¿Quién se puede arrogar el derecho de verlo por ti?.- Felipe
Fecha Wednesday, 12 May 2004
Tema 050. Proselitismo, vocación


Saludos a todos,

yo soy de esos ex miembros del opus que cree que la institución no tiene ninguna cosa buena y lo que tiene de bueno, son puras anécdotas y cuando tiendo al sarcasmo sobre lo que allí vi y viví, suelo ser muy duro aunque luego piense que no debería haberlo sido tanto, pero ya no tiene remedio porque lo escrito, escrito está. La obra no me merece ningún respeto porque ella no lo tuvo conmigo -no voy a generalizar porque hay muchos de vosotros que creéis que sí tienes cosas buenas-.

Por respeto entiendo decir la verdad y a mí me mintió. Pienso, como decía Flavia en uno de sus escritos, "que la obra está viciada en sus origenes". Creo que es un árbol que tiene las raíces podridas. No me refiero a la mayoría de las personas que aún están dentro porque, aunque fueron engañadas igual que yo, ellas no han visto aún o quizá no lo vean nunca qué es lo por lo que se mueve realmente la obra y en qué basa su forma de actuar. Así que bendita ignorancia de los que siguen a pesar de los pesares.

A lo que yo me refiero en su podredumbre es al espíritu, a la doctrina, al sistema de la institución. Se echa el anzuelo a diestro y siniestro, pero no un anzuelo visible sino encubierto. Los que hayáis ido a pescar alguna vez sabéis que hay anzuelos disfrazados, por ejemplo, de mariposas o libélulas con diminutas plumas de colores adornándolas y que al echarlos lejos, al agua y volver a traerlos arrastrados por el hilo, hacen de atractivo señuelo de color y movimiento para los peces. Los peces, al abrir la boca para alimentarse, se alegran por el hallazgo. En décimas de segundo notan en sus entrañas que lo que han comido no era lo que esperaban. Y comienzan a sufrir y al poco tiempo, mueren. La obra, hizo conmigo lo mismo que ese pescador hace con el pez. Se inventó una vocación que yo no tenía porque yo sólo tenía 'hambre', como cualquier adolescente con deseos de buscar, de conocer, lleno de ideales y deseoso de un sentido más trascendente o diferente o trasgresor, a su vida cotidiana.

La obra se puso en mi lugar sin ningún pudor, y "vio" que esa era la voluntad de Dios (cifr. La voluntad de Dios. Ruiz Retegui) PARA MÍ. Una vocación concreta la da Dios y es la propia persona la que siente o vé -y sólo lo puede sentir y ver ella-. A continuación puede pedir consejo pero no se puede, en nombre de ningún Dios, invertir el proceso. Y eso suponiendo que exista la vocación al opus que yo, como fede, creo que no existe. Existe la natural inclinación de un cristiano de vivir en coherencia con su fe pero eso es ser cristiano, no pertenecer a ninguna institución que se presenta como un lobo disfrazado con piel de cordero.

¿Quién se puede arrogar el derecho de verlo por ti? Y además, insistir, maquinar, trazar planes y estrategias para hacértelo ver hasta que, exahusto, aturdido y resignado, te rindes. Paralelo a ello pero obviamente oculto para el interesado, se mueven informes, se trazan planes en los consejos locales, se añade un número más al número de vocaciones estipuladas para el centro. No les duelen prendas. El sistema de la eficacia, al que agradezco a E.B.E. sus reflexiones, convierte a la obra es un ejército de burócratas al servicio del sistema.
Pero un sistema, unas normas, unas praxis y un ordenamiento, todo letra, pura letra, no tienen corazón.

Por eso, al leer ayer la cita que envió Compaq de ese documento interno de la obra, reviví el dolor del pez atrapado en el espejuelo de lo que creyó podía ser una mariposa:

"Resulta inevitable que algunos se vayan. Es una prueba más del vigor sobrenatural de la salud de espíritu de la Obra. Como todo cuerpo sano, se resiste a asimilar lo que no le conviene, y expulsa inmediatamente lo que no asimila. Y no sufre por eso: se robustece."
(De "Vademecum de los Consejos Locales". Incorporación a la Obra/La perseverancia en la entrega, pág. 48. Roma, 19-III-87)

Y regresé a mis 16 años cuando mordí el anzuelo. Y regresé a los 25, cuando me fui de la obra diciéndole al director que me iba a trabajar cuando en realidad me iba a casa de mis padres para no volver, se pusieran como se pusieran, y tras años de insistir que aquello no era lo mío. Volver a mi hogar era la única salvación para mi salud mental, física y espiritual. El abrazo de mi madre mezclado con mis lágrimas, cuando abrió la puerta, fue el principio de la salida del túnel de donde provenía.

La obra no sufrió por mi salida y es más, se robusteció. Lo tiene escrito en sus documentos internos. Ni por mí, ni por ti, ni por aquél. La obra no sufre. ¿Por qué no sufre? Porque no es de Dios, porque es un blufff, porque lo último humano que vio a su alrededor era el dinero que tenía que pagar cada semana a los obreros de Bruno Buzzi, a los de Torreciudad, a los del edificio de su sede central en Nueva York (al dinero, no a los obreros/personas). Pero yo sí sufrí hasta lo inexplicable.

Que Dios les perdone.

Y que me perdone a mí porque yo no me cruzo de brazos y seguiré ayudando en todo lo que pueda a los orejas de la web. Y la obra, la opus, la madre de todas las mentiras, tarde o temprano, saldrá a la luz como lo que es: la gran madrastra, la gran estafa.

Pues eso,

Felipe







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