¿CUÁNTOS OPUS DEI HAY PARA UN NUMERARIO? (IV).- Sarnoso
Fecha Wednesday, 22 September 2010
Tema 010. Testimonios


¿CUÁNTOS OPUS DEI HAY PARA UN NUMERARIO? (IV)

(Leer anteriores: Capítulo I - Capítulo II - Capítulo III)

 

 

SEXTO OPUS DEI: CENTRO “DE MAYORES”

 

Viví en un centro de mayores de pasada. No es que fuera una pasada… sino que fue poquita cosa lo que estuve. Pero es un Opus Dei totalmente distinto a todos los anteriores. He de decir que era un centro donde se atendía la labor de san Gabriel, no que fuera un centro “terminal”, que también los hay y ya hablaré más adelante.

 

Igual que antes había descubierto lo que eran los agregados, esa gente que cenaban a tutiplein y rajaban de los numerarios y que tenían “sobrinos” postizos (hijos-hijas de algún amiguete, pero que como estaban tanto en sus casas, ya los consideraban sus tíos, con regalitos y todo)… pues ahora tocaba descubrir el maravilloso mundo del otro puchero: el de los supernumerarios. Como en todos sitios hay de todo… pero yo eliminaría fulminantemente la numerarez y la agregadez de la faz de la tierra y dejaría sólo a los buenos y pobrecitos supernumerarios. Me hervía la sangre cuando veía que el fundador no “había visto” a los supernumerarios hasta veinte años después del 2 de octubre. Macho… pero ¡¡si estos sí que son normales y sí que están en medio del mundo!! Si estos sí que son santos en medio del aeropuerto, del puerto, del campo, del club de golf, del mercado, con sus cuatro niños, suegra, piso en la playa y misa diaria.

 

En este periplo es cuando tomas conciencia de que en tu vida no has hecho nada de provecho, salvo que eres capaz de escribir 50 christmas en cada tertulia de diciembre y poner siempre la misma frase sin inmutarte o con has conseguido que miles de niños de 12 años hayan ganado medallas en “nuestros” campamentos. Esa debe ser la crisis de los cuarenta. Y por eso hay que celebrarlo con bombo y platillos...



Recuerdo que un numerario de un centro cumplía treinta y pico, y siete quizá. Era mala fecha y no se le pudo “celebrar” ni con un show, ni peli y la comida fue normal. No pudo elegirla porque al dire se le pasó. El tío se pasó cinco días sin hablar con nadie del centro, en las tertulias callado, en las comidas no hablaba… si es que ya a esas alturas de la vida te agarras a pedir una vez al año los macarrones al horno que hacía tu madre… y si pasa un año ¡pues se derrumba el castillo! Recuerdo que me fastidiaba que sólo se celebrara o el cumpleaños o el santo. O lo uno o lo otro ¡Vaya! Si yo celebro todo. Yo ahora celebro mi cumpleaños, santo, primera comunión, confirmación, primer beso, primer te quiero, boda… y los de mis amigos, familia, mujer, hijos… y que viene la primavera, invierno, que ha llegado la lámpara por fin del salón, que carrefour está más vacío ¡la vida es celebración! Y os aseguro que lo de las fiestas A, B, C crean un trauma. ¿Por qué el día de San Matías hubo cerveza y avellanas y hoy que es San Marcos sólo hay cocacola y aceitunas? ¿Es más importante la ordenación de los 3 primeros que la Anunciación o la Santísima Trinidad? Dentro de las celebraciones de los cumpleaños, en el fondo también había numerarios A, B o C. ¿Por qué en el cumpleaños de éste venía alguien de delegación y en el mío no? Son traumillas que se crean.

 

Bueno, a lo que iba. Que uno se plantea qué ha hecho con su vida viendo a los infatigables e incombustibles atletas de la santidad, los supernumerarios. Así que desde aquel día, miré a mi alrededor y me fijé en lo único que podía hacer para ser útil en el “estado numeral” en el que estaba. Treinta y pocos años y… ¡por lo menos, dejadme ser sacerdote! Al menos celebraría misa, confesar, hacer algo de provecho con todo el mundo… y no el numerario, que está a medio camino de todo, pero no es nada en concreto: ni cura ni laico, ni religioso ni consagrado… Tengo un amigo sacerdote diocesano, que ya me contaba cómo era su “labor” y yo alucinado ¡eso sí era una vida gastada en y para Dios! Y yo me dedico a rellenar cuadrículas con letras y números E7, B10, bufff. A todo nume con añitos le llega el momento en que le gustaría ser o haber sido sacerdote. Y si no es así, es porque tiene cargos de gobierno. Fijaos.

 

“Escríbele al Padre”, es la respuesta del director autómata si uno habla del sacerdocio. Pero pasaron años y años y nada. Unos se iban a Cole romano y otros nos quedábamos despidiéndolos y buscándolo en las fotos Crónica a los 6 meses. Y en la procesión del corpus de cavabianca buscaba entre las cabecitas a menganito y fulanito. Ahora, de las cosas más tristes que hay en el Opus Dei son los numes que vuelven de Roma sin ordenar. Esos sí que son deshechos de tienta. Hablan de Roma como si hubieran tenido que hacer algo que no hicieron. Daban penita. Y a mí me daba miedo terminar también así… así que no insistí.

 

“Dime algo de provecho que hayas vivido en el OD” me preguntó una vez un amigo cuando ya estaba fuera. Y sin dudarlo, lo vuelvo a decir. Es algo que es casi “contrario” al espíritu del OD. Como todos sabéis, las visitas de pobres es un señuelo solidario. Las visitas de pobres es la única cosa donde lo pasan mal 3 de las 4 partes: el numerario que le toca ir porque eso no es lo suyo, pero lo hace por el apostolado; el chaval que va, porque lo pasa mal y suele ir a regañadientes; la viejecita visitada, porque a las cuatro de la tarde nadie quiere charlar con nadie. El único que disfruta es el director que te ha mandado desde su silla del despacho de dirección, y además, “coge el autobús”. Sólo es para ablandar un poco el corazón del chaval y ¡zas! escribe aquí. De hecho, ningún miembro del OD hace “visita de pobres” si no hay un rendimiento apostólico. No se hacen visitas de pobres de san miguel. Romerías puede. Visitas de pobres, no.

 

Bueno, pues desde este centro, me dijeron que si quería ir en verano a un campo de trabajo en un país lejano muy subdesarrollado, para ayudar la labor. Iba gente que había tratado en mi primer centro cuando eran chavalines y ya tenían su “edad de merecer”, con los que ya sabemos a qué iba, ¿no? Pues fue la mejor experiencia de mi vida. Ni cursos de retiro, ni cursos anuales, ni esa conversación con no sé quién, ni en el encuentro con el prelado... No. Fue estar allí, un mes entero, en un poblado perdido de en medio de un país perdido, donde nadie tenía nada. Allí me sentí útil por primera vez en mi vida. Lo que yo hacía servía, y si no lo hacía, no lo hacía nadie. Veía como los niños del país, sucios, se alegraban cada vez que nos veían y no esperaban nada a cambio. Me hubiera quedado arreglando aquel pequeño poblado con mis manos o haciendo toda mi vida juegos para sacarles una sonrisa a esos niños que no tenían nada. Pero bueno, uno vuelve y a los dos meses ya se está quejando de que este filete está más hecho de la cuenta. Pero os puedo asegurar, que aquello sí que era entrega, era duro, pero era gratificante por fuera y dentro del alma. Imprime carácter. Por supuesto, ninguno de los que iban de campo de trabajo pitó. Pero lo pasamos en grande y todavía me emociono cuando veo las fotos.  Y por supuesto, decidí en el interior de mi alma nunca más dedicarme a entretener a niños de colegios de fomento que se quejan si el campo no es de césped artificial. Y cuando leía Camino –libro insufrible, no sé a vosotros, pero a mí me decía muy poco- aquello de “ten una vida útil, deja poso”… me replanteaba todo.

 

Pues vivir en un centro de mayores es una experiencia solitaria intensa. Después de la tertulia del mediodía todos a sus habitaciones. Y silencio. Silencio o ronquidos durante una horita. Yo la primera vez me quedé escandalizado. Luego me uní a las redes de morfeo a esas horas. Otra vez, a las once de la noche me desperté a tomarme algo en el office (porque no hay cocina, hay office) y vi a un tío tirado en el sofá viendo la tele. Radio macuto se lo dijo al director pero el dire me dijo que no pasaba nada. Y entonces me soltó la frase “los jóvenes parecen santos, pero no lo son; los mayores, no lo parecen, pero lo son”. Eso es, lo importante no es parecer sino ser. Ama y haz lo que quieras. Tururú. Eso sólo se les permite a los numerarios, mayores de cincuenta años y con un carácter de agárrate… ésos son los que hacen lo que quieren cascarrabiamente toda la vida. ¿Me veía así dentro de unos años?

 

Todos sabéis que lo más aburrido para un numerario, yo por lo menos lo temía, eran los domingos por la tarde. El reloj iba despacio, casi marcha atrás. La gente en el centro tenía un único hobby que era regar “sus” plantas o salir a hacer deporte vestidos de los años 30. Uno con el tiempo adquiere la habilidad de distinguir a un cura haciendo deporte a 100 metros y de espaldas simplemente viendo la indumentaria que lleva. ¿Es necesario esa gorrita? ¿y muñequetera?

 

Al final de la tarde del domingo, teníamos el círculo breve. Odiaba la charla en tercera persona. Siempre cargadita de anécdotas o teórica (dependía de la gracia del que diera la charla) pero nada personal. Nadie decía “pues a mí, en Misa me sirve mucho hacer…” y si lo hacía, estaba mal, corrección fraterna al canto. Había que decir el espíritu en tercera persona, y en nuestro caso, en masculino singular. Se hacían terribles los círculos, todo el mundo esperando que terminara para ver los goles en la tele, o a Letizia Ortiz en tiempos. Y luego estaba el tema de las enmedatio. Eso era de religiosos y lo sabe hasta el último adscrito recién pitado. ¿De dónde que yo me acuse aquí en medio y este tío, laico como yo, me imponga penitencia? Pero si querías ganar puntos, había que hacer enmedatio. Y si venía alguien de delegación a dar el círculo, vamos, había que darse tortas para consultar la enmedatio.

 

Las enmedatio son de cuatro tipos: 1 retraso de normas, 2 no corrección fraternas, 3 ángel custodio / jaculatorias, 4 si tenías mucha imaginación otra. Ya está, de ahí no se salía nadie. Un teatrillo, como otro cualquiera. Lo que no entendía es que todo el mundo con su agenda y había tíos que apuntaban durante mi enmedatio ¡¡no hombre, no apuntes esto!!

 

¡¡Agendas!! Recuerdo todo un mundo de agendas, de marcas, de agendas electrónicas, de palms y HP, buff. Y del mundo del móvil. Recuerdo que cuando consulté si podía comprarme un móvil me dijeron “en principio no”. Que era una frase comodín. En principio no es como decir, “si ya, si ya sé que es necesario, que hay que tener uno, pero ahora te fastidias un rato y esperas a que a mí me parezca bien concederte ese privilegio”. Y uno aguanta estoicamente el chaparrón de no tener móvil hasta, buff, hasta que mi sobrino de 12 años ya lo tenía. Y mi amigo escolapio iba por el segundo.

 

En un centro de mayores y ya con la treintena bien entrada, uno tiene cierta curiosidad espiritual. Son 2 horas diarias en un oratorio mínimo. Mi amigo escolapio y mi amigo sacerdote me hablaban de libros y de santos. Yo solo conocía a San Josemaría, Sta. Teresa, Sta. Teresa de Lisieux, Sta. Micaella del Valle, el Papa Juan Pablo II y el resto eran todos los escritos de curas del OD: desde don Alvaro al último consiliario de Bolivia, pasando por el hombre de villa tevere. Nunca había leído a ningún otro santo. Ninguna otra espiritualidad que la de Salvador Canals. Y si quería saber algo de los focolares, de los legionarios, kikos, etc… mal. Y si quería saber algo de los agustinos, calasancias… mal. Aquí sólo se lee el Vázquez de Prada. Me constreñía hasta espiritualmente el OD éste. ¡¡Pero es que nadie se plantea dentro que la Iglesia es mucho más rica, grande y preciosa!! ¿Pero es que no confiáis en mí si leo un libro de “otro” santo? A lo mejor también son “malos” pastores.

 

En esa época tenía que ir a Misa fuera del centro para llegar a trabajar a mi hora. Eso también era una bocanada de aire fresco. Hacía 15 minutos de oración por la mañana por mi cuenta, 15 con la peña, e iba a Misa a la parroquia. 7.15h ó 7.30h de la mañana. 7 personas y el cura, de mi edad más o menos. Todos los días daba una homilía de 2 minutos. Pero era una maravilla. Me encantaba el espíritu que traslucía: sin complejos, ni normas ni cuadrículas. Pendiente de Dios y de todos los hombres.

 

Para ir a esa misa y luego trabajar, tenía un coche. Tener coche o no tener, thats de question. En el Opus Dei el poderío exclusivista es el nume con coche “propio”. Te sientes con más libertad que Tom Hanks al salir de cadena perpetua. Te fastidia que haya otro del centro que lo haya cogido y lo haya dejado mal aparcado. Había gente que dedicaba horas y horas a mimar su coche con revisiones, limpiezas, etc. Yo pasaba un poco del vehículo… pero también pasaba de dejar las llaves en dirección. Si me decían algo, argüía el olvido… pero esas llaves al bolsillo. Si no tienes coche, os aseguro que es más fácil echar una instancia al vaticano para ver al Papa, que disponer de un coche un día para hacer no sé qué. De rodillas y prometo venir todos los días a comer al centro, pero déjame un coche hoy, ¡porfiiii!

 

¿Sabéis que en el OD hay una mediocostumbre de hacer el carnet de conducir “interno? Eso es que la primera vez que te da el carnet, el director se da una vuelta contigo para ver si puedes llevar a numerarios. Que el kilo de numerario está muy caro y hay que cuidarlos. Y estaban aquellos que no lo pasaban hasta un añito después…

 

SÉPTIMO OPUS DEI: CENTRO “TERMINAL”

 

Que conste que nunca estuve en un centro de éstos. Un centro terminal es donde van los numerarios a morir, como los ríos que van a la mar de Jorge Manrique, pero aquí del tío de la dele. Hay un director y subdirector mayorcicos pero bonachones, y el resto son ancianos enfermitos con la vida apagándose o empastillados y sin oficio ni beneficio.

 

Sentirse enfermo en el OD es realmente una experiencia no recomendable a tu peor enemigo. Primero es que en un centro de jóvenes, es el subdirector o director quien decide si estás enfermo o no (aunque él sea abogado, ingeniero o periodista). La “gracia de estado” da esa sabiduría. Lo malo es cuando uno ni está enfermo del todo ni está bien del todo: estás cansado, alicaído, sin ganas de nada, con dolor de estómago… Recuerdo con veintipico años poniendo el termómetro en la bombilla entre 37,5 y 38 grados para poderme quedar algo más en la cama. ¡Eso no se lo había hecho ni a mis padres para no ir al cole! Era la única opción, os lo aseguro.

 

En los centros terminales suele haber velatorios dos veces al año. Hay ya una habitación casi preparada para el acto. Sillas alrededor, carta del prelado diciendo alguna cosita de la vida del interesado –sacada del informe 3241 del archivo- y todos ahí leyendo la notita. Ya con el tiempo me enteré que el prelado aparte de los dos custodes (que ya le gustaría a cualquier obispo, hasta el Papa sólo tiene un secretario personal) tiene dos secretarios particulares. Son los que leen las cartas por “correo interno” y escriben las respuestas y estos pésames, cartas a autoridades, etc. Cuando uno se entera que lleva mil años escribiendo cartas al Pater y que nunca las lee, sino que hay un nume jovencito, que es el que se las lee y decide si responder o no, pues… tragas. Uno ya tiene más tragaderas que la anaconda del documental de la dos.

 

Cada cierto tiempo, el prelado se da una vuelta por España y al cabo de unos años, ha visitado todos los puntos cardinales. En una de esas visitas tuve el inmenso honor de poder saltarme el cinturón de seguridad de niños del centro de estudio y poder saludar al padre. Eso es condecoración de honor al centro. Tienes el “micro” en la tertulia del centro durante días contando la inmensa alegría que invadía tu corazón. En realidad, mi encuentro fueron 5 segundos, diciendo “Hola Padre, rece por mí”. Pero fijaos cómo tenía absorbida mi voluntad con el hecho de querer perseverar. ¡Me inventé lo que me había dicho el prelado! Conté que me había dicho “Tú serás muy fiel si cumples las normas y haces bien tu trabajo. Y no olvides el apostolado con tus iguales”. ¡Toma ya! Todo el mundo flipando, y el que me llevaba la charla a partir de ahí ya me decía que trabajara bien, que en eso estaba mi santidad y que cuidara a mis compañeros del curro ¡¡salvoconducto para hacer lo que uno ve en la oración (y no lo que el charlero se le ocurre) es decir que te lo ha dicho el padre!! Así normalicé lo que ya os conté que me decían que me dedicara más a los niños del club y que trabajara menos.

 

Una vez tuve que ir a uno de estos centros a hacer el retiro mensual. Me quedé flipado porque en misa, las numerarias auxiliares asistían desde el anteoratorio y el cura se acercó a darles la comunión. Eso no lo había visto nunca y mira que llevaba años. Fijaos si llevaba tiempo que ya hasta noté que en todos los centros, cursos anuales, etc., los días de excursión, en la bolsa de comida, ponían bolsas de patatas fritas. Pues en todos sitios siempre es marca los rosales. Y la latita de aceitunas marca x. Hasta que me explicaron que en el OD hay una empresa centralizada que se dedica a la distribución de alimentos entre administraciones, que así se quedaba “todo en casa”. Esa frase era propia ya a cierta edad.

 

Bueno, pues en esa misa de ese retiro hubo varios hombrecillos que después de comulgar ¡se sentaron! ¡Anatema sit! En el OD después de comulgar “hay” que estar de rodillas. No está escrito, pero haced la prueba de no hacerlo. Y lo más hard, fue que uno no comulgó. En mis anteriores centros, si uno no comulgaba un día, a la salida de misa, te cogía el que te llevaba la charla y te repasaba de arriba abajo “¿por qué no has comulgado?” así de fuerte. Lo peor no era eso, lo peor es que todo el centro estaba pensando en que habías tenido fiesta en el cuarto de baño esa noche. Así de triste. Conozco a muchos que sacaron al cura mediorrevestido para que les confesara y no tener que pasar por esa calumnia silenciosa.

 

En estos centros terminales los curas van con el alzacuello quitado todo el día y los numes de a pié con la camisa por fuera ¡Con la que nos dieron en el centro de estudios con que nos metiéramos el polo por dentro del pantalón! Y que nos afeitáramos. No podías bajar sin afeitar sin una excusa del tipo: 1 me quiero dejar la barba; 2 me la afeito después de desayunar. No había más opciones como “porque me da la gana que es la razón más sobrenatural”. Eso sólo se usa como argumento para decir a los padres porqué tampoco ibas a ir esta navidad a verles.

 

Sobre el aseo personal, recuerdo que como no podías gastarte el dinero en nada de provecho y todo era fiscalizado por la cuenta de gastos, todos los numerarios se gastaban lo más grande en sus productos de aseo. Eso y la ropa. Increíble que todo numerario tuviera la mejor pasta de dientes, espuma de afeitar, champú… yo también lo hacía, y al final de cada mes ponía “productos de aseo” y así no especificaba que me compraba todo en farmacias.

 

Imagino que en estos centros terminales, cuando se lee la meditación de la mañana esa del lunes después de Cristo Rey, que me acuerdo perfectamente lo de “El médico dice que nos vamos, y sale a buscar una inyección... Tus hermanos vienen desde el oratorio, donde están rezando, con velas.” A mí lo de la inyección esa siempre me acongojó ¿os acordáis? Esa página se la saltarán, cual censura en todos las pelis y libros que han leído. ¿Recordáis los libros bajo llave y los libros con páginas cortadas o papeles en blanco pegados para no leer esa página o con las líneas tachadas? Recuerdo que a contra luz intentaba leerlo. O el ABC con las hojas de sociedad cortada y que luego iba a comer a casa de mis padres y decía ¡¡pero esto han cortado!! Si es la baronesa Thyssen, ¡por favor! Había un director que leía el ABC (único periódico en el espectro que nos da la libertad) en el oratorio para arrancar las páginas pertinentes. Pero somos de en medio del mundo, que quede claro.

 

En fin, podría ser contándoos cosas, pero voy a parar de los distintos OD por los que va pasando un numerario. Ahora queda el último. El de la salida. Ese requiere un capítulo aparte, y os daré mi experiencia y consejos. Os lo prometo. Será el último capítulo (V).

 

Imagino que muchos habéis sentido las mismas experiencias. Son costumbres no escritas o anécdotas que con el tiempo ni recuerdas, pero que para mí eran los miedos y cosas que llevaba dentro y que no sacaba en la charla porque no era de buen espíritu comentarlo. Sacadlo a la luz. Os lo recomiendo. ¡Lo que se queda dentro se pudre!

 

Gracias por las muestras de cariño y a los que me habéis ido leyendo y aguantado. Espero que a alguien le haga bien y sirva. Yo por lo menos me lo he pasado bien escribiéndolo y recordándolo. Y dando gracias a Dios por haberme dado una conciencia y fuerzas para salir.

 

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