LA HORA DE LA VERDAD PARA EL OPUS DEI

Recidivo, 15 de diciembre de 2010

Estoy plenamente conforme con lo que dice Sinmiedo en su reciente artículo (10.12.2010). Pienso que habría que considerarlo con atención. Por ello, me parece importante comunicar al obispo de la diócesis, que es el legítimo pastor de todos los laicos de la obra, aquellas cuestiones relativas a los procedimientos de la institución que no son aceptables. No se puede permitir que sigan actuando impunemente.

Teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de los miembros de la obra nos hemos tenido que ir, no por capricho, sino por los abusos de todo tipo sufridos mientras estuvimos en ella, ahora resulta que somos una fuerza enorme para reivindicar ante la Iglesia.

Nuestros legítimos pastores, los obispos, son personas acogedoras y bien dispuestas a escuchar. No es complicado hablar con ellos. Es una experiencia que curará muchas heridas. Sólo hay que llamar a su secretario y pedirle una audiencia.

¿Y qué cosas se pueden aducir en esa audiencia? Depende de cada uno, pero hay cosas muy graves como, por ejemplo:

1.      El proselitismo inducido de modo coactivo con argumentos morales del tipo de: “Tú tienes vocación, y si te niegas a esa voluntad de Dios te puedes condenar”. No permitiendo posteriormente tampoco discernir personalmente la vocación durante los periodos de prueba. Esto, hecho con gente menor, es un gravísimo atentado, porque es meter a una persona a la fuerza por un camino que no es el suyo, con la correspondiente alteración de su itinerario y lugar existencial.

2.      El no mostrar a las claras desde el principio en qué consiste la praxis de vida en el opus: se presenta como no salir del propio ambiente; te haces de la obra con la condición de no ser nunca religioso; y luego te encuentras un estilo de vida igual que los religiosos. No te dan nunca los estatutos legales y te abruman con directivas no aprobadas por la Iglesia. Eres “fiel” de una prelatura, pero vives según los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, la vida en común, etc., que nada tienen que ver con la real configuración jurídica de prelatura ni con sus estatutos.

3.      Como consecuencia, nos han engañado y defraudado con obligaciones y compromisos morales graves en cuestiones económicas, sin que tales compromisos consten en los estatutos. Y cuando te vas, te encuentras sin nada de nada.

4.      Lo mismo ocurre con la práctica impuesta de llevar dirección espiritual personal obligatoria con los directores, lo que supone un abuso intolerable porque lesiona el derecho a la intimidad, a la buena fama y a la libertad de conciencia, siendo la ocasión de innumerables manipulaciones de la conciencia y de las personas. Así mismo, se reprime mediante la corrección fraterna la libertad de expresión y de comunicación.

5.      Este modo fraudulento de funcionar por parte de la institución, que engaña a las personas y a la autoridad de la Iglesia, y que crea un ambiente insano, provoca alteraciones psicológicas en los miembros, que son llevados a psiquiatras de la obra para que los amortigüen. También son llevados a esos psiquiatras aquellos que dan muestras de pensamiento independiente o de disidencia intelectual, de modo que resulten anulados por este medio.

6.      Y, por último, el engaño y el pecado de otorgarle al fundador el obsequio de la fe que sólo a Dios se le ha de dar, pues la institución induce a los miembros a creer tantas barbaridades que dijo y organizó el fundador como si vinieran del mismo Dios, porque él mismo así lo afirmó.

Que cada uno examine su caso, pero no dejen de ejercer sus derechos y de denunciar a los responsables de estos desmanes para que no sigan engañando y abusando a sus anchas de la gente que se acerca a ellos con intención de ser buenos cristianos.

Recidivo