que una parte al menos de lo que él afirma es, a su vez, bastante discutibile.

Por lo que se refiere a la forma, encontré que su tono no es sereno, deja traslucir como algo personal hacia el autor. No me gusta que haya una reiterada apreciación de las intenciones del autor:...



no deja de ser una simple justificación de su salida

Ramón Rosal simplemente se justifica

que le resultara extraña la prohibición de tratar a mujeres en una persona que ha optado por el celibato suena a excusa fácil

Juzgar las intenciones por las que una persona actúa de cierta forma, si ella misma no alude a ellas, es una interpretación, no un hecho, y en este sentido es, al menos, tan anticientífico cuanto lo que Herzegovino reprocha a Ramón Rosal Cortés por citar los post anónimos de Opuslibros (que tampoco son anónimos en sentido estricto, pués sus autores confian su identidad a la dirección de la pagina). Además el tono de manifestar sus hipotesis deja adivinar una actitud despechosa, de irritatación, amargada,…  a lo mejor es tan solo una sensación subjetiva mía, y en este caso pido perdón, otros dirán si es subjetiva o si experimentaron la misma sensación.

Herzegovino reprocha a Ramón Rosal Cortés que su libro “es más de lo mismo. Es decir, un libro que recoge una peripecia personal, subjetiva, como la de otros que han seguido el mismo camino, pero con pocas aportaciones valiosas”. No me parece tampoco: la historia real del Opus Dei, en la falta casi total de documentos historicos autenticos a la que nos condena la forma de actuar de los responsables de la institución, sólo o principalmente se podrá reconstruir gracias a los testimonios de quien vivió esta historia, y por esta razón su testimonio tiene, al menos, el mismo valor que los demás, y ojalá hubiera muchos testimonios más, el de Herzegovino, por ejemplo, que por lo poco que cuenta de sí deja entender haber vivido tiempos tempranos de la Obra (la dejó en 1977, pero no sabemos después de cuanto tiempo de pertenecer). Porque allí donde faltan documentos escritos, sólo la abundancia y unanimidad de testimonios permitirá reconstruir con un mínimo de rigor historico la historia de la Obra. Además es cierto lo que subraya Ramón de su libro: es el primero escrito por un sacerdote, y es un testimonio escrito después de un tiempo suficiente, desde el desenlace con la institución, para comprobar que no está escrito bajo el impulso del resentimiento, del desquite, de la incomprensión. En este sentido, su aportación tiene mucho valor, también de confirmación de otros testimonios coincidentes.

A proposito de la cuestión de los posibles trastornos mentales del fundador, Herzegovino escribe “Lo que ya me parece fuera de lugar es su explicación de un supuesto trastorno de la personalidad de Escrivá. Por supuesto a nadie, ni a Rosal, se le obliga a comulgar con el Fundador, su persona (que tendría sus virtudes y vicios, como todo el mundo), su doctrina y sus obras. Pero para manifestar la discrepancia no hace falta recurrir a la psicología profunda. Me parece que a Rosal le ha podido la deformación profesional de psicólogo clínico. ¿Y si el trastorno fuera suyo?

Ramón Rosal Cortes no es el único, ni el primero, en tratar de esta posibilidad. Hay un escrito muy argumentado de Marcus Tank, al que siguieron comentarios significativos de Oraculo, Trinity, Giovanna Reale, entre otros.

Yo, que por autoridad y edad puedo aportar muy poco a todo lo dicho, también puedo atestiguar que en la temporada en la que acudí a tratamiento psicoterapeútico con un médico numerario psiquiatra, JMV, en la última temporada de mi permanencia en la Obra, supe de su boca que él se había trasladado hace años a Roma para cuidar del fundador: en la época, como era totalmente ingenua e acritica, la cosa no me chocó, pero con el paso del tiempo llegué a preguntarme la razón por la que, con tantos médicos expertos en campos más cercanos a las patologias reconocidas del fundador, la diabetes por ejemplo, juzgaron más conveniente que cuidara de él un psiquiatra… preguntarse retoricamente si el trastorno no pueda ser de Rámon Rosal es lo que me despierta, entre otras cosas, esta sensación de molestia personal en Herzegovino. Atribuirle a una deformación profesional del autor esta hipótesis sobre el fundador, después de leer los escritos citados, y los testimonios de Carmen Tapia, Isabel de Armas, Fisac, Moncada y otros, me suena malicioso.

La criticas de Herzegovino a la forma de vivir el sacerdocio por Ramón Rosal Cortés: tengo que confesar que yo también me quedé admirada por su libertad de espiritu, y me pareció de mucho interés (y muy legítimo) su intento de actuar el ideal del sacerdocio al que había adherido en la Obra –un sacerdocio vivido dentro de las circustancias profesionales personales. Conozco otros ex curas de la Obra que han optado por una vivencia más tradicional de su situación clerical, y me parece muy bien, pero ¿por qué criticar y hasta ridiculizar la opción de una persona que evidentemente sufrió más hondamente una identidad sacerdotal no espontanea, a la cual intentó guardar fidelidad sin faltar la fidelidad a sí mismo?

No deja de ser significativo que su “rescate” venga de una actividad profesional y lucrativa – su gabinete psicológico—y el cultivo de una amistad femenina. ¿No le llenaba el sacerdocio? Parece que eso estaba en segundo lugar”: me suena algo farisaico este escándalo de Herzegovino. Que la actividad profesional haya sido lucrativa puede despertar en otros, que no hemos gozado de las mismas circustancias favorables, alguna envidia, más o menos buena, pero ¿qué hay de censurable en eso? Y todo su libro da vueltas alrededor de esta opción de vivir de esta forma una “vocación” muy personal y anticonformista. Se puede estar de acuerdo o menos con su opción, pero no tratarla como si fuera un descubrimiento de intenciones ocultas hecha por un lector experimentado.

Por lo que se refiere a lo que Herzegovino alude en el p. 4 de su escrito –la consideración de Ramón Rosal sobre el fundador en la epoca de su pertenencia- por supuesto yo no puedo comentarlo; y coincido con Herzegovino acerca de que encontré de menor interés la última parte del libro, más interesante, a lo mejor, para los ambientes profesionales del autor que para los principales interesados a leer un testimonio sobre las vivencias de un sacerdote que decidió dejar la Obra.

Globalmente, me pareció de valor e interés el testimonio de Ramón Rosal: muy apreciable su intento de dar su testimonio lejos de posiciones maniqueas –aunque no comparta totalmente, desde una posición que busca igualmente equilibrio en las valoraciones, unas cuantas de sus apreciaciones-, sobre todo por testimoniar  la imposibilidad de vivir el espiritu del Opus Dei con recta consciencia también desde un papel sacerdotal, y su intento de hacer apreciar el mal servicio que pueden hacer a la verdad las criticas injustas y no fundamentadas.

No todo vale, como subraya Herzegovino, para criticar el Opus. Pero tampoco se puede criticar el autor del “Naufragio y rescate” utilizando las mismas actitudes que se pretende, con mayor o menor acierto, reprocharle a él.

Aquilina







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