Decía mi madre que nunca es tarde si la dicha es buena, y aquí estoy por fin, libre de verdad y disfrutando de una vida que había llegado a pensar que no existía........

  Fuí de la obra treinta años (sí, has leído bien: 30 ), muchos los pasé francamente mal, otros no tanto, porque conseguí irme adaptando a fuerza de no pensar en lo que me hacía daño. Pero llegó un momento en que me dí cuenta de que no podía seguir así: había tantas cosas en las que no estaba de acuerdo, tantos " métodos" equivocados y tanta tontería, que decidí romper con todo y largarme.

  La decisión no fué fácil: tenía casi cincuenta años, pero precisamente por eso no tenía tiempo que perder, así que me planté en la Delegación y dije que me iba.... allí mismo firmé la carta y salí más contenta que unas pascuas. Cuando pisé la calle empecé a darme cuenta de que ¡ahora sí! el mundo era mío: no tenía que dar cuentas de nada a nadie, y empecé a disfrutar cada segundo: del aire del la calle, de mi familia, de los colores de la fruta cuando iba al mercado, cualquier cosa era un regalo. Hasta el tener que buscarme la vida, como todos salí con una mano delante y otra detrás, pero eran ¡mis manos!

   Bueno, y aquí estoy intentando disfrutar de la vida. Gracias a Dios voy colocando las cosas en su sitio, porque han sido muchos años en los que de tanto negar la evidencia, ya no sabía a qué atenerme. Y reconozco que me ayuda leer los testimonios de los demás que en muchos casos concuerdan con mi propia experiencia.

    Agete