En el nuevo Centro de Estudios. De Neandertal a Homo Sapiens.- Nicanor (IX)
Fecha Monday, 12 April 2010
Tema 010. Testimonios


Era pues que cuatro gatos fuimos trasladados de una linda casa de San Isidro al enorme edificio explícitamente construido para albergar a cuarenta numerarios, entre habitaciones individuales y triples. A propósito la anécdota de un compañero arquitecto. Le dieron el encargo de construir un cuartel para oficiales en Chile así que propuso dormitorios individuales. “Muy caro” fue la respuesta. Segundo boleto: habitaciones dobles. Se lo negaron porque podía propiciar la “homosexualidad” – en la Obra se tiene el mismo criterio de “seguridad” ¿Será porque también es milicia? – así que en se segundo anteproyecto propuso habitaciones triples. El general de turno le dijo “¡Peor aún, si con dos es problema con tres… ni hablar!” y así volvieron al inicio: habitaciones individuales, que – hoy y ahora – es el estilo de las nuevas “casas” de la Obra, con su baño individual para no verse “calatos” y provocar malos pensamientos en alguno con tendencias distintas...



A todo esto, cuando me pidieron ser “oficial” (trabajador sin ad honorem) de la Comisión Regional (dícese de organismo máximo de gobierno de una región que toca gobernar al Opus Dei, dirigido por un sacerdote – representante del Prelado – al que se le llama Conciliario), vi brevemente un manual de experiencias de cómo construir Centros del Opus. Dirá el prólogo que el Opus no tiene un estilo definido y la verdad es que no necesita aclarar esto porque es tan complejo como la normativa para hacer un Hospital. Estos manuales son de empleo de numerarios (as) arquitectos y se guardan en donde reside la Comisión referida.

Retornando, Los Andes, como se le llamó al Centro tras álgido debate entre los mayores de la Obra, estaba “calato” por dentro. Los tiempos libres me los pasaba en trasladar los pocos trastos que teníamos a sus respectivos ambientes y, aún así, la “casa” – de forma conventual – quedaba enorme. Por suerte, un cooperador que dio de baja a su hostal, nos regaló las camas y mesas de noche para las habitaciones. Imagino que previamente habrán sido exorcizados dichos mobiliarios debido a su pecaminosa procedencia. Ahora serían santificados con el reposo de nuestros “cansados cuerpos” porque en la Obra “hay que exprimirse como un limón”, considerando el descanso como “un cambio de actividad” que – para nada – es echarse una siesta o leer el periódico, una revista o ver la TV o un video. Puesto que la función del Centro de Estudios es “formatear” el cerebro y con ello la conducta de los neandertales que llegan para ser expulsados luego como ejemplares numerarios, todo lo anteriormente mencionado sólo estaba reservado para los mayores; en este caso, el director y el sacerdote. Pero los cuatro neandertales que allí estábamos – yo seguía viviendo en casa de mis padres – teníamos toda la intención de ser formateados ya sea del modo “low” o “hard”. Un ambiente que me llamó profundamente la atención y que del cual no participé de su “ambientación” era una pequeña habitación cerrada con llave que y guardada en secreto lugar de la habitación del director. “Carlos, ¿qué hay allí dentro?” le pregunté. “Esto es el infiernillo” me respondió. “Acá se guardan todos los libros que no se pueden leer si es que tienes la debida autorización y formación filosófica y teológica”, por ejemplo acá están Kant, Ockham, Marx, etc. Esto me recordó un episodio de cuando estuve en SAMA al recién pitar. Movido de santo celo, en casa de mis padres había encontrado dos libros de Marx y Martín, mi director, me dijo: “tráelos inmediatamente”. Se los llevé y los quemamos en la azotea. Posteriormente me enteré que el Fundador había formado un grupo que selecciona y califica los libros permisibles de leer con distintas categorías del uno al ¿cinco?, no recuerdo, siendo el uno la calificación más baja “apta para todos”: las aventuras de Ásterix pero… ¡en latín! Puesto que los numerarios han de dominar esta lengua muerta propia de la Iglesia además del griego y el arameo.

Ciertamente la denominada “Sala de Estudios” o “Biblioteca” de uso general para los “chicos de San Rafael” (dícese de aquellos muchachos que vas persiguiendo para que se integren a un charla o círculo y separar la paja del buen trigo pitable. Son encomendados al arcángel San Rafael por ser quien llevó a Job por el buen camino hacia un santo matrimonio; por lo menos eso es lo que deja anotado el Fundador en CAMINO) almacenaba la colección de la Enciclopedia GER y libros ya censurados. Usualmente la matemática, geometría y lenguaje no se censura. Más adelante y, cuando se pasó de las películas de rollo a Betamax, VHS y ahora DVD se creará otro grupo para que seleccione qué es lo permitido para ver. Así pues, nos quedaba claro que habían dos “cucos”: la lectura y los videos. Creo que el lector ya sabrá que los numerarios y agregados estamos prohibidos de asistir a cualquier tipo de espectáculo público: cine, teatro, corrida de toros, etc., a excepción que el numerario sea el torero o cantante, obviamente. Y, esto, se explica facilito: todo aquello que entra por los sentidos va formando la conciencia, es por ello que, para la salud de una conciencia auténticamente cristiana y conocedora de lo bueno y lo malo tiene que pedir permiso al director o sacerdote de lo que va a leer (por ejemplo el comic “Condorito” estaba desaconsejado o revistas como CARETAS que tocasen temas políticos controversiales). A este punto añado que, a veces, me tiraba mi “canita al aire”, sobretodo cuando iba al baño a satisfacer mis necesidades fisiológicas me llevaba conmigo el periódico.

La primera vez me llamó la atención que había zonas recortadas, sobretodo en la sección de “espectáculos”. Cuando pregunté por estos recortes se me dijo que era porque “atentan contra la moral y las buenas costumbres”; y no solamente eran fotos de chicas desnudas sino también artículos. Es por eso que el diario, cuando llega, siempre ha de dejarse en la habitación del director hasta que – por su peculiar gracia de estado – lo estudie, recorte. Parte e los “cuidados maternales” de la Obra. Tal era este estado de cuidar la conciencia de los demás que, el peluquero al que solíamos asistir, me comentó que había un tipo – director del Consejo Regional – que le daba cólera porque cada vez que tomaba el diario o una revista tenía la manía de arrancaba algunas fotos y artículos así que cuando le veía llegar guardaba los diarios y revistas. Le dejaba solamente “Condorito” y aún así lo despedazaba. Este tipo de control que consideraba algo buenísimo y normal dentro de cualquier “familia cristiana” me llevó no solamente a fiscalizar el periódico que llegaba a casa de mis padres con la extrañeza de mis padres. Otra anécdota al respecto fue cuando, por cortesía, ofrecía a quien tenía que pasar un buen tiempo en sala de espera; Alfredo al verme bajar el periódico me llamó la atención “Pero, ¿qué haces?, ¿No te das cuenta que es rarísimo que muestres un diario recortado a una persona extraña?”. En honor a la verdad, si aquella persona me preguntaba por los recortes, no era para satisfacer algún desordenado apetito sexual sino por las razones que me habían dado. Pero, he aquí, que esas personas son de la especie neandertal, por lo tanto mejor alcanzarles un “boletín informativo” (dícese de la revista que publica la oficina de información del Opus Dei dentro de su plan de marketing).

El día que alguien cumplía años, la celebración también estaba normada en los manuales de la Obra: “se añadirá un extraordinario en la comida, tal como un aperitivo o su plato favorito. Si lo prefiere, previa consulta con el director, podrá contar la historia de su vocación… se podrá proyectar un video comercial previa censura y, si es una fecha especial como cumplir los cuarenta años, el consejo local preparará una especial celebración. En caso que el cumpleaños coincida con una fiesta de la Obra (ya mencionado en artículo anterior) bastará una sola celebración y, si coincide con un día de retiro mensual, se celebrará después del mismo”. A toda esta normatividad que tenía que ser digerida e interpretada por el Consejo Local, se designaba a algunos “buena gente” para que añadiesen algún momento divertido para la tertulia. Lo usual era que el “buena gente” era yo, por algún peculiar sentido del humor, mientras los demás se ocupaban de sus sacros deberes por se demasiado insulsos.

Entonces, me dedicaba a hacer los famosos “murales” o pegotes de revistas que pedía – a través del sacerdote – de alguna supernumeraria tales como COSMOS, HACER FAMILIA, VANIDADES, entre otros. Lo que me atormentaba es que las supernumerarias no censuran sus revistas y me quedaba expuesto a las tentaciones demoníacas más tremendas con sesiones de fotos de página central. Será pues el “mural” un pegote de fotos al cual se añade comentarios divertidos con plumón. Usualmente este “mural” tenía que pasar por la censura del director porque, ¡bah!, seguíamos siendo medio neandertal-sapiens o viceversa. Así pues, algunos murales salían a la luz con recortes.

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