El peor sitio para vivir y el peor sitio para morir.- Heidi Berger
Fecha Friday, 08 October 2010
Tema 010. Testimonios


El peor sitio para vivir y el peor sitio para morir

Heidi Berger, 8 de octubre de 2010

 

Mañana, 9 de octubre, cumples tus 40... No podremos celebrarlos como me gustaría. Ya no puedo llamarte ni enviarte un abrazo virtual. Tampoco una tarjeta por correo.

No llevas ni un año en el cielo. Te fuiste, sin poder despedirnos del todo, poco antes de Navidad. Desde ese día llevo una espina en el alma que solo podrás quitarme cuando vuelva a verte. Mi recuerdo lleno de afecto sincero es lo menos que te mereces. Sabes que somos varias a las que todavía "nos dueles"... Nos querías de verdad, y se notaba. Por eso pesa tanto seguir caminando en esta vida sin la certeza de que lo intentamos todo por ti. Sé que no nos lo reprochas, no es tu estilo.

Recé ante tu féretro con el alma rota. Con el alma rota al ver tu vida ya sin vida. Y tanto sufrimiento sin sentido. Lo sabes muy bien, eso no era de Dios. Dios nos quiere felices y en la obra no pudiste serlo.

Estuvimos un buen rato casi solas en el oratorio de Müngersdorf. En esa casa en la que compartimos tanta vida juntas. Verte, encontrarnos así supuso para mi enfrentarme a esa vida que yo, al entender de la obra, había traicionado. ¡Como se equivocan! ¡Qué sabrán de Dios, vocación, felicidad y camino!

Hace poco comentaba una oreja que se les recomendaba rezar ante un cadáver... contigo se lo perdieron. ¡Si estuvimos casi solas! Yo (la descarriada, la de mal espíritu), tus padres, los vicarios y alguna más. Estuvieron las que llegaron justo media hora antes de misa. Chica, cumplieron. Hicieron la oración de la tarde-misa-acción de gracias. Qué pequeñez de alma, ¿verdad? Pero cumplieron. Hasta apuntándose cositas en la agenda y hojeando Noticias. Sigue pareciéndome patético.

Sé que ya no te importa. Sé que nunca te importó. Me desconcertaste mucho cuando, a medida que pasaba el tiempo, noté que te ponías ¿"rara", dura? Conmigo no eras así. Con las que notabas que te querían de verdad, tampoco. Ahora pienso que lo que se te atribuía de enfermedad, o mal espíritu (¡las cosas que habré escuchado!), era quizá un gesto elemental de supervivencia. Ya que nadie te defendía, tenias que encontrar alguna manera de que el dolor no llegase fuerte a tu alma. Después, las pastillas... una carrera peligrosa que tristemente perdiste.

Una de tu casa comentó: "hay gente a la que mejor hay que dejar morir". Punto. Qué fácil. Qué cruel. Qué idiota.

Descansa en paz.

Heidi Berger









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