Vomitivo.- Fede
Fecha Wednesday, 12 May 2004
Tema 070. Costumbres y Praxis


Vomitivo

Desde hacía más de un mes llevaba retraso en la lectura del sitio. Hoy he logrado ponerme al día. Y maldita sea la hora. Después de leer el texto que envía Compaq tomado del "Vademecum de los Consejos Locales", que he tenido que leer y releer para podérmelo creer, me han dado arcadas y he vomitado la cena. Siento decirlo así, casi sin avisar, pero esa violenta reacción estomacal, también sin avisar, ha sido la irresistible respuesta de un cuerpo sano ante su contenido, que mi cabeza se resiste a asimilar y mi cuerpo obviamente no ha podido digerir. Será por eso de la unidad psicosomática, que tanto cuesta recuperar después de dejar la Obra, pero que, con tiempo y cariño, se ve que algunos vamos recomponiendo.

Transcribo el texto, porque no tiene desperdicio, y porque lo peor, al menos en cierto sentido, para mí ya ha pasado:

"Resulta inevitable que algunos se vayan. Es una prueba más del vigor sobrenatural, de la salud de espíritu de la Obra. Como todo cuerpo sano, se resiste a asimilar lo que no le conviene y expulsa inmediatamente lo que no asimila. Y no sufre por eso: se robustece."
(De "Vademecum de los Consejos Locales". Incorporación a la Obra/La perseverancia en la entrega, pág. 48. Roma, 19-III-87)

Nunca he maldecido a nadie, pero dicen que en todo siempre hay una primera vez. A la reacción emética que ha resultado inevitable, se une la repulsa moral que tampoco puedo evitar. Lo que en estos momentos me pide el cuerpo es expresar las cosas como las siento. Con esto, la Obra me ha escandalizado otra vez, y me viene a la cabeza lo que dijo Cristo sobre que "más valdría atarse una rueda de molino" y "mejor no haber nacido". A cada uno, lo suyo. Si Cristo maldijo, será que de suyo hacerlo no es pecado. A quien merece maldición, maldición. ¡Maldito, pues, quien escribió esas palabras del Vademécum! ¡Y maldito quien dio su aprobación y las enseñó, a sabiendas de la deshumanización que entrañan! Aunque yo no tenga una visión panóptica y sincrónica de la Historia, aunque a diferencia de Cristo corro el riesgo de equivocarme, maldecir al autor de esas palabras me parece una forma de hacer justicia.

La formulación de ese pseudoargumento es falaz. No tengo ánimos para exponer razonadamente su falacia; pero tampoco hace falta, porque salta a la vista que es insostenible en sus términos. Sólo una mente enferma -más aun, ya putrefacta- puede escribir o suscribir esas palabras. ¡Y están impresas en un puñetero "Vademecum", en uno de esos libros de muerte que cumplen funciones de prontuario o consulta rápida para los directores de consejos locales de la Obra! Que expresan, pues, lo que piensa la Obra de sí misma. Me corrijo: expresan lo que unos que mandan, que dirigen la institución en un nivel superior, quieren imponer que piensen otros, que también mandan y dirigen, éstos en consejos locales. Dicen lo que "debe pensarse" en esta materia de incorporación a la Obra y perseverancia en la entrega.

Esa es la doctrina oficial de la Obra ante una defección, que es la palabra que siempre se utiliza en la Obra en este contexto. Sin voluntad ninguna por diferenciar situaciones, por distinguir, por hacer justicia a las personales circunstancias que llevan a cada cual a escribir la carta de salida o que rodean a esa relación que se da por zanjada. Dice la RAE: "Defección: Acción de separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a que se pertenecía". ¡Así que, para más inri, los que nos fuimos nos separamos, por definición, "con deslealtad"! ¡Y eso que yo no quería irme de la Obra y que me hicieron repetir la "carta de dimisión" precisamente porque así lo manifestaba! Porque en ella decía que pedía la dispensa de compromisos sin acabar de entender por qué los directores no me habían dejado otra salida que "pedir irme" (porque esa cosa tan rara es lo que hice, y es que no hay diferencia entre decir "me fui" o "me echaron". Por eso no suena rara a quienes han pasado por escribir esa carta la expresión "nos fueron", complementaria de "nos fuimos").

Volviendo al texto, ¡menuda de-formación y a cuántos niveles! En ese texto, la Obra se sustantiviza, se hipostasia y asimila metafóricamente a un organismo vivo. Y, ¡oh, paradoja!, en esa concepción organicista de la Obra, se considera cuerpo extraño a sus ex-miembros (¡otra palabra que también tiene narices en este contexto!). Son "expulsadas" las personas, únicas realmente subsistentes y vivas. O bien son ellas las que dejan la Obra para poder sobrevivir frente a esa especie de horrendo monstruo triturador, de mecanismo mortífero. Esas personas "se separan" (en sentido activo o pasivo) porque, dice el texto, la Obra no las "asimila". No asimila "lo que no le conviene". Y además "no sufre por eso: sale robustecida". Yo, en cambio, que estoy vivo y no he perdido la capacidad de sentir, sí sufro: me quedo helado de espanto, me sudan la frente y las manos, me indispongo físicamente y... vomito de nuevo.

Si alguien necesitaba pruebas de la diabólica locura que es la Obra, de lo que ha llegado a ser esa institución en su encarnación histórica, de la forma inhumana y desnaturalizada en la que entiende "su" relación con sus miembros y ex-miembros, del despiadado intento de fagocitación y vampirización que hace de éstos para pretendidamente mantenerse "siempre joven", de lo hedionda y obscena que puede ser, ahí tiene esa prueba escrita. Me están faltando palabras para expresar la repelente sensación que me invade. Si ese texto es auténtico, estamos ante una asquerosa indecencia por parte de la Obra. Que, dicho sea, después de lo visto y vivido, cabía esperar. ¡Pero expresado tan fríamente, es muy duro!

Necesito salir a que me dé el aire, a respirar y reconciliarme con el mundo y con la vida. Necesito entablar alguna relación auténticamente humana. Coger una brizna de hierba, tocar una gota de rocío, sentir la brisa. Dar gracias por la existencia de cualquier cosa que la Obra aún no haya pervertido. Y desagraviar por la ofensa cierta que constituye su abominable perversión de tantas otras.

fede







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