¿Está desinformado el Prelado? Respuesta a Resopón.- Inmaduro
Fecha Monday, 03 January 2011
Tema 060. Libertad, coacción, control


Querido Resopón, a raíz de la insistencia de los directores de la Delegación para que escribieras una carta de solicitud de dispensa de compromisos con un "tono adecuado", te has planteado la posibilidad de que, al pasar por tantos filtros -Centro, Delegación, Comisión, Consejo- la información que llega al Prelado esté edulcorada o corrompida.

Yo opino lo contrario, que el Prelado está muy bien informado y que es él quien exige a los directores que los papeles le lleguen en regla y con el "tono adecuado". Es más, toda la cadena de mando está diseñada para que la información que llegue al Prelado sea la prevista y en la forma y el plazo previstos. Y voy a razonar mi opinión...

La misma persecución que sufriste tú hasta que firmaste la carta con el tono que deseaban los directores la han sufrido muchos otros. Algunos, como Armando, la han relatado aquí con pelos y señales. Armando fue fuerte y ganó la batalla al Prelado: no modificó su carta. Al cabo de mes y medio le comunicaron que el Padre le había concedido la dispensa.

Yo no puedo decir lo mismo: fui débil y cobarde y escribí una carta de dimisión "perfecta", a pesar de sentir lo opuesto de lo que escribía. Como a muchos otros en esas circunstancias, a mí me urgía comenzar una nueva vida y que la Obra se olvidara de mí. Por eso, aunque me repateaba escribir algo tan falso como lo que me pidieron que escribiera, cedí al chantaje y pensé: "para vosotros la perra gorda, si a cambio me dejáis en paz". Ahora me arrepiento.

¿Por qué es tan importante para la Obra que las cartas de dimisión tengan el "tono adecuado"? Por pura prudencia jurídica: si en algún momento un ex-miembro de la Obra decide presentar una denuncia ante la Santa Sede o cualquier otra instancia judicial, la Obra tiene un documento escrito que demuestra que esa persona solicitó de forma libre y voluntaria su salida y además lo hizo con agradecimiento y cariño.

Es una muestra más de manipulación experta por parte de quien cuenta con una larga experiencia de dimisiones y sabe aprovechar el momento de debilidad de su víctima, un individuo aislado, confundido y desconocedor de las consecuencias de un acto al que se enfrenta por primera vez y única en su vida.

Asegurar el "tono adecuado" en las cartas de dimisión es una exigencia del Prelado a los directores, un criterio general, no la ocurrencia de un Centro o de una Delegación concreta.

Además, me gustaría contarte una vivencia personal sobre cómo el Prelado controla que cualquier manifestación de vida en la Obra tenga el "tono adecuado". Se trata de un encuentro fortuito con el Padre, D. Javier, en el jardín de Cavabianca en primavera de 1997.

Yo llevaba dos años en el Colegio Romano y había perdido bastante peso. El Padre y D. Joaquín estaban caminando a paso ligero, vestidos de deporte. Me encontraron recortando un rosal. Al verme, el Padre se paró y me dijo: "Te veo muy delgado. ¿No estarás adelgazando intencionadamente?, porque si es así nos vas a dejar muy mal". El Padre me veía con cierta frecuencia y nunca había comentado nada sobre mi peso, así que era evidente que lo que estaba diciendo no era una ocurrencia del momento sino una "escopeta cargada" por la información que le habían pasado las personas con las que yo hacía mi confidencia o mi confesión. Le expliqué que, en comparación con mi régimen de vida anterior, en el Colegio Romano hacía mucho ejercicio. "Ah, vale", respondió. Y continuó su paseo.

Mi respuesta era plausible y el Padre no tuvo más remedio que dejarme en paz. Pero no sin dejar bien claro su mensaje: "cuidado con lo que dices a tu familia". Él sabía que yo lo estaba pasando muy mal en aquella guardería de adultos y que, de alguna forma, eso se manifestaba en la pérdida de peso, algo que podría preocupar a mi madre o a alguno de mis seis hermanos numerarios cuando me vieran. El Padre no quería que trascendiera la verdadera causa de mi delgadez. Toda su preocupación era que la institución no quedara mal. Toda su obsesión era transmitir al mundo que vivir en Roma junto al Padre es como vivir en un oasis de paz y alegría.

El Prelado tiene muchos detalles de cariño con las personas que viven junto a él. Recuerdo el afecto con el que me trató cuando mi padre murió en España mientras yo estaba en Roma. Pero el Prelado -fiel seguidor de San Josemaría- siempre antepone la institución a la persona. Cuando es la Obra la causante del sufrimiento de algún miembro, como el Padre es incapaz de la más elemental autocrítica, es también incapaz de empatizar con el dolor de sus hijos.

Inmaduro







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