Estimada Ángeles,
Lamentablemente no conozco institución que atienda o recoja a los ex opus, más aún cuando el viejo Continente está pasando por una de sus peores crisis económicas. Pero vamos al grano. Tu hermana ha abandonado la “Obra” y puede solicitar la “ayuda económica” que se ofrece según el punto 83 del “Catecismo de la Obra”, que ha añadido en esta nueva edición de 2010, la siguiente frase: “…Pero puede haber casos en los que exista un motivo de caridad para ofrecerle ayuda económica”, en charla con la Directora correspondiente en la Asesoría Central. Lo más probable es que le den un punta pié pero dependerá del cómo haya salido y el cómo se acerque. Lo usual para los Directores Regionales es que el “expulsado” se arrastre como Magdalena mientras un “Jesús” lleno de satisfacción que el “pecador” le reconozca como “salvador” y le suplique que deje caer algunas migas del fiero banquete que disfruta.
No pretendo ser cruel pero es la forma usual para recibir un estipendio por parte de la Prelatura, más aún si tu hermana se ha portado con “buen espíritu” durante su tránsito por la misma. La bochornosa súplica debe ir precedida de entrevista y explicación al Obispo de la diócesis y carta dirigida al Prelado días antes solicitando intercedan. Prueba por allí. Si no resulta hay una vía legal. Si tu hermana ha trabajado en “labores internas” durante un tiempo puede hacer la denuncia respectiva por no percibir su sueldo correspondiente, beneficios sociales y despido intempestivo. Si tampoco resulta la vía legal porque las influencias de la Obra se mueven sugiero que se comunique con Agustina y pase su Hoja de Vida a ver si alguien le puede echar una mano. América Latina se está convirtiendo en un lugar prometedor de empleo.
Que se enajene el lector si les cuento que sé de numerarias auxiliares que, al abandonar el Opus y ser abandonadas por su “madre guapa” (el Opus) tuvieron que recurrir a juntarse rápido con varón que les mantenga para luego separarse con hijos encima. Como dirían los del Opus: así la sufren los que abandonan el “llamado de Dios”.
Nicanor Wong
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