Mi experiencia de los cursos anuales.- Enrique Antonio
Fecha Wednesday, 08 September 2010
Tema 010. Testimonios


En estos días opuslibros.org ha colgado algunas colaboraciones sobre los cursos anuales. La verdad es que en los años que pasé en el entonces instituto secular y en la actual prelatura “disfruté” poco de los convencionales cursos anuales, la mayoría de ellos eran de esos en los que me decían algo así como que a partir del día tal empiezas el curso anual y lo terminas a los 25 días. Pero alguno que otro hubo normal, que recuerde dos o tres. Mi clasificación de los cursos anuales que me tocaron sería algo así: 

 

A)    Aquellos en los que no tenía que hacer las maletas, sino quedarme en donde estaba y compatibilizarlos con mis ocupaciones rutinarias, eso sí con más desahogo de tiempo y unos ratos de estudio de teología, porque clases recibía pocas. Creo que los recuerdo como los mejores, pues realmente eran para mí un descanso. Estos tenían su sede en el ce [centro de estudios] que era donde vivía durante todo el año.

 

B)    Aquellos en los que sí tenía que hacer las maletas:

B1) Aunque ya no vivía en el ce, sí compartía sus semestres de filosofía y como profesor les daba las clases del bienio a los alumnos. Aquí realmente no lo pasé demasiado bien sobretodo porque el sitio en el que se desarrollaban no reunía las mínimas condiciones ni para dar clases ni para descansar. Se trataba de la sede de verano del ce (de otra delegación del citado en A) que era una EFA [Escuela Familiar Agraria]  aprovechada para estos usos en el verano andaluz. Era todo un mérito aguantar las temperaturas… No digamos la indumentaria de las bendiciones…

 

B2) Aquellos dos o tres convencionales que cité más arriba, pero que para mí fueron los tres más horrendos, tal vez porque como dice Mediterráneo (6/09/2010) se me hizo patente lo que dice: “Nadie medianamente normal puede descansar en semejante montaje, simplemente no es posible (…) El horario, las condiciones, no permiten lo que la gente corriente entiende por descanso, que no suele ser ir a golpe de pito como se va en los cursos anuales”. En estos era donde iba contando los días hacia atrás para poder volver a hacer la maleta y hacer el viaje de vuelta a mi lugar habitual de residencia. Sospecho que tal vez en los dos tipos de ca anteriores tuve la dicha de estar entretenido preparando y dando clases, cosa que no me pasó en esta tercera categoría.

 

De los tres lugares en los que estuve sólo recuerdo uno que yo habría seleccionado para mi descanso, se trataba de un hotel en una estación de esquí de Santander que en verano estaba desierto. Fue la única vez que salí de la España seca en verano, experiencia que he repetido casi todos los años ya fuera de la Obra.

 

Sin duda, como alguien ha comentado en la web, es que debía haber distintas categorías de numerarios a la hora de destinar al personal a los cursos anuales, como en mi caso nunca fui a sitios chachi, creo –retrospectivamente- que debería considerarme clasificado en la segunda o tercera división.

 

Por lo que se refiere al recuerdo tal vez más penoso creo sin duda que fue para mí los años en que se implantaron las sesiones del catecismo de la Obra, no sé si porque a veces coincidían con la hora de la siesta (que aunque no se durmiera, sí que el sopor no se lo saltaba un galgo) o por la intrínseca inutilidad que me parecía tenía aprender aquello memorísticamente. Tras esta actividad, ya podía haber empate –dependía del día- entre otras varias: ¿qué era más petardera la charla de formación o la clase de teología? Como en opuslibros.org se ha hablado extensamente sobre los defectos de los estudios internos y en general de la formación en la Obra lo único que creo que se puede añadir es que en los cursos anuales todo esto se hacía más patente al concentrarse y el conjunto de aquello era un auténtico pestiño, del que volvías deseando salir de allí cuanto antes.

 

EnriqueAntonio









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