El nuevo numerario. (Cap.2 de '¿Qué nos hicieron?').- Angel
Fecha Wednesday, 12 May 2004
Tema 070. Costumbres y Praxis



El nuevo numerario

Cap.2 de '¿Qué nos hicieron?'
Enviado por Angel el 12-5-2004

Una de las ventajas de mirar desde la experiencia personal y a la distancia el Opus Dei es que permite ver algunos cambios incluso en temas fundamentales, aunque se nieguen, y la adaptación forzada que ha sufrido la Obra a una realidad distinta a la España de la post guerra civil en que se forjó.

Los que fuimos numerarios hace más de 30 años (¿Qué nos hicieron?), podemos percibir con claridad esta evolución. Sin embargo, no hay que ir muy lejos, sino simplemente comparar las Constituciones aprobadas en 1950 y los Estatutos de 1982. Y no me refiero a la obvia transformación de ser miembro de un Instituto Secular, concebido como estado de perfección, a convertirse en fiel de una Prelatura Personal.

Uno de los cambios más evidentes es en el concepto del numerario...

En el artículo 15 de las Constituciones de 1950, se recalcaba que el numerario -el único que era miembro en sentido estricto- asumía o conservaba sus funciones en la administración pública, en la enseñanza, en el ejercicio profesional, del comercio, etc. Había una insistencia en ocupar los puestos de primera fila académicos y en los cargos públicos o de dirección. Es decir, el numerario se santificaba en un "perfecto cumplimiento de su profesión o cargo". Se trataba de cristianizar la sociedad desde dentro, con un concepto muy de milicia, para poner a Jesús -según se decía- en la cumbre de todas las actividades humanas. Era el catolicismo de cruzada, consecuencia de la Victoria en la Guerra Civil. De allí las invocaciones de Camino a ser caudillo. Este trabajo apostólico se orientaba, de manera especial, a los estudiantes de las universidades del Estado, para captar a los intelectuales y asegurar la catolicidad de la cultura. La vocación era cosa de hombres y no de adolescentes inmaduros.

Para el gobierno de la Obra y ejercer la formación interna, estaban los sacerdotes y particularmente un grupo de numerarios llamados "inscritos". Ricardo de la Cierva los ha calificado como "especie de guardia pretoriana que actuaba como reserva exclusiva para cargos directivos". Eran la elite de la elite, de entre ellos se escogían los "electores" cuya función principal era designar al Presidente General.

Los "inscritos", de los cuales no se nos hablaba y sólo con tiempo en el Opus te enterabas de la existencia de esta categoría superior. Los "inscritos" constituían la burocracia interna, dedicada a las labores internas a tiempo completo; y estaban claramente diferenciados de quienes éramos simples numerarios, que ejercíamos nuestra profesión, encargos apostólicos y vivíamos en las casa de la Obra gobernados por los "inscritos".

En mis más de once años en el Opus, me dedique casi todo el tiempo a mi profesión como un cristiano corriente y sólo en los últimos dos años, trabajé en una obra corporativa e integré, aunque por muy escaso tiempo, un Consejo Local. La época estaba cambiando. Esta experiencia, terminó siendo determinante en mi salida.

La figura de un célibe dedicado a la vida de apostolado y a la vez ejerciendo su oficio en el mundo, era viable en la España oficialmente católica de la post guerra -con la ortodoxia de la fe dominando la enseñanza pública-; sometida además severo control clerical de los usos y costumbres. En ella el numerario podía estar en el mundo protegido por la propia sociedad.

Pero la situación hoy es distinta. La figura del numerario de 1950 no sólo no se adapta a mundo competitivo, secularizado y en muchos aspectos descristianizado; sino que la propia perseverancia en la vocación de numerario corre riesgo al contacto con ese ambiente. Asimismo, las universidades públicas se han convertido en territorio hostil, al tipo de apostolado que se planteaba en 1950.

Por otro lado, es muy difícil desempeñar un trabajo profesional normal y con calidad, si tienes que hacer dos medias horas de oración al día y demás normas del plan de vida; comer al mediodía en casa a la hora fijada, participar después en la tertulia y rezar el rosario en familia; o que permanecer obligatoriamente por lo menos dos horas en el centro, para poder usar el cilicio. Encima, si llegas tarde en la noche, hay un numerario que se desvela esperando tu regreso, lo cual añade una presión adicional para que no tardes. De la misma forma, tienes que disponer de casi un mes al año, para el Curso Anual; cinco días anuales para el Retiro Espiritual; etc. Sumando a esto las charlas semanales que tienes que recibir; los círculos que tienes que dar; las convivencias a las que asistes; y cualquier otro encargo apostólico. Además, no se puede pretender ser un cristiano corriente si limitas tus relaciones profesionales con mujeres; si tienes censurada la televisión, los periódicos y revistas, los libros, el internet; si estás prohibido de asistir a espectáculos públicos; etc. Todo esto afecta al nivel cultural del numerario y a su comprensión e integración con el mundo que lo rodea.

¿Alguien se puede extrañar de las crisis y quiebres sicológicos de un numerario, sometido a las exigencias internas y al esfuerzo de estar obligado a desempeñar un ejercicio profesional a tiempo completo y exitoso?.

El Opus lo ha comprendido. En los Estatutos de 1982 ha cambiado radicalmente la figura del numerario. En el capítulo II, artículo 8 y punto 1, después de destacar que vive "celibato apostólico" se afirma que los numerarios "se dedican con todas sus fuerzas y con su máxima disponibilidad personal de trabajar, a las peculiares empresas de apostolado de la prelatura y habitan ordinariamente en las sedes de los centros del Opus Dei para cuidar de aquellas empresas apostólicas y dedicarse a la formación de los demás fieles de la prelatura". Ya no más apostolado en cargos públicos o universidades del Estado. El numerario dejó de ser, como decía Escrivá, "una inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad". Ahora pitan para trabajar en las empresas de apostolado y a dedicarse a la formación de los demás fieles de la Prelatura. Por eso, en el artículo 9 del mismo capítulo, la primera y fundamental condición para ser numerario es "gozar de plena disponibilidad para dedicarse a las funciones de formación y a las labores apostólicas peculiares del Opus Dei".

En los Estatutos de 1982 desaparecieron los "inscritos", porque sus funciones han sido asumidas por todos los numerarios, que de esta manera han dejado el mundo, ya que la característica de su vocación es dedicarse de manera primordial a tareas internas. Hasta el énfasis en el trabajo profesional se ha matizado. El artículo 2 señala que (el subrayado es nuestro) "no abandonan el ejercicio del trabajo profesional o de otro equivalente". Es obvio que el "equivalente" es la labor al interior del Opus. Se santifica el trabajo, pero no necesariamente el profesional. Por lo general, si los numerarios ejercen su profesión, lo hacen básicamente en obras corporativas y comúnmente como maestros, con horarios y exigencias adaptadas a su peculiar vocación. Estando siempre dispuestos a ser ordenados y formar parte del presbiterio de la Prelatura. Es decir, la figura del numerario se ha clericalizado, incluso en algunos aspectos recuerda a la función que desempeñan los religiosos al interior de sus institutos.

Pero hay un elemento adicional. El Opus ha evolucionado para concentrarse, cada vez más, en las labores de enseñanza que promueve de manera directa o indirecta. Hasta el extremo que hoy el acento está en lo educativo: colegios, universidades, academias, etc., en la medida que se teme a las consecuencias de la enseñanza pública y a la experiencia de lo difícil que resulta hoy obtener vocaciones en su ámbito. Los hombres ya no pitan de numerarios, de allí que se hace necesaria la labor con niños para irlos preparando. Por eso, los numerarios cada vez en mayor número se dedican a estas tareas.

Hace unos años había al interior del Colegio Romano, un Instituto de Ciencias Educativas, que dependía de la Universidad de Navarra -aunque sin reconocimiento académico de los estudios- donde junto con la formación interna, algunos numerarios recibían un barniz de ciencias pedagógicas para hacerse cargo de los centros de enseñanza que se multiplicaban. Algo similar, aunque lo hacen con mucho más profesionalismo, a lo que tienen los hermanos Maristas o de La Salle.

Todo esto, ha generado un proceso de endogamia interna. Los supernumerarios -una de sus obligaciones es que su familia sea semillero de numerarios- envían a sus hijos a colegios, directa o indirectamente de la Obra. Allí junto con otros muchachos que proceden de ambientes distintos, pitan de numerarios a los 14 o 15 años, van al Centro de Estudios, cursan una profesión en universidades del Opus y acaban trabajando en obras corporativas o de formación y dirección. Otros son destinados al Colegio Romano y se ordenan. En resumen, crecen y se forman en una pecera, sin experiencia directa de la realidad de la sociedad.

Un ejemplo, de este progresivo alejamiento del mundo del numerario, es el actual Prelado, Javier Echevarria. Desde muy joven vivió aislado en Roma, al lado de Escrivá. No tiene una profesión civil, y menos aún ha ejercido ningún trabajo, distinto a los cargos internos. Es el símbolo del nuevo numerario.

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