Más sobre Vlado.- Bastian
Fecha Wednesday, 24 November 2010
Tema 010. Testimonios


No entro a valorar los juicios de valor que sobre Vlado Vince y Luka Brajnovic hace Alberto Moncada en fechas recientes. Si él los conoció personalmente, tendrá elementos para ello. Sin embargo, dudo de la fidelidad de su memoria cuando dice que Vlado pitó en Madrid. Y no lo digo yo, que también tengo algunos años y algunos agujeros en la sustancia blanca (además de en la gris, claro): se puede leer en un libro.

 

En la nota número 99 al pie de la página 132 de la segunda edición de la hagiografía que en diciembre de 2003 reeditó Andrés Vázquez de Prada sobre Escrivá, El fundador del Opus Dei (Ediciones Rialp S.A. Madrid), se dice: "Entre los primeros italianos estaban: Francesco Angelicchio, Renato Mariani, Luigi Tirelli y Mario Lantini (cfr. Francesco Angelicchio, Sum. 3505). El primero que pidió la admisión en Roma fue Vladimiro Vince, croata, al que habían conocido José Orlandis y Salvador Canals durante el curso 1943-1944, cuando estudiaban en el Laterano. Después de la liberación de Roma, por temor a los croatas comunistas, partidarios de Tito, tuvo que permanecer oculto hasta que en 1946 pasó el peligro inmediato y pudo hacer vida normal. En abril, estando en Roma, don Álvaro vio claro que su sitio era la Obra. Más adelante, en el verano de 1946, se trasladó a España. Cfr. José Orlandis Rovira, Mis recuerdos..., ob. cit., pp.77-96; y Carta de Álvaro del Portillo: Roma, 17-V-1946 (AGP Sec. B1.leg.3, C -460517)".

 

Ya ahora, para que Alberto Moncada me ayude a recobrar parte de mi memoria, me gustaría saber si en los años 1966 o 1967 estaba él en la delegación de Pamplona y si los que tuvimos que hablar con un Moncada antes de hacer la oblación como numerarios lo hicimos con él, su hermano u otra persona con el mismo apellido.

 

También me gustaría saber si esa entrevista con alguien de la delegación era solo un trámite o te podían decir que no. Sí recuerdo que, quien llevaba mi confidencia -ahora libre por Valencia según me dicen, y disfrutando de su pensión de catedrático celeste-, me advirtió de que me preguntaría la razón por la que yo quería hacer la oblación, a lo que podía contestar lo que quisiera, pero que siempre estaba bien decir "que porque me daba la gana". Y ya, finalmente, apelo de nuevo a la memoria de Alberto Moncada, para preguntarle si aquel paripé hacía nula la incorporación o eso le daba igual a todo el mundo (como creo que ocurría).

 

BASTIAN









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