Después de leer los correos que se publicaron en esta página web “opuslibros” el pasado viernes 28 de mayo de 2010, me quedé algo decepcionado. La mayoría de ellos eran respuestas a las provocaciones de Calandria, lo cual no me gustó nada. Dio la impresión de una reacción algo infantil, como de rabieta, contra Calandria, y eso baja bastante el nivel de calida de la web.

Últimamente esta web mantiene –e incluso mejora– su calidad, como demuestra la reciente publicación de la nueva traducción castellana de los Estatutos de la prelatura personal del Opus Dei; aprovecho esta oportunidad para agradecer al traductor su trabajo. También eleva el nivel de calidad de esta página la aparición de los libros de Alberto Moncada y de Ramón Rosal, los cuales, aun siendo dos personalidades muy distintas, tienen un denominador común muy claro. Mi enhorabuena a los dos por esas novedades editoriales.

Pero los correos del pasado viernes 28 de mayo, sinceramente, me decepcionaron. Actuando así, esta web puede desprestigiarse, y eso no conviene. Es más, no merece la pena perder el tiempo entrando al trapo de las provocaciones de Calandria, pues ella se descalifica a sí misma sólo con escribir lo que publica en opuslibros. No responder a sus escritos elevaría la calidad y la seriedad de esta página, y este es el consejo que dirijo a los usuarios de opuslibros, los cuales deberían siempre tener presente el efecto de seriedad que esta página ha de producir a quienes la consultan, lo que no impide, claro está, que también esté presente el sentido del humor, pero siempre con buen nivel.

Las aportaciones de Calandria son interesantes porque demuestran que con católicos como ella es imposible de raíz la evangelización del mundo contemporáneo. El integrismo religioso provoca que la gente huya de la Iglesia como de la peste, y este debería ser un serio motivo de preocupación entre los obispos: como ya he explicado recientemente en un escrito mío acerca de las “guarderías de adultos”, éstas perjudican tremendamente la tarea evangelizadora de la Iglesia.

Este consejo que me permito dirigir a mis amigos de esta página vale no sólo para los escritos de Calandria, sino también para otros posibles autores de esas características. Lo mejor es ningunearlos.

Josef Knecht