Volver a la casa materna.- Nicanor
Fecha Monday, 20 December 2010
Tema 020. Irse de la Obra


 

Volver a la casa materna

Nicanor, 20 de diciembre de 2010

 

Cuando regresé a casa de mis padres tras dejar la casa del Opus contaba con unos años más que el hijo de SERE. La primera reacción fue arroparme en mi madre - menos mal que aún la tengo con vida - y llorar. No me dijo nada, considero que fue lo mejor. Tampoco sabía el porqué. Simplemente dejé que las lágrimas cayeran. Luego, noté en mi alma mucho cansancio. Sí. Tomar decisiones de este estilo, vitales, desgastan el alma. Mejor es "tirar para delante" y "perseverar".

 

Tenía claro que ya no daría marcha atrás y mi paso por el Opus Dei un tiempo de dedicación a Dios del cual no cabía arrepentimiento alguno. Con el alma más reposada en la estancia paterna, aún siguiendo con un modo de vida a lo numerario, repasaba mi salto en la oración ¿Era yo un fracaso? Apresuré a decirle a mi madre: "No me arrepiento de haber sido numerario". Sólo dijo: "Lo importante es que ya estás acá". Fui a ver a mi "otra mamá", la madre de un numerario sacerdote. Ella leyó en mi rostro lo que sucedía en mi alma; "Has dejado el Opus Dei, ¿No?". "Sí... esto de la santidad en medio del mundo es muy difícil", fue mi respuesta. Iba pasando el tiempo y recuperando mis amistades personales. Recién cuando me encontré con ex numerarios por esas "casualidades" de la vida, primero me sorprendí que hubieran salido y, luego, al abrirles mi interior sus historias eran similares a las mía...



Era como aquello que se lee en las terapias de parejas. Cuando intercambian experiencias y descubren "¿Qué, eso te pasa a ti?, ¡Vaya! Pensé que era el único tonto del barrio". Poco a poco sucedieron dos cosas. La primera que mi aparente fracaso en la "santidad personal" no era como lo pensaba. Empecé a indagar si el sentimiento de culpa que invadía mis sueños eran tales. Si mi "vocación" fue algo verdadero o inventado, fingido o empujado. La segunda, la reestructuración de la vida afectiva y personal al retornar con las amistades que siempre estuvieron allí, marginadas porque no cumplían con los requisitos para dedicarles tiempo apostólico y proselitistas, pero - una vez fuera - te acogen, reciben y preguntan. Serían las preguntas e intentar hallar respuestas lo que aflojaba las cuerdas que aún ataban mi alma y corazón. De hecho, aún tengo muchas interrogantes que resolver.

 

A las semanas, con la ayuda de mi madre, empezamos un "programa" de reinserción: estudiar, volver al ejercicio de la profesión - había dedicado décadas a labores internas - y buscar contactos. Nueva decepción. No era competitivo profesionalmente. La conciencia de no estar dentro de lo que el mercado laboral necesita te hace caer en la cuenta que estuviste dentro de una burbuja. Mientras dentro del Opus la podías pasar en una obra corporativa o labor personal durante alguna temporada, aún ejerciendo tu profesión... ¡Todo es una maravilla! Pero al salir caes en la cuenta que tus colegas te adelantan tantos años como los que estuviste dentro.

 

Recuerdo que el Doctor S, un numerario de los primeros, renegaba por las quejas de sus estudiantes pitables en cuanto que la Universidad de Piura les ponía demasiadas trabas para el ejercicio de sus trabajos. "¡Que se vayan para que comparen si fuera van a encontrar algo tan maternal como esta Universidad!". Varios se marcharon y encontraron que fuera, el mundo era más rico en capacidad de decisiones y hasta más "maternal". Recibía dolorosas cartas de los éxitos que alcanzaban fuera de la burbuja y las gracias por haberles animado a salir. Para suerte mía encontré numerosas personas que me acogieron, comprendieron y animaron a no desesperar.

 

SERE, el rol de una madre que recoge al hijo que sale es fundamental y no muchos lo tienen. Pasaron los años y aún mantengo aquello de "no me arrepiento de haber sido numerario" porque con tantas cosas que he vivido, visto, leído y aconsejado puedo dar fe con precisión cómo es el Opus Dei por dentro y si el Vaticano se propone hacer una investigación en serio no dudaría en presentarme como testigo y convicto de las crueldades que allí se cometen.

 

SERE, tu hijo tiene la suerte aún de tenerte. Tranquilos ambos, no lo presiones pero ayúdale a ponerse de pie. Cuando las tropas aliadas penetraron a los Campos de Concentración, cientos de cadáveres ambulantes miraban absortos a los soldados. No sabían si habían sido liberados o continuaban en cautiverio, habían perdido toda noción de libertad y decisión. Busca el consejo de un médico especialista. En lo que pueda, cuenta conmigo.

 

Y, para los lectores amigos que piensan que los que dejan líneas en esta Web ha abandonado las filas del Opus dando saltitos de alegría como la "Caperucita Roja", no es así.

 

No se da en todos los casos, pero la mayoría de las declaraciones acá recogidas son decisiones que ameritan ser narradas. Es un deber de justicia y catarsis, más allá del perdón que reclaman algunos fieles de la Prelatura. Perdón, sí, pero también justicia y los que no quieran perdonar... están en todo su derecho.

 

Nicanor

nicanor.wong@gmail.com







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