A propósito del correo de Atomito.- Ramón
Fecha Wednesday, 29 September 2010
Tema 900. Sin clasificar


A propósito del correo de Atomito (y otros parecidos) del lunes, me vienen a la cabeza las mismas ideas de siempre: cómo pudo Escriba hacerse con semejante emporio, y cómo puede concebirse desde una perspectiva espiritual y cristiana medianamente adulta.

 

Yo creo que la clave está en lo espiritual, que no es lo mismo que en lo intelectual, sino algo que es bastante más emocional. Ahí es donde patinamos muchos.

 

Antes que nada, debemos tener en cuenta que la inteligencia no es una entidad univoca: existe la inteligencia analítica, matemática, pero también la inteligencia interpersonal. Ejemplo: una persona puede ser un genio de las matemáticas pero ser un desastre como profesor. Alguien puede ser muy inteligente de cuello para arriba, pero un desastre de ombligo para abajo: de eso se valen espías como MataHari.

 

De este modo, gente perfectamente normal en el aspecto académico, puede tener cosas bastante especiales en el aspecto personal o relacional. Puede ser catedrático de física de partículas y creerse a pies juntillas que la Cienciología es la solución a sus problemas. No nos extrañe, el ser humano es así.

 

Cuando analizamos el fenómeno Escriba, tendemos a asimilar su mediocridad teórica y teológica (que ya había gente haciendo lo mismo, que no es nada original en sus planteamientos, que es chungo king size...) con su capacidad como líder o predicador. Para mi Escriba juega la carta del outsider, del llanero solitario, es decir, el héroe que hace la guerra por su cuenta. Luego cobra por su labor, pero eso no sale en la película. Y además, se rodea de gente muy inteligente, con gran capacidad de organización, de recaudación de fondos, etc,... de modo que a mayor prestigio, mayor relumbre, etc... creando un círculo vicioso, donde dinero y prestigio llaman a dinero y prestigio.

 

Por otra parte, el Opus juega fenomenalmente, como se ha expuesto recientemente, con la carta interpersonal. Nada que objetar contra el apostolado de la amistad, contra el ser agradables, pero sí contra el uso y manipulación de la amistad, valiéndose de la inferioridad emocional de los adolescentes y jóvenes para obtener beneficios propios. También esta es la base del marketing directo tipo Tupperware o Avon: en cierto modo, tendemos a identificarnos y creer más a los que son como nosotros o aparecen como tales, pero siendo mejores. Si encima son buena gente (cosa que el Opus cuida todo lo que puede), funciona el mecanismo psicológico básico. Por eso en su propaganda figuran siempre los supernumerarios. Es lo que los teólogos medievales llamaban "el demonio meridiano": el más peligroso, el que aparenta ser una florecilla del campo.

 

Una última consideración merece el asunto teológico y doctrinal. Los católicos y en especial los españoles tenemos una formación espiritual y teológica bastante pobre. Los protestantes nos acusan de superchería, con cierta razón. Digo esto porque solo así se puede entender que en pleno siglo XX alguien considere importante si sonó o no sonó la campana o si Escriba vio o no vio nada o si predijo la hora de su muerte. Si lo hizo, esto solo confirma un caso de personalidad paranoide, y nada más.

 

En el fondo, no nos creemos que Dios habita la realidad, sino que tendemos a pedir efectos especiales: visiones, apariciones, premoniciones. Yo no tengo problema con llamar Obra de Dios a algo bueno, desde la obra de la Madre Teresa a las maestras que trabajan en escuelas de barriadas marginales. En principio, todos los somos, pero no nos lo creemos. Toda persona es una obra de Dios. No hace falta magia. No es necesario empezar con argumentos sobrenaturales. Pero por educación hay gente que cree que Dios se manifiesta a algunas personas (vid. Escriba) para contarles cosas excepcionales de manera excepcional. No les vale con que sea una idea cualquiera, tiene que venir con humo y chispas.

 

Repitamos, una vez más que todos somos un milagro, que el amor lo es, que las cosas buenas nos las dice Dios al oído (sí, como a Escriba), que todos estamos consagrados a Él desde el bautismo (no solo los curas y monjas). Así se puede desactivar el mito de la vocación y otras tantas cosas extrañas, por decirlo en palabras de Escriba, "sobrenaturales". Que yo sepa, la barca de Pedro no tenía nada de sobrenatural. Pues eso.

 

Ramón









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