¿Qué nos hicieron? (Cap.1 de '¿Qué nos hicieron?').- Angel
Fecha Sunday, 09 May 2004
Tema 010. Testimonios


¿QUÉ NOS HICIERON?

Cap.1 de '¿Qué nos hicieron?'

ANGEL, 8 de mayo de 2004


Es bueno comenzar por una obviedad. Por lo general, no hay páginas web de ex jesuitas o de ex Kikos, ni tampoco existe abundante literatura sobre las experiencias vividas, al interior de esas organizaciones, de quienes se salieron. ¿Qué fue lo que nos marcó de manera tan profunda que nos impulsa a realizar esta especie de catarsis pública? ¿Qué es aquello que nos afectó tan vitalmente que nos podemos, para bien o para mal, permanecer indiferentes ante lo que experimentamos en el Opus Dei?.

Hace casi 30 años que me fui del Opus, después de ser numerario por más de once: pité a los 16, en un continente y país lejano de Europa...

y me marché a los 27 con la Fidelidad hecha. También conocí y conviví en varios breves periodos con Escrivá, durante los años que hice el Centro de Estudios en España y cursé mi carrera. Pero, a pesar del tiempo transcurrido, e incluso no tener ya fe, no he podido superar completamente esa etapa de mi vida y por lo que veo en esta página nos pasa casi a todos. La prueba es que estoy escribiendo estas líneas y que leo cuanto se publica sobre el Opus. En mi biblioteca personal libros sobre el tema ocupan un considerable espacio.

Paradójicamente, eso me ha permitido tener un conocimiento que nunca lo tuve cuando era numerario. No había acceso a las Constituciones, la información era dosificada y no era de buen espíritu ir preguntando, además de arriesgar una Corrección Fraterna.

Una parte fundamental, y peligrosa, del sistema del Opus es no dar la información completa de a qué te estás en realidad comprometiendo, para no espantar al candidato que no está preparado para asimilar algunas realidades. ¿Qué pasaría si les hablaran antes de pitar a los adolescentes que iban a tener que usar cilicios y disciplinas; o las candidatas a numerarias que no volverían a dormir sobre un colchón? ¿Qué sus cartas van a ser censuradas o que tendrán que renunciar a la familia?

Por eso, tal vez lo que daña y afecta a las vidas tocadas por el Opus, es un método de captación que oculta información, avasalla y tiende a no respetar la libertad para decidir, usando como excusa la "santa" coacción, ya que lo que importa en verdad no es la persona, sino el número de los que pitan. Esa compulsión también se explica por la cantidad de deserciones, pese a las dificultades que te ponen para salir. Lo que hace que no se discrimine si en realidad el individuo tiene vocación; o las consecuencias que puede tener, especialmente para una personalidad todavía no formada como es el caso de la adolescencia, el compromiso que asume. Lo que provoca que el Opus en su cacería frenética y compulsiva de vocaciones, deje tirada en el camino a mucha gente a la que ha dañado en su desarrollo personal y generado problemas de diverso tipo, incluyendo los sicológicos.

Voy a exponer mi caso. Hoy el Opus y sus métodos son conocidos. Pero no lo era hace más de 40 años y menos en mi país donde recién empezaba. Estaba en el colegio cuando un compañero -numerario adscrito- me invitó a conocer una casa de San Rafael, sin decirme de que se trataba. A poco de estar allí me di cuenta que se trataba de algo religioso y me preocupé, porque temí que fuera protestante. Recién comenzaba el Vaticano II y el ecumenismo no estaba de moda.

Mi amigo me presentó a un español mayor, todos lo que vivían en esa casa lo eran, que me empezó a hablar de vida espiritual y de cosas que yo no entendía. Mi catolicismo no pasaba de una aburrida misa dominical en latín. Pero para mi desgracia ese día me había confesado. El español me preguntó a bocajarro si me moría dónde me iría y yo que acaba de pasar por el sacramento de la penitencia, le dije que al cielo y que no tenía pecados mortales. Cuando se convenció de que no mentía, creyó que había encontrado un santo.

Desde entonces no me dejó en paz, me llenó de rezos del rosario, oraciones mentales y demás cosas por el estilo. Visitas a los pobres, meditaciones los sábados, convivencias. Un mundo nuevo que me deslumbraba. Como el ambiente me gustaba, sobre todo la tertulia sabatina y los paseos, le seguí la corriente, aunque no cumplía las normas. El Opus Dei casi no se mencionaba. Tal vez porque no hubiera sido fácil explicarle a un chiquillo inmaduro y sin mucha formación religiosa, conceptos totalmente ajenos como el de Instituto Secular (en esa época todavía lo era), término absolutamente desconocido.

Cómo el español andaba obsesionado por el apostolado, también invité a un par de amigos para que me dejara en paz con sus exigencias, aunque salieron corriendo. Pero quien me trataba quedó convencido de mi vocación proselitista, aunque después de escribir la carta me obligaría a romper mi amistad con ellos.

Lo que no sabía era que mis fingimientos adolescentes me costarían, además, once años de mi vida. Pasados unos dos o tres meses de ir a la Casa de San Rafael, me plantearon que tenía vocación y sin reflexionar escribí la carta. Por supuesto que me dijeron que no lo comentará con mis padres, ni con nadie.

Poco a poco me empecé a dar cuenta en que me había metido, aunque ya me había acostumbrado. Al poco tiempo me enviaron a Europa, a la Universidad de Navarra, y seguí tirando hasta que un día el hilo se rompió. Pero esa es otra historia que ya la contaré.

Creo que muchos podrían contar experiencias similares en esencia. A lo mejor si rastreamos por allí, podríamos encontrar las respuestas a las preguntas que planteaba al inicio.

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