Sobre la audacia de plantear a otro la vocación al Opus Dei.- Nicanor
Fecha Wednesday, 06 October 2010
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


Copio texto de un fiel de Escrivá en la disertación sobre cómo Dios se sirve de otras personas para llamar gente a su Obra: “Se sirve el Señor también de personas que pone a nuestro lado: una vecina, un compañero, alguien que conozco por casualidad. Pero lo más normal es que sea un amigo, alguna persona que nos quiere bien, y se toma la molestia de salirnos al encuentro. ¿Por qué no ha de valerse el Señor de quienes siendo como nosotros, de la misma madera, pueden desvelarnos el misterio de la llamada? Muchos de nosotros podemos ser instrumentos de los que Dios se valga para dar a conocer su voluntad a otros. No debe existir temor en proponer directamente a una persona, joven o menos joven, que se plantee la posibilidad de la llamada del Señor. Es un acto de estima y de confianza. Puede ser un momento de luz y de gracia. Jamás agradeceré bastante su audacia al amigo que me habló por primera vez de la posibilidad de entregarme a Dios”. Hasta acá no hay problema alguno. Sí pongo énfasis en las propias palabras de este Opusino: “… podemos ser instrumentos…” La pregunta subsiguiente es: ¿Y si no lo somos?, ¿Cabe esa posibilidad? O ¿Se debe dar por descontado que algunos son, inefablemente, los instrumentos de Dios para dar a conocer su Voluntad?

Continúa este fiel de la Prelatura, ahora llevándolo al plano emotivo: “Es como la historia de dos enamorados. Dios, enamorado de cada uno, nos va rondando, hasta que nuestra alma se enamora. Hay un diálogo entre la persona humana y Dios, entre libertad y llamada. Dios no ha escrito mi vida antes de que yo la viviera. La vamos viviendo juntos Él y yo”. Lindo, ¿Verdad? De hecho, cuando se conjuntan en un chico o una chica la sumatoria:

Inquietud religiosa + Carácter muy dócil o muy rígido + Creer firmemente que la Prelatura es una teofanía = Vocación al Opus Dei

Y es que, como dicen los seguidores de Escrivá, “Dios te elige para algo grande” que en verdad es “Te necesitamos para nuestros fines”. ¿Diálogo entre la persona humana y Dios? Nada más lejano a la realidad de la Prelatura. Casi podría decir que en el Opus Dei tenía dos bocas y una oreja. Saber escuchar es una metáfora para quien “trata” a alguien que queremos que responda generosamente al “llamado de Dios”.

Continúa el Escrivariano: ”Dios habla en la intimidad y mi intimidad puedo tenerla cerrada o abierta. Si tengo cerrada la intimidad será muy difícil poder escuchar: ese es el modo más eficaz de "guardar las distancias" con Dios. El que es egoísta (…) no sabe escuchar, ni a los hombres ni a Dios. Dios habla sirviéndose de la estructura psicológica del hombre y habla en la conciencia: si estamos abiertos a Dios, en nuestra conciencia nos interpela Él mismo”. ¿Él mismo? Vayamos a los modos como ese “Él mismo” va calando en la conciencia abierta: primero vas por una catequesis, por una charla, círculo o meditación. Luego vas leyendo los textos de Escrivá y te enganchas con un cura que te confiesa y charla contigo. Al mismo tiempo un numerario o numeraria se hace “tu amigo o amiga” que empieza a escarbar tu intimidad. Así durante varias semanas, un diario y planificado seguimiento de “los instrumentos de Dios” hasta que desembocamos dentro de un curso de retiro o una convivencia y ¡zas! Nos plantean la vocación a la Obra de Dios, eso que dicen es “participar de la intervención de Dios mismo en la historia de la Iglesia y del Mundo”.

Termino con las frases del autor del artículo sobre la vocación: “Jamás agradeceré bastante su audacia al amigo que me habló por primera vez de la posibilidad de entregarme a Dios” y me detengo en “posibilidad”. ¿Cabe la “posibilidad” cuando, durante meses, diariamente, han estado horadando tu “intimidad abierta” respecto a ser generoso o generosa?

Los que hemos sido numerarios o numerarias durante varias décadas en puestos de Gobierno en la Labor de San Rafael bien sabemos cómo se tiene que proceder para desembocar lo que el mismo Escrivá deja por escrito, un manual para causar “la crisis vocacional”.

(Texto tomado de Manuel Roca).

Nicanor

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