¿CUÁNTOS OPUS DEI HAY PARA UN NUMERARIO? (III).- Sarnoso
Fecha Monday, 20 September 2010
Tema 010. Testimonios


¿CUÁNTOS OPUS DEI HAY PARA UN NUMERARIO? (III)

(Leer anteriores: Capítulo I - Capítulo II)

Sarnoso, 20 de septiembre de 2010

 

 

QUINTO OPUS DEI: CAMBIO DE CENTRO

 

Y otra vez, llegaba el temido septiembre, con su vuelta al cole en el corteinglés, sus atascos, sus anuncios de coleccionables en la tele (eso lo supe después), su convivencia de principio de curso, su lista de encargos y ¡su visita del tío de la dele! (podía ser del tío de la vara).

 

“Mira, que hemos pensado que te vayas a… Es una ciudad pequeña, con muy buena labor y donde puedes ser de mucha ayuda”. Chimpún. “¿Cuándo me voy?” “Pues como siempre, cuanto antes” Claro, vosotros leéis “cuanto antes” y pensáis: háblalo con tu familia, en el centro, en el trabajo preavisa 15 días… en fin, lo que viene siendo mudarse de ciudad, ¡un poquito de margen, por favor! Así que yo llegué a la merienda como si no hubiera pasado nada… y el director va ¡y se lo iba diciendo a la gente! Pero si no había hablado conmigo siquiera...



En fin, que bueno de mí, fui con confianza a decirle que qué le parecía que me fuera el día x de octubre. La risa tuvo que sonar hasta en il sogiorno de la casa del vícolo jaja. Movimiento de cabeza en actitud negativa. “No, no, si te están esperando desde anteayer. Mejor vete este viernes” (era lunes). ¡Gracias Dios mío porque los directores no sean autómatas, tengan obediencia inteligente (o sentido común) y en vez de “vete hoy” me dijera “vete dentro de 3 días”!

 

A uno lo que le sale es llamar a sus padres y decirles “mamá que me han obligado a que me vaya a… sin ninguna gana”; pero como no sabe si el teléfono está pinchado, pues lo dice de la manera reglamentaria “mamá, que me voy a… porque me da la gana”.

 

Los centros en una provincia a más de una hora de la delegación tienen un aire distinto. Las labores se mezclan: uno descubre que existen supernumerarios… e incluso esos especímenes que salen en los libros de texto pero que nunca ha visto más que en películas o en reuniones multitudinarias: los agregados.

 

Igual que hay piques absurdos entre ciudades o pueblos, y que el pueblo pequeño está siempre con el agravio comparativo con el pueblo grande… así los agregados con los numerarios. Que si os lo creéis, que si todos parecéis de familia bien, que si sois pijos, etc etc. Los numerarios en su burbuja numeraril ni se enteran, pero es una conversación habitual en el mundo agregal. Al principio te ríes, luego te miras un poco a ver si es verdad. Luego ya, pasas de los comentarios y sigues agigantado esa diferencia de “clases”. Donde hay patrón no manda marinero y donde hay nume no hay agd que rechiste.

 

Me di cuenta que el puchero podría ser el mismo para todos, pero a unos les había tocado más morcilla y tocino y a otros más ternera jajaja.

 

Los agregados sí que vivían en una auténtica corrupción continua para escándalo y necedad del joven numerario salido como Tom Cruise impoluto de la academia militar. Cada tres noches había mariscada y jamón en los sótanos del centro. El buen vino, copas de wisky y tabaco no faltaba. Parecía un pub inglés pero en la península ibérica. Hablabas con ellos y estaban a la última en todas las películas del momento… Así que me intenté unir al grupillo fiestero para poder mojar la frustración de estar en esa ciudad con buenos caldos. Me costó lo mío, pero a los dos meses pude quedarme con ellos una noche. Vaya, no está mal este plan. Los diez numerarios arriba habían cenado empanadillas congeladas y sopita, estaban en la tertulia hablando de chascarrillos políticos y a la media hora a la camita. Los seis agregados y yo estábamos hasta arriba de tinto, comiendo cordero y contando chistes. El ambiente era menos exquisito y elitista, con servilletas de papel y vasos de plástico… pero el cordero estaba de muerte.

 

Vaya, igual que en el evangelio de Marta y María, María había elegido la mejor parte… estos tíos habían cogido la parte más “normal”… o por lo menos la de numerario era más gris, monótona… metido todo el día en el día de la marmota, como la película de Atrapado en el tiempo. Así que había espíritu libre para otros. Para mí todo estaba predicho, preestablecido, precalentado. Cuando leía que la vocación era la misma, me reía por dentro… ¡venga ya! Pues si es la misma, ¿por qué no me ha tocado la del cordero? jaja

 

Pero no, no penséis que me dejaron ni pasarme a agregado, ni a la labor con agregados. Después de esa cena me dijeron que “no solemos estar” en las cenas con los agregados, que ellos hacen su vida y nosotros la nuestra. A mí me tocaba como siempre sanra o lo que es lo mismo: todos los sábados fútbol, meditación, cena y peliculón. ¿Hay alguien que haya hecho algún otro plan? Bueno sí, cámbiese cena por cena de países y peliculón por tertulia / show. Siempre igual. Los chicos de san Rafael me preguntaban por qué tíos de cuarenta años se peleaban por sentarse en el sillón bueno para ver la película y había que guardar tantísimo silencio. Yo les hablaba de que en la vida uno tiene sus ídolos, y como todos sabemos, en los centros, el ídolo al que se le hace reverencia cuando se abre el santa santorum del mueble de la sala de estar, es la televisión. ¡Apaga esa luz! ¡descolgad el teléfono! ¡sssh! ¡el principio es lo más importante! Luego vienen las miradas de estupor cuando se “salta” por arte de magia una escena y alguien explica el hilo de la peli pero sin que se vea… y aplauso final con los créditos. Los chicos se quedaban alucinados no de la película, sino de cómo nos latía el corazón a todos los numerarios cuando le daban a play.

 

El problema era cuando el plan no era con gente del bachillerato, sino la labor con universitarios. El estupor y aburrimiento eran mayúsculos, tanto que es difícil que la labor se hiciera con más de 3 chicos “de toda la vida” que se les había planteado tantas veces la vocación, que igual que el agua mana de la fuente, pues así les chorreaba a ellos el tema. Entonces entendí lo de 100 almas nos interesan las 100. A mí me dijeron que con esos 3 no había que perder mucho el tiempo, pero que tenía que conseguir que hicieran apostolado para que trajeran a gente nueva. O sea que ellos ya no interesaban-pero sí interesaban. Es cuestión de entender bien el verbo “interesar”.

 

Pues nada, en el centro me tocó la triple sonora. Yo siempre me he quedado alucinado con lo de que las numerarias que duermen en tabla de madera. Yo hubiera sacado la bandera blanca al minuto uno. O por lo menos eso digo ahora, quizá hubiera agachado la cabeza y me hubiera puesto tumbado bocarriba sin rechistar. Bueno, pues la triple sonara llevaba ese nombre, porque históricamente llevaban viviendo dos numerarios que roncaban como dos ángeles. De hecho, la otra cama iba rotando de dueño y ahora me tocaba a mí. La primera noche recordaba con añoranza mi cama que crujía en el centro de estudios, pero crujía cuando yo me movía, no al tuntún de esas dos trompetas celestiales. Así que intentaba correr después del examen de conciencia para cerrar los ojos antes de que ellos se pusieran el pijama y así conseguía dormir. Luego ya con el tiempo, con una buena dosis de sueño y tapones, no hay trompetero que te perturbe.

 

Hablando de pijama, recuerdo con estupor las neurosis de los centro de numerarios. En una de mis charlas fraternas, el dire va y me pregunta ¿cómo te pones el pijama? Imaginaos mi cara. ¿Cómo que cómooooo? Y entonces me dice que es bueno que el cuerpo no quede desnudo, que me cambie primero una parte y luego la otra. Yo me quedé  afirmando con la cabeza… pero luego pensé ¿quién tiene problemas si se cambia el pijama de una manera determinada? Aquí hay gente que está mal de la entrepierna seguro. Pero, obediencia inteligente la mía, a partir de ahí procuraba ponerme el pijama de esa manera, por si las cámaras de gran hermano me veían.

 

De broma, siempre que hablaba con un amigo por teléfono, antes de hablar él decía “quiero saludar a los que nos están escuchando” y yo le decía que tuviera cuidado que la conversación podía ser censurada si decía alguna palabra mal sonante jejeje. Nos reíamos. Igual que en el comedor, que hacíamos como si en el salero hubiera un micrófono y nos escuchaban en delegación y a veces saludábamos con el salero en la mano dando los buenos días al de sanmi.

 

Una vez me compré una camisa un poco más especial y más cara por lo tanto. Recuerdo que mi hermano estaba buscando algo parecido y le llamé y le conté lo que me había costado. Pues el teléfono estaba en medio del pasillo y la habitación del cura estaba cerca, pero con la puerta cerrada. Pues bueno, él se enteró y me vino diciendo que qué barbaridad, que no puede ser. Y yo le iba a hablar de los derechos constitucionales que hacen que escuchar conversaciones telefónicas esté penado… pero bueno, tengo derecho a no tener derecho ¿era así la canción?

 

Ya uno se va curtiendo en la vida y tiene “recursos” para seguir adelante. Como cambiar de actividad es descansar, y como aquí se descansa en el curso anual, pues yo cambiaba de actividad en los exámenes de las asignaturas internas. Copiaba que daba gusto. En los que era que cada uno hiciera el examen por su cuenta fusilaba literalmente el libro pero con mis propias palabras. En los que era en un aula, aprovechaba cuando se iba el profesor (que así parecía que había confianza) y sacaba el libro tal cual o copiaba del nume listín del al lado. Lo malo era cuando el examen se hacía oral. Ahí había que estudiar… pero eso era antes, ya casi sólo se lleva hacerlo por escrito o con trabajitos. Cuánto bien ha hecho internet a la humanidad. Y no hay numerario que conozca que no haya copiado. Lo mejor era ver a los directores de los centros con la chuleta entre los folios ¡ay si algunas paredes hablaran!

 

Hablando de directores… no sé si habéis estado en un centro con calefacción o aire acondicionado. Pero es el termostato interno del director el que decide si aquí hace frío o calor. Recuerdo las disputas con el secretario, que no quería que se encendiera nunca ninguna máquina, y el director a matarnos de frío en las tertulias. Tenemos hogares luminosos y alegres, pero a veces veías a un numerario con abrigo en la tertulia ¡con el plumífero de las excursiones!

 

En esta ciudad me hice amigo de un tío que quería ser religioso, escolapio terminó. Era un tío encantador, entregado, con las ideas claras, piodisito… pero un poco más y lo excomulgo con la mirada cuando un sábado ¡¡el tío me dijo que si merendaba con él!! ¡Anatema sit! Los sábados yo, que ya me creía un marine de la santidad, sólo se bebe saliva y no se merienda… y yo por dentro “¡ay Señor cómo está la Iglesia!”. Pero bueno, yo soy un hombre con cintura, y por un alma, se merienda si hace falta jajaja. Entró en la orden, y estaba muy contento. Quedábamos más o menos cada tres meses y hablábamos. Recuerdo que me contaba cómo había estado en navidad con sus padres, que en verano había visitado el pueblo de su tía una semanita… ¡Pero si yo en navidad no me podía mover del centro! Nunca fui a cenar/comer los días importantes porque “ésta es tu familia”. Nunca pude ir en verano a saludar a mi familia de tíos, abuelos, etc., que se van haciendo mayores y al año siguiente no están ¡¡y el religioso sí!! ¡¡me encanta mi mentalidad laical, no ser “como” los otros, sino “los otros”!!

 

(Aunque dije que acabaría esta vez… mi relato continuará ;-) gracias por el apoyo!

 

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