Concuerdo con Enrique y con Heidi. Es de notar cómo el infantilismo del Opus Dei se expresa en diversos aspectos y uno de ellos es el conjunto de explicaciones o respuestas superficiales y frívolas que dan a problemas serios y profundos. Y muchos, dentro de la prelatura, las toman como grandes cosas, porque la obediencia no les deja lugar a la reflexión más elemental.
No es inocente el asunto, pues a lo que quieren –a lo suyo- los superiores del Opus Dei le dan importancia superlativa (como nos recordaba Heidi citando al Vademécum).
Sin embargo, con dos palabritas quieren arreglar los daños que hicieron durante años. La economía de medios para reparar el desastre es notable. Solo palabras, y acaso una palmadita.
Como no han salido de la burbuja, muchos superiores no se dan cuenta de que "afuera" esas palabritas suenan huecas y estúpidas (otros sí se dan cuenta y lo hacen a propósito).
El sentido de la Justicia es inexistente en el Opus Dei. No les importa nada, salvo su propio bienestar. Seguramente sea parte del narcisismo de Escrivá llevado a niveles estructurales.
El Opus Dei es el antitestimonio evangélico. Es una institución cuya presencia dentro de la Iglesia da vergüenza. Y lamentablemente aún sigue.
Pienso que no es buena idea creerle (de nuevo) al Opus Dei. Hechos sí, palabras no. Ya no más.
Saludos,
E.B.E.
