Pequeños recuerdos de grandes errores (II).- Fueraborda
Fecha Friday, 17 December 2010
Tema 070. Costumbres y Praxis


PEQUEÑOS RECUERDOS DE GRANDES ERRORES (II)

Por obedecer a Escrivá pasé la noche corrigiendo obras maestras

 

 

Os conté recientemente el recuerdo que tuve del día que espié a una hermana mía para delatarla posteriormente.

 

El recuerdo de hoy viene a raíz del escrito de Pimpinela Escarlata sobre el correo.

 

Cierto día, en el sobre de correo había una nota con el mandato de que se llevara a la práctica cierta indicación del fundador.

 

Dicha indicación consistía en que todas las imágenes de la Virgen en nuestros centros debían llevar corona. Y son muchas las representaciones marianas en los centros de la obra, ¿cómo si no, vivir la costumbre de las miradas a la Virgen?...



Comprobé que no era posible hacerlo, dado que nuestras imágenes no eran sino horribles láminas representando grandes obras de los artistas clásicos.

 

Contesté diciendo que en nuestro caso no podía hacerse así, y me olvidé del tema.

 

Pero olvidé que en la obra, nunca se puede decir que no se puede o que no se sabe, por lo que a causa de mi desobediencia recibí una bronca y la exigencia de cumplir mi obligación en brevísimo plazo.

 

Cierto que demoré el mandato, no por dejadez ni rebeldía, sino por no ocurrírseme la forma de poder llevar aquello a cabo. ¿Cambiar todas las imágenes de la casa? ¿Qué hacer si no?

 

Pues bien, me vi obligada a hacerlo, por encima de todo sentido común, artístico, cultural, estético. Fue a lo largo de dos noches, a escondidas, sin contárselo a nadie a causa de la vergüenza que me producía.

 

Mi hazaña, en contra de todo raciocinio, consistió en desmontar los cuadros, separar la lámina, coger un lápiz dorado y trazar un círculo sobre las cabezas de las Vírgenes que pintaron Murillo, Rafael, Leonardo da Vinci… ¡y hasta a la escultura de la Piedad, de Miguel Ángel!, enmendándoles la plana, para bochorno de todo el que a partir de entonces se chocara con aquel esperpento, al dirigir su mirada a la Virgen.

 

En el caso de este pequeño recuerdo, al tratarse de una anécdota material, no tuve que traicionar mi conciencia. Pero creo que es una muestra ilustrativa de cómo se desarrolla en la obra la cadena de mando.

 

El fundador, que era un narcisista, manifestaba su voluntad arbitraria y caprichosa. Los directores, no dudan en hacerlo llegar a sus súbditos sin ningún discernimiento ni reflexión, y exigir el cumplimiento exacto sin contemplar excepciones.

 

¿Qué autoridad tiene nadie para obligarme a una acción material que nada tiene que ver con la santidad en medio del mundo, única causa a la que yo creí entregar mi vida?

 

Lo peor es que en la obra todo se hace al más puro estilo estalinista.

 

Lo que hay que hacer se hace, sin vacilar, sin miramientos, escribía el fundador.

 

En este caso, se trató de hacer una chapuza con la que sólo traicioné mi sentido cultural y artístico, pero si hubiera tenido que traicionar mi conciencia, o a una hermana mía, o a una amiga, o a mi propia madre, lo hubiera hecho de la misma forma, como lo demostré mil veces.

 

En lugar de desmontar un marco, desmonto unos principios, y aquí no ha pasado nada.

 

Tengo también cientos de recuerdos de cómo fui desmontando mis propias ideas, mi conciencia, mis gustos, mis valores…, por exigencias de esta entrega tan peculiar.

 

FELIZ NAVIDAD PARA TODOS,

Fueraborda

 

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