Ese entrañable aire de familia: la mentira.- Agustina
Fecha Monday, 17 May 2010
Tema 070. Costumbres y Praxis


Como recordaba Montserrat, la mentira es una norma más en el opusdei.

En Periodista Digital se publicó ayer domingo una larga entrevista con el numerario Joaquín Navarro Valls, ex portavoz del Vaticano en tiempos de Juan Pablo II. Son varios los temas tratados pero, en relación al opusdei y viniendo de un numerario, a mí me llamaron la atención dos respuestas.

La primera es sobre la vocación al sacerdocio porque pienso en los numerarios que la obra “invita” a ordenarse:

P.- ¿Hay miedo en la Iglesia a la mujer y, por eso, se la aparta del altar?

R.- Eso es el resultado de una concepción equivocada del tema del sacerdocio. El sacerdocio no es un derecho. En la iglesia, nadie tiene derecho a ser ordenado. La persona es sujeto de una vocación. No se conculcan los derechos ni de la mujer ni del hombre. Si es un tema de vocación, entonces ya entra la teología.

Si la persona es sujeto de una vocación, ¿por qué la vocación al sacerdocio en el opusdei la da el Prelado y es el prelado quien reparte vocaciones sacerdotales cual si del Espíritu Santo se tratara? ¿Por qué no se admite como numerario a un joven que manifieste su inclinación al sacerdocio? No sé dónde entra la teología en el procedimiento que se utiliza en la obra para decidir quién se ordena y quién no. Que el ex portavoz numerario le hubiera explicado al periodista que en el opusdei ser sacerdote es un tema de obediencia y no de vocación, hubiera sido escandaloso pero no habría mentido. (La santa mentira, siempre mintiendo).

La segunda pregunta me hace gracia porque hay “fieles de la obra” que se olvidan de que, cuando aparecen en medios de comunicación, les pueden leer también sus “hermanos” e, igualmente que a mí, les puede extrañar ciertas dispensas que se alejan mucho del “buen espíritu”. Es por lo su perro:

P.- Se pasó media hora mirando a un mono, según cuenta en su libro. ¿Ejercicio ascético?

R.- No, pura curiosidad. En el fondo, el ser humano sólo se abre o se cierra con otro ser humano. Aunque me encante hablar con mi perro ‘Blitz'. Sólo con el ser humano se pueden intercambiar cosas personales.

No sé si tras el gran aporte para parecer que se vive en medio del mundo que supuso autorizar a las numerarias a llevar pantalones en los año 90 (lo de fumar aún les está prohibido, no es optativo ni por salud y claro, fuman a escondidas), ahora resulta que un numerario (¿se supone también que las numerarias?) puede tener perro… Me alegro por ellos si así fuera porque una mascota te quiere y la quieres (ya vamos mal) pero ¿qué hacemos con los afectos desordenados? Pudiera ser que alguien quisiera a su perro más que a sus “hermanos” (por lo que hace lo imposible por llegar tarde al centro y no cruzarse con ellos), o al prelado (a quien no trata y, en su interior sabe que le aburre y no le atrae) o a su director (que parece que le oye pero no escucha cuando hace la charla/confidencia). Pudiera ser también que tratarle (al perro) con cariño se tomara como un apego o una compensación, tan denostados en el “buen espíritu”. ¿Y qué se hace cuando el director o directora te dice que te desprendas del perro? ¿Se envía a la delegación (al perro)? ¿Se le cambia de ciudad o de país (al perro) o se le pasaporta a mejor vida? El señor Navarro-Valls, con todos mis respetos, no vive como un numerario. Hubiera sido difícil explicarle al periodista por qué los numerarios no pueden tener perro, más fácil decirle que él lo tiene (sin que se lo pregunte) y de, paso, que lo sepan sus "hermanos" y "hermanas" porque, él sí que puede.

Como siempre: medias verdades y mentiras enteras, que ése sí es el “aire de familia” y el “espíritu” que sustenta a toda esta institución. Muy "entrañable" todo, como sabemos.

Un abrazo,

Agustina L. de los Mozos

Copio esta “anécdota” que escribió Escriba en la web:

Sobre las mascotas y la obra (17 de marzo). Una anécdota. Resulta que en Cavabianca (la sede del Colegio Romano de la Santa Cruz) tenían unos perros que cuidaban la gigantesca finca que alberga el conjunto de edificios. Un buen día apareció el padre (don álvaro) y un perro le gruñó, se lo llevaron de allí y lo ataron (al perro, no a don álvaro) y no pasó nada. El animalillo estaba cumpliendo con su obligación: guardar la casa, defenderla de los desconocidos. El pobre can no se imaginaba que estaba gruñendo al prelado del opus dei, además obispo y padre sinodal, etc... y todo un santo viviente. Está claro que el perrillo no se estaba empapando de la “intensa formación” que se da en la “severa palestra del Colegio Romano”. Había cometido un error imperdonable y que reclamaba una corrección radical “por el conducto reglamentario”.

Total, que esa noche al animalillo le pegaron un tiro en la cabeza y lo tiraron a la basura y al día siguiente apareció un nuevo perrillo mucho más afín al “espíritu de la obra”. Y asunto terminado.

Esta ¿¿¿edificante??? anécdota me la contó un habitante de Cavabianca en una charla sobre filiación al padre, en Roma. Recuerdo que recalcó algo así como: “¡un perro que gruñe al padre!, ¡¡¡al padre!!!, no, no, no, que NO, ¡¡¡NO!!! ¡¡¡inadmisible!!!, un tiro y a la basura”.

 









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