Valorar nuestra vida pasada para reconstruirla.- Zuri
Fecha Monday, 24 May 2004
Tema 040. Después de marcharse


Gracias por vuestros comentarios

He llegado después del fin de semana y me he abalanzado sobre el ordenador para ver que reacciones había suscitado mi escrito publicado el viernes: veo que ha provocado reacciones variadas y comentarios que procuraré responder.

A Dany muchas gracias por tus comentarios y por tus parabienes. Efectivamente mi empeño principal era escribir sobre valorar las cosas buenas de nuestro pasado. Al hacerlo así nos valoramos a nosotros mismos. La autoestima es importantísima. Creo que fue Aristóteles quien dijo que tener algo de autoestima es imprescindible para convivir con uno mismo. Que sigas tan "buena onda".

A Guillermo: efectivamente, lo "bailao" no nos lo puede quitar nadie. No nos lo arrebatemos nosotros mismos. En tu primer punto de discrepancia tienes razón con tu observación: haber salido del Opus Dei es el reconocimiento o el acto final de un empeño que fracasa, de ninguna manera el fracaso de una vida. Es decir, la persona que responsablemente decide irse de la Obra y seguir su vida por otro camino hace bien (hace lo que ve correcto) toma una decisión dificilísima, que se hace muy cuesta arriba y emprende nuevos empeños. La vida no se acaba, gracias a Dios, al dejar la Obra. En buena medida, para mucha gente, empieza la dura y maravillosa vida real. En ese sentido era yo el que me explicaba mal.

En segundo lugar, creo que todas las personas del Opus Dei intentan ser santos, y que bastantes se acercan mucho (utilizo el término en sentido lato, pues no hay nadie totalmente santo en la Iglesia militante). Pero:

1º la Obra tiene una serie de defectos estructurales, mecanismos perversos (en el sentido de que al buscar el bien se obra el mal), ya suficientemente analizados en esta web de falta de valoración de la conciencia individual, exaltación teórica de la personalidad de cada cual que se compatibiliza con una búsqueda deformante de uniformidad, etc. que pueden ocasionar horribles presiones e injusticias.

2º las personas (tanto directores como dirigidos en la Obra) no siempre tienen o tenemos el juicio claro, los sentimientos limpios y la voluntad fuerte.

3º el fanatismo, tanto el de San Josemaría como el de otros miembros, de alguna manera alentado en la Obra para las grandes convicciones, es un fuerte factor que distorsiona y enrarece las relaciones entre las personas.

4º al instrumentalizar visitas de pobres, labor formativa en clubes juveniles, apostolado, amistad etc. se desperdicia y se infravalora la maravilla de estas realidades. Esto es especialmente grave para personas (nosotros) cuya llamada es a santificar esas realidades haciéndolas lo mejor posible con entusiasmo y amor a las personas, y a las tareas.

Para Brian: chico, tienes toda la razón del mundo.
La verdad es que siempre me deprime darme cuenta de lo mal que me explico aunque lleve quince años de profesor. Intentaré hacerlo mejor. ¿Por qué se equivocan los directores? por cualquiera de las razones que he puesto anteriormente y quizá quede alguna más. Alguna vez o muchas puede ser por seguir el Espíritu de la Obra de modo fanático e irreflexivo.

Las personas más santas en la Obra son las que intentando hacer suyo el Espíritu de la Obra, toman lo bueno y dejan o ignoran de intento lo perverso. Esto exige gran inteligencia, rectitud de miras y gran fuerza de voluntad y no poca libertad de espíritu. Los directores que toman esta actitud son los que hacen más bien a las personas y a la propia Obra pero, como escribí en un correo del treinta de marzo esta actitud supone tal desgaste para la persona que con frecuencia acaba con la salud o con la paciencia del interfecto. Esto me lleva a otra importante cuestión ¿Qué es la mentalidad laical? Es lo mas esencial del espíritu de la Obra y se intentaba fomentar en todos nosotros.

Ahora bien, si no es decir tacos, ni trabajar como un negro; si más bien es no responsabilizar a la Iglesia ni a la Obra de nuestras decisiones personales; si quiere decir asumir la propia responsabilidad pero no sólo en nuestras actuaciones sino en nuestros criterios, en nuestra visión de la vida, en nuestra madurez de ciudadanos y de cristianos, entonces... Todos los miembros de la Obra tienen por vocación que adquirir ese criterio propio y, por otro lado les toca seguir a ojos cerrados consignas y criterios. La tensión, por tanto será constante y brutal dentro de sus almas y con frecuencia las decisiones de gobierno les llevarán a interpelarse seriamente. Si alguien puede ser honrado y consecuente en esa tesitura sin acabar trastornado, enhorabuena: puede llegar a ser santo y , de paso, el mejor mago o el mejor equilibrista del mundo. Y si prescinde de su sentido racional no será de verdad Opus Dei, habrá fracasado en su vocación, por mucho que sea "el brazo implacable del criterio y la conveniencia de la Obra". Es decir, querido Brian que coincido contigo en buena parte de lo que dices y espero haberme explicado mejor ahora.

Respecto a tus preguntas ¿quién tendría que pedir perdón a quién? mi respuesta es que sin duda el ofensor al ofendido, el que manipula la conciencia y las decisiones de un chico joven es el que tendría que pedir perdón a este. Pero eso: 1º está fuera de nuestro alcance; 2º ya ha sido tratado con mucha frecuencia en la Web.

En cambio el tono general de muchos mensajes es despotricar de la obra, de nuestras actividades cuando estábamos dentro, de los amigos o hermanos que tuvimos y del valor y de la eficacia de nuestra entrega. Y es lógico que proteste, el que ha sido víctima de los mecanismos perversos de la Obra o el que ha sido maltratado, o abandonado o perseguido. Y es lógico y bueno que se denuncie la injusticia y el peligro a los cuatro vientos. Pero el que esté en proceso de reconstrucción personal que no tire a la basura su pasado: los amigos que tuvo, los que conserva, los que recuperará; los recuerdos de sus logros; su conciencia de haber buscado el servicio de Dios; las labores humanamente y sobrenaturalmente enriquecedoras a las que aportó lo mejor de sí mismo.

Y lo más difícil va a ser contestarte, Lydia. Siento haberme explicado tan mal y haberte causado dolor y enojo con mis explicaciones. Creo que te debo una explicación más personal. Si yo veo con cierta frecuencia a cuatro de los residentes del antiguo Centro en que viví por espacio de 14 años y donde abandoné la Obra, si mantengo la amistad con ellos a pesar de las actuaciones desafortunadas que tuvieron algunos de estos en mi salida, eso para mí es real, son amigos que han demostrado la realidad de su amistad y de su fraternidad cristiana. Eso para mí es un tesoro, una de mis escasos haberes con los que reconstruir mi vida. Si un director de la delegación, después de mi salida me acompañó a ver casas para elegir una para alquilar, pues se lo agradezco en el alma. Si recuerdo la labor que desarrollé durante años en clubes juveniles y en que intenté transmitir a los muchachos el conocimiento de la naturaleza, el espíritu de trabajo, la práctica de la amistad, el amor a Dios, pues eso me acompañará toda la vida.

Decía Khalil Gibrán en "El profeta": "no te empeñes en cojear delante del tullido imaginando que eso es caridad". Y por eso te digo, Lydia: siento las vidas humanas destrozadas, siento las presiones despiadadas, siento los engaños y los malos tratos y las persecuciones, y me angustia el dolor y el sufrimiento de tanta gente que se asoma a esas páginas. Para entenderlo me basta recordar mi último año en la Obra y la horrible desesperanza que me invadió. Pero en nuestras manos, en las mías, en las tuyas, y en las de todos los que leen la web, está un remedio poderoso:

valorar nuestras vidas y nuestra historia,
valorar nuestros sueños y nuestra entrega generosa,
valorar a nuestros amigos,
sacar lo mejor de nuestros recuerdos,
valorarnos a nosotros mismos, tener el orgullo de haber sido consecuentes con nuestras convicciones tanto cuando entramos como cuando salimos, de ser hombres y mujeres de una pieza.

Usar de todo ello para reconstruir nuestra vida sin rencor que envenena, sin odio que ensucia y sin miedo que paraliza, confiar en Dios que ha permitido todo eso por algo (Él sabrá por qué) y no dejará de premiarnos.

Por lo demás respeto las opiniones que manifiestas en tu escrito y espero que encuentres árboles inamovibles que te den sombra y refugio, por mi parte te brindo mi amistad.

Bueno pues gracias a los cuatro, os envío un abrazo fuerte a cada uno.

Lamento haberos causado dolor o enfado a algunos y espero haberme explicado mejor ahora.

Abrazos

Zuri







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