Recuerdos de hace muchos años (3).- Pimpinela escarlata
Fecha Monday, 20 December 2010
Tema 010. Testimonios


 

Cursos anuales amontonadas en una habitación

 

Recuerdo que hace muchos años, hice un curso anual en Gijón,  en la casa que dicen que era de la familia de D. Álvaro. (Solavieya). Estábamos muchas numerarias, de toda edad y condición. Estaban las intocables, que venían de Roma y otras naciones; otras medio intocables, que eran las mayores, y las que tenían apellidos especiales, pues eran sagas de hermanas, primas, etc.; otras las raras, que se dedicaban a hacer punto, leer, etc., siempre en dirección contraria a las demás y quedaban las normalitas, que  dormíamos en una sala, convertida en dormitorio, con tres pisos de literas y las más ágiles, trepaban por la escalerilla y llegaban a las literas superiores, dando con la cabeza en el techo...



Éramos un montón de numerarias en ese dormitorio, sobre 32. Y había para todos los gustos. Las súper púdicas, con la sabana y la colcha blanca, hasta la nariz (era en agosto); las que hablaban por la noche, había una que se pasaba todo el tiempo, dormida, pero rezando el rosario en francés y no dejaba dormir a nadie y no había manera de hacerla callar, hasta que una que era muy lista dijo: Pax y la dormida contestó In aeternum y se calló; cogimos el tranquillo y en cuanto comenzaba a rezar salían montones de Pax y así conseguimos dormir algo más y luego había otra, que llegó dos días más tarde y que venía de Madrid, se había enfriado en el tren con el aire acondicionado y llegó con contracción del colon, con fuertes dolores, gritaba a más no poder y el consejo local, sin conocimientos de medicina, tardó en avisar al médico, con lo cual pasó mucho tiempo hasta que llegó y le puso una inyección de Buscapina, se durmió y pudimos dormir, hasta que empezaba la del rezo del rosario…

 

Como era lógico, había pocos cuartos de baño, y para vestirnos y desvestirnos, lo hacíamos en el enorme dormitorio, había que hacer juegos malabares, para no enseñar ni un centímetro de piel, acabamos siendo expertas teniendo cada una el espacio de un ladrillo.

 

Siempre las de ese dormitorio, amanecíamos con mala cara y muertas de sueño, dada la placidez de las noches., acabamos tomando manía a la de los rezos nocturnos, que con el tiempo, llegó a ser la procuradora de una de las delegaciones de España.

 

En ese curso recuerdo que estaba Encarnita Ortega. Otra numeraria y yo, siempre salíamos con ella, por la tarde, para darnos largos paseos por el campo. Íbamos con paraguas, pues casi todos los días llovía y nos contaba cosas del Fundador y de los primeros tiempos. En aquellos años, estas confidencias nos encantaban, era oír de primera mano cosas que no sabíamos, que nunca habíamos oído.

 

Había varias numerarias que eran bastante anodinas; otras muy independientes, con su libro a cuestas, en parajes solitarios. No había mucha convivencia, fuera de los actos comunes, parecíamos desconocidas.

 

Los últimos días, se me hacían pesados, nunca pude aguantar más de quince días, el resto era contar los días para regresar.

 

Me asombraba, ver a mujeres hechas y derechas, siempre preguntando lo mismo sobre el Fundador, era un monotema. Había pocas personas con las cuales se podían tener conversaciones, ya fuesen culturales, de temas de actualidad, etc.

 

Éramos pocas universitarias y se notaba mucho. Muchas parecían amas de casa, menos hablar del servicio y de los niños, entraban todas las conversaciones, llevándose la palma las recetas de cocina.

 

No volví nunca más a esa casa y me alegré muchísimo. Regresé agotada y me prometí no regresar jamás de los jamases.

 

No sé cómo está actualmente esta casa, ya han pasado muchísimos años, me imagino que estará más acogedora y ese inmenso dormitorio no exista.

 

Hasta pronto.

 

Pimpinela escarlata

 

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