Respondiendo a Maya.- Mediterráneo
Fecha Wednesday, 01 September 2010
Tema 020. Irse de la Obra


Maya, sólo puedo hablar por mí y por mis 14 años dentro de la peña. En mi caso fueron varias cosas muy puntuales, íntimamente personales, que me abrieron los ojos y me hicieron ver que ahí no había santidad alguna.

Esas cosas fueron el gatillo de la pistola. Anteriormente me había dado cuenta de muchas otras: la pobreza era una farsa, una trola, un engaño; las diferencias entre miembros y miembros eran repugnantes, unos hacían de su capa un sayo y otros teníamos que hocicar hasta el extremo; la falta de libertad hasta en lo más mínimo creció hasta convertirse en una losa que me aplastaba y no me dejaba respirar, y lo peor era que yo no entendía el por qué de todo aquello.

¿Por qué no podía ir con mi madre a merendar, una vez por semana? ¿Por qué no podía leer lo que me apeteciera, cuando era más infeliz que un sello y todo lo que leía estaba aprobadísimo, y tenía que esperar a que una ignorante de directora, que no había leído ni una octava parte de lo que leía yo, me dijera si sí o si no? ¿Por qué no podía hacer cambios de plan de última hora y SIEMPRE tenía que llamar a que me dieran el sí? ¿Por qué jamás podía decidir y SIEMPRE tenía que esperar a que decidieran por mí?

Hubo otras cosas que se me hicieron más y más pesadas hasta que me planteé que aquello no tenía sentido alguno: la convivencia o curso anual o lo que fuera eso, se hizo insufrible, intolerable, cuarenta mujeres juntas, en una casa sin aire acondicionado, asadas como pollos, con unas asignaturas que no llevaban a nada, sin orden ni concierto, un año dabas Moral III y al siguiente Moral I, o dabas Historia de la Iglesia empezando por San Agustín tres años seguidos, o dabas Teología II durante dos años. Menudo desbarajuste era aquello. Y pagabas un disparate por las dos o tres semanas, pagabas una pastada.

El culto al fundador, la "veneración" al... padre, dejaron de tener sentido alguno. No veía yo ninguna santidad en escrivá, alguien capaz de enfadarse porque un cuadro estaba torcido no podía ser santo de mi devoción, y había algo en su mirada, en su actitud, que me dio miedo siempre, desde el primer momento. Nunca le tuve ningún aprecio. Las cartas fueron otra cosa que me hizo dudar, las directoras sostenían que se leían y yo pensaba "pues no debe hacer nada más en todo el día, porque vamos, a 80.000 cartas al año como mínimo, son 219 al día, ahí es nada".

En mi caso no fueron las ganas de fundar una familia, de hecho acabé de "familia" hasta los pelos y sin ganas de repetir, tantas gracias. Tenía muchas ganas de hacer cosas y hacerlas sola, SO-LA, decidiendo yo, organizando yo cuando a mí me diera la gana. Necesitaba libertad y necesitaba silencio a mi alrededor, necesitaba soledad para pensar qué hacer con mi vida, justo lo que ahí dentro, constantemente rodeada de... "mis hermanas", teniendo que consultar cuántas veces por minuto podía respirar, era imposible.

Hay dos cosas que no han cambiado, en los casi 20 años que llevo fuera: el agradecimiento profundo, visceral, por la libertad y el rechazo total a compromisos-para-toda-la vida. "Para toda la vida" nada, gracias. Nada.

Saluditos,

Mediterráneo








Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=16636