Sobre cómo te pescaron. Para Nicanor.- Juan
Fecha Friday, 11 June 2010
Tema 010. Testimonios


Querido amigo Nicanor:

Leo el exhaustivo informe sobre tu admirable estancia en el Opus Dei. Pienso que no hay nada o casi nada de lo que se pueda decir que no es cierto. Coincide con lo que otros hemos vivido. No estoy de acuerdo con lo que llamas mentiras del Opus Dei, aunque estoy de acuerdo con que ciertos disimulos o verdades a medias no conducen a nada. Cuando nuestro Señor Jesucristo llamó a los hijos de Zebedeo a orillas del mar de Tiberíades les dijo: "Seguidme y os haré pescadores de hombres". No les dijo: "Seguidme que vamos a jugar un partido de futbol sala". Pido perdón si hay algo irreverente en la expresión.

Veo que tú también citas de memoria a san Josemaría cuando pones en su pluma la siguiente frase: "¡Vete a tu portaviones traidor!". Creo que el texto no es así. La frase corresponde a una de aquellas "campanadas" que quiso dar al final de su vida, para que nadie estuviese dormido en medio de la dura situación por la que atravesaba la Iglesia. Habla de la barca de la Obra y de alguien que cree que puede salvarse él solo en su portaviones. Escribe nuestro Padre: "¡Pues vete a tu portaviones!". Y añade: "Si alguno deja de luchar que sepa que nos hace traición a todos".

No es lo mismo. Como decimos los abogados para traicionar hace falta un "dolo específico". En el huerto de Getsemaní los Apóstoles dejaron solo a Jesús en medio de las dificultades, pero el Evangelio sólo llama traidor al que tenía intención de traicionarle. Nuestro Padre probablemente se refería a aquellos que se habían aburguesado en sus buenos trabajos y que iban directos al descamino. Tú y yo nunca hemos tenido un espléndido portaviones.

De tu escrito me fijaría en dos puntos. El primero la vida espiritual. No la mencionas. Yo, ya desde el principio, me di cuenta de que me fallaba la vida interior e intenté suplirla con voluntad. Es imposible. Como dice san Josemaría "sin ser contemplativo no se puede perseverar en el Opus Dei". Nos hablas de los defectos de las personas con las que has convivido. ¿Tú sabes cómo eran por dentro? ¿Sabes si amaban y agradaban a Dios a pesar de sus defectos "patentes e innegables"?

El segundo punto a destacar es la libertad o la falta de ella. Cuando uno hace lo que no desea le queda ordinariamente dentro la impresión de que lo ha hecho forzado y que, por lo tanto, ese acto no vale nada. "Es nulo" -como dices tú acertadamente.

Yo recuerdo, durante mi estancia en el Opus Dei, dos pasos dados en contra de mi voluntad, uno realizado por pura confusión interior y varios en los que no sabía cómo iba a terminar aquello. Entre los primeros citaría la fidelidad. Yo sabía -y lo dije- que no tenía sentido hacer algo que habría que deshacer muy pronto, como así fue.

También me pongo en la piel de la gente que tenía delante y reconozco que no les era fácil. Por definición no pueden decirte "si no estás a gusto vete" y tampoco saben cómo ayudarte.

Por cierto no sé de dónde ha salido ese rollo de que después de dejar el Opus Dei no se puede ser feliz. Eso será en algunos casos, pero al que hace lo que puede Dios no le exige más. Reconozcámosle al menos con Santo Tomás de Aquino la posibilidad de "construir casas, plantar viñas y tener hijos". Las palabras de san Josemaría, igual que las de nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, hay que interpretarlas en el contexto correcto. Cualquier simplificación supone una falsificación.

No comparto en absoluto tu visión pesimista sobre el futuro del Opus Dei.

Recibe un fuerte abrazo y mi más sincero deseo de que seas feliz, como sin duda lo serás. Y cuidado con las mujeres que mandan mucho. Cuando lleves algún tiempo casado quizá pienses que un director del Opus Dei es algo llevadero al lado de una mujer mandona (o de un hombre, faltaría más).

JUAN

Nota de Agustina.- Los textos del portaviones y el dejar de luchar (guerrear):

 

En el tomo IV de Meditaciones, páginas 88 y 89:

Y en esta barca, pobre, humilde, te acuerdas de que tú tienes un avión, que puedes manejar perfectamente, y piensas: ¡qué lejos puedo llegar! ¡Pues, vete, vete a un portaviones, que aquí tu avión no hace falta! Tened esto muy claro: nuestra perseverancia es fruto de nuestra libertad, de nuestra entrega, de nuestro amor, y exige una dedicación completa. Dentro de la barca no se puede hacer lo que nos venga en gana. Si toda la carga que está en sus bodegas se amontona en un mismo punto, la barca se hunde; si todos los marineros abandonan su quehacer concreto, la pobre barquichuela se pierde. Es necesaria la obediencia, y las personas y las cosas deben estar donde se dispone que estén. Hijo mío, convéncete de ahora para siempre, convéncete de que salir de la barca es la muerte. Y de que, para estar en la barca, se necesita rendir el juicio. Es necesaria una honda labor de humildad: entregarse, quemarse, hacerse holocausto. (De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954).

 

En la carta de Alvaro del Portillo, de marzo de 1992:

(…) Se entienden por eso las palabras fuertes de nuestro Padre: si alguno de mis hijos se abandona y deja de guerrear, o vuelve la espalda, que sepa que nos hace traición a todos: a Jesucristo, a la Iglesia, a sus hermanos en la Obra, a todas las almas. (De nuestro Padre. Meditación Tiempo de reparar, febrero 1972).









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