¿Cuántos Opus Dei hay para un numerario? (II).- Sarnoso
Fecha Wednesday, 15 September 2010
Tema 010. Testimonios


¿CUÁNTOS OPUS DEI HAY PARA UN NUMERARIO? (II)

(Leer Capítulo I)

Sarnoso, 15 de septiembre de 2010

 

 

Sigo con mi testimonio. Dionisio, puedes que tengas razón, intentaré cambiarlo para ser un ex-sarnoso ;-)

 

TERCER OPUS DEI: MONITOR DE NIÑOS DE CLUB JUVENIL

 

Asustadete entras por la puerta de tu primer centro “ya de verdad”. Alguien te lleva en la furgo del centro de estudios si tienes suerte (o eres de los “hombres del dire”) y te das cuenta que, menos el director de tu nuevo centro, nadie intercambia más de un “hola, ¿qué tal?” afuncionariado. Si el destino era otra ciudad, notaba que había un “hola” con más ímpetu. Y nada, te pasabas tertulias en silencio porque nadie te hacía caso y cuando hablabas decías “pues en el centro de estudio hacíamos…” hasta que alguien me dijo: deja ya de contarnos cosas de tu vida pasada. Punto, bienvenido a la remili.

 

En los centros con clubes juveniles existen especímenes curiosos que son numerarios “especiales” o que se salen de la norma para dar diversidad al conjunto del Opus Dei. No son hijos de supers, de colegios de fomento, y actuales profesores de colegios u oficiales de la delegación (80% numerarios en España). Son “los otros”, gente que fuma en pipa, se dejan coleta, van sin chaqueta, desaparecen al mediodía y aparecen en la cena. ¿Por qué existen? Incógnita absoluta, estarán atrapados por algo también en las redes, pero le dan su nota de color a la vida de un centro. Son graciosos, divertidos, dicharacheros… Pero el resto, son como tener a un comercial del corteinglés todo el día en el pasillo.

 

Los clubes juveniles no son otra cosa que un trabajo de animadores de niños de 9 a 13 años. ¿Esa es la vocación? Uno deja padre, madre, hermanos, mujer, hijos… ¿para llevar a niños a entrenar al fútbol y rezar el ángelus? ¿Para hacer manualidades y trucos de magia? ¿Para ver “peliculones” con pizzas? Uno empieza con ilusión como buen “monitor” (se da cuenta que eso es lo que es, un “monitor” o “preceptor”) en las esperanzadoras convivencias de principio de curso con cuadrículas y tablas a rellenar con planes. Luego la conciencia te hace entender que estás trabajando sin contrato en una asociación juvenil, sin ánimo de lucro -pero que cobra una cuota interesante al mes- y que se te exige dedicación, empeño, horas… broncas si no haces bien tu trabajo… y tienes un jefe, unos compañeros chivatos, etc...



Pues ea, a los dos meses de haber dejado el nido que controlabas del centro de estudios, donde ya eras medio-alguien, vuelves a empezar la carrera de obstáculos. Yo le decía a mi madre que no se preocupara por la carrera y por mi descanso: “en el centro de estudios tenía todo el día lleno de charlas, asignaturas internas, etc.; ahora en este club las cosas son distintas… esto es Jauja” Esa era mi idea. Pobrecito de mí.

 

De los encajes de bolillos que había hacer para ir a clase en la universidad y luego estudiar con una veintena de niños alrededor, ni hablamos… y esa era la preocupación de mis progenitores. Así que me quedaba en verano en el centro empollando por fin tranquilamente. Nos quedábamos tres gatos, y yo me pasaba horas solo en esa casa. Cotilleaba todo, todo, todo. El armario de dirección era “mío” y ya no me daba subidón de adrenalina. Necesitaba algo más. Revisé todos los cajones de todos los armarios. Y como no estaba la administración, me puse a pasear por “su zona”. Si vierais el mareo que me daba al entrar. Aquello era como indiana jones entrando en la cueva del santo grial. El corazón bombeaba con fuerza. Y allí pasé 35 segundos de mi vida observando la “otra” zona, pequeñísima, fatal decorada, con las ventanas cerradas… Había una escalera que la primera vez que entré, no subí. Luego ya sí… en fin, que me daba mis paseítos por allí ya que no podía “dejar el centro solo” jajaja y salir a la calle. Luego, cuando llegaban a la hora de la cena, me ponía en la sala de estudio.

 

Habrá centros que sean Jauja –no lo creo-. Pero todo depende del consejo local. Ésa es mi conclusión después de años. Curas recién saliditos de Cavabianca más rígidos que un ripio, con menos cintura que una muñeca barriguita (¿habéis visto cuando pasaba algo mientras celebraban Misa o una bendición, que se quedaban bloqueados? ¡¡señor cura, que no pasa nada, ¿no hay que tratar al Señor con naturalidad?!!), más monótonos que una meditación del cielo (¿se puede hablar 30 minutos a nivel teórico del cielo a tíos de 20-30 años delante del sagrario? ¿que si la resurrección de los cuerpos pa’rriba?) y con un don para tratar a los niños como el agua y aceite: niños que no querían ver al cura, cura que resoplaba en la cena del viernes quemado absolutamente… Cuando me enteré que los curas del OD no se podían dejar barba porque así lo quiso nuestro fundador… me quedé igual. Si es que ya me daba igual todo, todo entraba en mi cabecita y me parecía bien si lo decía el fundador.

 

Pero estaba equivocado, esto no era Jauja. En el centro de estudios éramos más y era más grande y uno “se perdía” una tarde y no pasaba mucho. Aquí era una casa mucho más pequeña y con dos subdirectores que todo lo ven. Las correcciones fraternas caían como la lluvia en Asturias, todos los días antes de comer, después del rosario y antes de cenar. El control era más férreo si cabe. Así que decidí husmear por los cajones hasta que encontrara otra vez la llave del armarito de dirección ¡¡y la encontré!! Tenía mi salvoconducto para la salvación: saber qué decían de mí en el consejo local y qué enviaban a la dele y hacer exactamente lo que allí ponía. Y así cumplía la santa voluntad de Dios. ¡Toma del frasco!

 

En esta época, recuerdo que una vez me nombraron algo –no sé si secretario, subdirector…- de una convivencia entre clubes. Me dieron la lista con los encargos al salir de mi ciudad, y a mí me tocaba uno que no me gustaba nada. Pues nada, decidí cambiarlo y encasquetárselo a otro numerario que sé que iría de otro centro y era más joven y dócil (el encargo era de los de echar horas y perderse cervecitas). Me borré, puse su nombre y punto. Hice lo que me salió de las mismísimas voluntades. Y sin embargo el otro, lo vio como voluntad del altísimo porque estaba escrito en ese papel y hay que obedecer… Eso me hizo pensar “si yo he cambiado esto a mi tuntún y no pasa nada, ¿qué harán los de delegación? Será todo el capricho de un tío sentado a kilómetros”. Podría ser.

 

Recuerdo que un nume de un centro, con su carrera y después de años preparando una oposición la sacó ¡enhorabuena! Pues 2 semanas antes de tomar posesión, vino el de sanmi ¡¡y le cambia de ciudad!! El rebote fue tal, que el tío aunque cambió de centro, volvió a las 3 semanas ocupando su plaza y dejando al de sanmi por los suelos. ¿Sería un capricho de sanmi como a mí lo del encargo de la convivencia? Podría ser.

 

Uno va cumpliendo añitos y va viendo normal muchas cosas. Si la misa es en el centro, chaqueta y corbata; si es en otro centro, chaqueta y corbata (típico retiro mensual); si es fiesta, traje; si es en la calle, ropa normal pero elegante (moda nume total). Lo malo era cuando uno no se enteraba previamente y allí todo el mundo cambiándose en 3 minutos para lo que tocase a la voz del director. Con el tiempo se adquiere una virtud buenísima en el OD: quedarse dormido perfectamente recto en un banco. Era capaz de dormir –lástima que tenía que cerrar los ojos- con el cuerpo sentado y que no se moviera nada. Nunca en los días de mi vida he escuchado más toses-despertadores, ni golpecitos en los bancos, ni empujones en el codo de numerario, que en los oratorios del OD jajaja. Y ya en los cursos de retiro, eso era morfeo en estado puro.

 

Recuerdo cursos de retiro hablando a las 2.00 de la madrugada con otro numerario amiguete en una terraza del palacete donde estábamos. Era ya el tercer día y necesitábamos oxígeno. Recuerdo que él llegó a la conclusión de que si le pedían que se tirase de esa terraza al suelo, se lo pensaría 1 segundo, pero que al final, se tiraría. Y yo veía que estaba lejos de ese grado de santidad ;-) que si me lo pedía X no me tiraba, pero si era Y, seguro que sí.

 

Luego está el tema del trato con las madres de los niños, que hay que saludarle dándole la mano; que no se deja pasar a las hermanitas de los chavales, que si no había que llamar por su nombre a las compañera de clase (eso me dijeron) se podrían tratar lo estrictamente necesario pero sin llamarla “Covadonga”, sino “oye, tú”; no pedirle apuntes… etc

 

Podrías dedicar veinticinco vidas que tuvieras al club, 24 horas al día, 365 días al año, y todavía habría cosas que hacer. Era un agujero negro de horas. Todo lo chupaba. Había que estar atento para disponer de tiempo para hacer apostolado “con mis amigos” de verdad. Recuerdo que empecé a hacer deporte con un amigo universitario para ver si sacaba alguna conversación apostólica (toma ya) y me dijeron que estaba desatendiendo mi encargo apostólico, así que lo dejara ¡Me río del “nadie te saca de tu sitio”!

 

CUARTO OPUS DEI: COMENZAR A TRABAJAR

 

Y un buen día ¡¡tachán tachán!! “Hemos pensado” (que odio esta frase, por Dios!!!!!!!!!) que hemos pensado que lleves la charla de fulanín. Y uno sale de dirección tan crecido que se daría en los arcos del triunfo romano… vuelvo a ser estimado. Ahora sí que sí. Yo sigo aquí.

 

Así que uno vivía en una tabla de Excel, en un horario perfectamente marcado -que además tenía copia tu director- donde había algo que hacer a todas las horas del día, todos los días de la semana. Sin descanso. Y además, ahora había que colocar la hora para hablar con fulanín y la hora para hablar con menganín de fulanín. Ahí empezó la caída libre.

 

Me negué a hablarle al dire de los aspectos de conciencia que me contaban en las charlas. En los consejos locales hablaba de generalidades, pero no entraba en materia. Sobre todo de la “única” materia que hay en estos temas, y todos sabéis que el B 10, III 28 era de lo único que se hablaba jajaja ¿Qué tal vive la pureza? Pues normal/bien/mejor/ahí va/sin problemas/tirando. Había estudiado que uno no podía actuar nunca contra su conciencia y a mí mi conciencia ni me dejaba usar el cilicio, ni las disciplinas, ni contar las intimidades de la gente. ¡Y doy tantas gracias a Dios por darme esta conciencia!

 

A todo esto empezaban mis primeros pinitos trabajando. “Nos hacemos santos en medio del medio, en el trabajo profesional”. Así que empecé a trabajar de lo que había estudiado, todo un logro ya que previamente, tuve que enviar por escrito una propuesta al consejo local de a qué me quería dedicar. A la semana me llamaron de delegación preguntándome si quería dar clases en uno de los colegios. “No”. Me negué rotundamente. El de delega se tuvo que quedar de piedra porque “no es de buen espíritu” llevar la contraria a nadie de delega (eso no está escrito, pero está en el espíritu de todos). Terminó diciéndome “piénsatelo”, “prueba unos meses y luego ya veremos”. Pero yo había leído hasta la saciedad que S. Josemaría no quería que hubiera colegios y ¡¡a mí me llamaban de delegación para que me metiera!! Pues nada, mi primer pulsito fue ese y lo gané ;-)

 

Trabajar “en la calle” supone tener un horario, pedir vacaciones en días determinados y con duración finita, tener un jefe que te dice bien/mal/regular, meter la cabeza en esas horas y llevarte al menos alguna preocupación de vez en cuando a casa, tener un sueldo y tener un futuro profesional. Pues bien, en el Opus Dei, lo único interesante era el sueldo. Intentaron que llegara tarde matemáticamente todos los días para hacer la acción de gracias de 10 minutos cronometrados, que saliera antes para que nuestras hermanas no tuvieran que hacer un esfuerzo poniendo otro turno de comida, que pidiera ya vacaciones para agosto entero para el curso anual y en navidad para el retiro y algún puente para ir de convivencia, que no me afectara nada el trabajo en la casa y con la labor y que no aspirara a puestos mejores, que así estaba bien. Me negué a todo ello. Ni a mi jefe le iba a pedir nada más entrar vacaciones, ni iba a llegar tarde ni me iba a ir temprano ni iba a hacer mal mi trabajo ¡¡pero ¿no nos hacemos santos con esto?!! Respuesta: “te haces santo con lo que Dios te pide, que es tu encargo apostólico, cuidar tu familia (el centro) y que el trabajo no se convierta en profesionalitis y sea opus diaboli”. ¡¡Engañadme poco a poco, pero que no me dé cuenta, por favor!!

 

El trabajo es mixto, como era la universidad, pero mixto en pequeña escala. Tenía varias compañeras y compañeros y a veces, algunos informes o ensayos había que hacerlos juntos. Cuando terminábamos ese trabajo si había sido duro, o el viernes a última hora, nos tomábamos una cerveza (costumbre española enraizada como el 4 de julio en América). A veces íbamos todos –unos seis-, otras sólo 3, otras yo no iba. Otras empezábamos unos y se iban yendo porque tenían prisa. La cuestión es que en el bar me vieron a veces a solas con una o dos compañeras tomando algo. Si vierais la cara del nume de otro centro cuando me vio así. Vino y me hizo una corrección fraterna de éstas de “hombre, funalito, tú por aquí, ¿qué pasa?; mejor que nos sentemos”. Luego el dire también, que qué había pasado. Luego el cura. Y yo explicándole el asunto. ¿Pero no era en-medio-del-mundo?

 

Y así pasaron los años. En el trabajo me iba bien. Trabajaba a gusto, cómodo, ya era jefecillo, y me gustaba lo que hacía. Ganaba dinerete. Sin embargo, llegaba al centro y era el último mono, seguía cuidando a niños (ahora más mayores, y que había que darle circulitos), no me gustaba lo que hacía, me explotaban y me decían que no rendía apostólicamente porque estaba muy pendiente de mi trabajo. En mi trabajo los compañeros se iban a comer a un restaurante. Yo me tenía que volver al centro. Ellos comían también según “su cargo y posición”. A mí me ponían croquetas y judías congeladas. Ellos se iban de vacaciones a descansar. A mí me tocaba el curso anual en Pimperán de Ardor, con literas sonajeros… Si tenía que ir de viaje, no tenía tarjeta de crédito, tenía que guardarlo en fajos en el calcetín.

 

Y lo más duro es que había gente que no ganaba un céntimo (oficiales de la dele) que se iban de curso anual a Castelldaura o a Inglaterra, Italia…o los “bien queda” que también se iban. A mí nunca me tocó. Pero ya lo que no me entraba por ninguna estructura mental era que el vocal de la dele con sus oficiales un día cualquiera de la semana, iban, cogían un coche y se iban de excursión a descansar ¡venían morenos un miércoles por la tarde! Y aquí el burrito dando vueltas a la noria. Claro, yo podía descansar el sábado pero… ¡la labor! Bueno, pues el domingo pero… el retiro, la convivencia, los arreglos. Estaba deseando que llegaran los lunes por la mañana :-( Triste ¿verdad?

 

Nunca, nunca me enteré qué pasaba con el dinero, no me enteré de los flujos. ¿Por qué tenía yo, que ganaba 3X, pedir dinero para arreglar no sé qué o comprar un coche, a alguien que ganaba 1X y tenía 7Hijos? ¿Por qué los de delegación tenían hasta los bañadores de marca si no ganaban un duro?

 

Me enteré de los inscritos, me enteré de los quinquenios y cuatrienios de los cargos, me enteré las apariciones de la virgen al fundador, de la curación de la diabetes, de que Torreciudad tiene comprado todo el monte de alrededor, de los bastones de mando en un oratorio de Villa Tevere, de la ingeniería económica para pagar los mínimos impuestos donando dinero a la propia fundación del OD, de la psicosis con opuslibros, de una charla en la que se nos dijo que los legionarios se están copiando de nosotros desde el principio… pero del dinero nunca supe nada.

 

Y mientras tanto, pensaréis que mi vida interior subía cotas de madurez espiritual. Y sin embargo, era al contrario. O sea, se suponía que era un cristiano maduro, bien formado, célibe, capaz de combatir hasta el mismísimo Lutero, con años de filosofía, teología, una carrera, buen trabajo… y sin embargo ¡¡tenía que pedir permiso para ver el telediario!! ¡¡y no lo podía ver solo!! Tenía que consultar comprarme una camisa, ir a no sé que viaje de trabajo, llamar a alguien de fuera de la provincia, debía consultar beber una cocacola con alguien, ver a un amigo fuera del horario establecido… ¿pero no era un tío maduro? ¿Es que no soy maduro o es que no os fiais de mí? Un numerario mayor me decía que él se podía ir de putas por la noche y a la mañana siguiente estar el primero en la oración de la mañana. Que lo importante era la sinceridad interior. Lógicamente.

 

Sin embargo, el afán por fiscalizar y controlar todo era ya insoportable. Tenía más libertad en mi trabajo que en “mi casa”. En el trabajo hacía y deshacía lo que me parecía. En el centro no podía ni dejar de ir a comer aunque tuviera trabajo por la tarde. “Es que un padre de familia no hace lo que le da la gana”, “es que un padre de familia no se toma una cerveza con una compañera”, “es que un padre de familia llega a casa y baña a los niños”. Correcto. Pero no completo. Un padre de familia no hace lo que le da la gana o sí, siempre que le parezca bien con su sentido común y conciencia. Y ya es mayorcito para saber lo que sí puede hacer y no puede hacer (lo mismo que un director se supone que sabría lo que es bueno y es malo). Un padre de familia se puede tomar una cerveza con una compañera y su mujer no hace el razonamiento cartesiano “si se toma algo con una mujer ERGO quiere acostarse con ella”. Es más, hablará de esa compañera con total naturalidad y la invitará a casa a cenar con su novio y los cuatros nos tomaremos una copita. Un padre de familia llega a casa, baña a los niños (charlas en el club), juega con ellos (como en el club), prepara su cena (no como los numerarios), habla con su mujer (tertu), ve algo la tele (no como los numerarios), se toma una cervecita si le apetece, o una copita, o un yogurt o lo que le salga de la nariz, y luego se acuesta cuenda le apetece, y se acuesta con su mujer (eso tampoco lo hace el numerario). Con lo cual, sólo se asemeja en lo “que requiere esfuerzo”, pero no hay nunca vía de escape, o por lo menos, no es elegible esa vía de escape. Te dicen cómo vas a descansar. Así de duro.

 

La única vía de escape que encontré yo era después del examen de conciencia. Todo el mundo se iba como zombis a dormir y yo tenía “mi ratito”. Hacía lo “que quería”. Encendía el ordenador del centro, leía libros, me daba un paseíto por la casa, pensaba en mis cosas, llamaba a amigos (a las 22.00h en España, solo duermen los numerarios) y así tenía mi preciada hora. Encontraba en esos momentos la “libertad” aunque fuera a escondidas y sin que el dire se diera cuenta. Vaya, yo, un tío que triunfaba “allá fuera”, que me llevaba a los niños del club de calle, que todo tan estupendo ¡¡y me escondía para sobrevivir!! Esa era la válvula de mi olla exprés. Hasta que, como todos suponéis, el director me dijo que alguien me vio leyendo a las doce de la noche. Sí, es que no podía dormir. A la semana siguiente otra vez. A la siguiente era el director quien se daba vueltas hasta que me veía metido en la cama. Me dijeron que me quedara en la cama con todo oscuro viviendo el tiempo de la noche hasta que me quedara dormido. Que no se podía estar por ahí “porque luego te duermes en la oración de la mañana” ¡¡Pero si nunca he conversado con nadie a las seis de la mañana!! ¡¡es que soy incapaz de hacer nada en modo no-automático!! A mí me gustaba la oración de la tarde… me pasaba más de media hora (algún día) rezando. Iluso de mí. Lo conté en la charla ¡¡y me dijeron que NO!! ¡que tenía que ser dócil y estar 30 minutos! ¡que si quería estar más, dejara la conversación para la mañana siguiente! ¿Seré un verso suelto?

 

Había un numerario cuadriculadillo en otra ciudad. Recuerdo que un curso anual alguien entró en el oratorio y le preguntó que si le quedaba mucho (lectura). Él miro el reloj y dijo “15 segundos”. Os aseguro que pasaron 15 segundos y se puso de rodillas y salió del oratorio. Señor, gracias por inventar el tiempo pero lástima por los cronómetros. Menos mal que Tú vives en la atemporalidad.

 

En fin, que de madurez espiritual nada. Uno necesita siempre un director que le diga qué puede hacer y qué no. ¡Para todo! Y eso se nota cuando uno pone los pies fuera del Opus Dei. Yo cuando volví a mi casa, aparte de ser un “gran desconocido”, preguntaba cosas como ¿puedo tomarme este yogurt para cenar? ¿me puedo terminar esto? Me parecía mal cuando alguien se compraba un helado simplemente “porque tenía calor” o amigos que paraban en el kiosco y se compraban ¡¡una revista!! ¡así porque sí, sin preguntar a nadie! Os puedo asegurar que tenéis que vivir la primera vez que uno se levanta fuera del OD sin despertador y nadie le dice nada. Eso o uno lo vive en sus propias entrañas o no puede describirlo. Pero eso… ya es otro OD ;-)

 

Con el trastorno de doble personalidad en el trabajo (persona respetable, madura, formada y que toma decisiones) y en el OD (persona que debe consultar todo, inmadura, que deciden por él y que no descansa, es más, que le explotan) seguí unos años.

 

(Continuará y terminaré)

 

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