Más sobre Escrivá y el Vaticano II.- Mateo
Fecha Monday, 25 January 2010
Tema 900. Sin clasificar


A continuación transcribo unos párrafos de un artículo sobre el Cardenal Ottaviani. Su interés estriba en que Ottaviani y el fundador del Opus Dei formaron parte de la camarilla de personajes que se opusieron al progreso que supuso el Concilio Vaticano II. Ambos tenían un pensamiento muy concorde y estaban relacionados.

 

CARDENAL OTTAVIANI

Párrafos de un artículo de Celso Alcaina, uno de sus colaboradores en el Santo Oficio, aparecido en Atrio.

"Arriba España". Poco más sabía de español. Y me habló de política. Admiraba a Franco, era entusiasta de nuestro nacionalcatolicismo. Había visitado España. Recordaba con ternura al Cardenal Segura, maltratado por los rojos. "España es la reserva de la Iglesia. No como otros países, por ejemplo, Holanda". Me entregó una carta sellada y lacrada. "Es tu nombramiento pontificio", me dijo. "Debes entregársela en mano al Cardenal Fernando Quiroga. Te esperamos dentro de este mes de febrero". Me despedí (...)...



Ése era Alfredo Ottaviani. No sólo el martillo de heterodoxos, reales o supuestos. Estaba seguro de todo. Los dogmas eran indiscutibles, sin matizaciones. Concebía a la Iglesia como una pirámide jerárquica, bien trabada, sociedad perfecta, con poderes divinos. El Primado romano tenía poderes absolutos y prevalentes. Además, era infalible. Así lo había instituido Jesús de Nazaret. Lo vivía, lo había enseñado en el Ateneo Lateranense y lo había escrito en su libro. Era doctor en Derecho Eclesiástico. ¿Teología?, la del Denzinger. Quien obedece no se equivoca. Mandaban los Concilios de casi dos milenios, el dogma, que por eso es dogma.

No podía admitir de buen grado el revisionismo del Vaticano II. Se consideraba un importante órgano del Primado, del Papado. Su responsabilidad le había llevado a deliberar sobre la posible deposición del Papa Roncalli, en base a doctrina de teólogos salmantinos. A su entender, Roncalli rozaba la heterodoxia. Y su Iglesia necesitaba una cabeza sana que encarnara el Primado diseñado por el Vaticano I. Sufría con los cambios que él no lograba detener. Era auténticamente espiritual. De una pieza (…)

Algunas de estas ayudas eran hurtadas al mismo Papa. No era por el Papa personalmente. Era por los adláteres que podrían conocer y difundir lo que debe ocultarse a toda costa. Un secreto deja de serlo cuando se sale de dos. Eclesiásticos degenerados, algunos de altísimo rango, en vías de recuperación, enclaustrados por sus delitos, o castigados con remoción de cargo y de lugar. Compensaciones económicas por reales abusos sexuales, o de otra índole, celados a la opinión pública. Seguimiento, patrocinio y colaboración con el partido demócrata cristiano de Don Sturzo. Identificación, marginación y persecución de los comunistas, enemigos de la Iglesia.

Pude verlos casualmente. El armario no estaba cerrado. Dentro había cientos de carpetas desordenadas con miles de fichas. Pregunté a un veterano colega. "Son las fichas de militantes comunistas del Partido de Togliati. Debemos bajarlas al Archivo". Eran los años del bipartidismo italiano. Los comunistas pisaban los talones a los demócratacristianos. Éstos buscaban el apoyo del Vaticano. Sin ese apoyo hubieran perdido. La cruzada jesuítica, impulsada por Pio XII, había declinado. Pero el Decreto de 1949, redactado por Ottaviani, seguía vigente. El Comunismo era perverso y condenable. Excomunión automática a los católicos que se afiliaran o colaboraran. Ottaviani no podía, no quería, aflojar.

Pero Ottaviani tuvo que tolerar, más que aceptar, el Concilio Vaticano II. También vi los voluminosos "esquemas" elaborados en el Santo Oficio bajo los auspicios y la ideología del Santo Oficio. Estaban a punto para ser propuestos a los Padres Conciliares. Convencido como estaba de su ortodoxia y de su oportunidad, el Cardenal esperaba su consecuente aprobación. Todos sabemos lo sucedido. Desde el primer día, tras el discurso del Cardenal francés Liénart, el Concilio derivó en motín contra la Curia personificada en Ottaviani. Fue abucheado, pitado. Se calló, pero no cedió. Sólo le quedó la sensación de que el Concilio se había equivocado. La doctrina conciliarista del siglo XV ya había sido definitivamente abolida por Pío IX y su Vaticano I. La Iglesia era una, romana, dogmática, divina, y semper idem.

Pablo VI decidió desembarazarse de Ottaviani. Sabía que Ottaviani no ejecutaría el Concilio sin una dura lucha cotidiana. Montini ideó la jubilación forzosa generalizada a los 75 años, 80 años para entrar en el Cónclave. Se comentaba entre nosotros. El Papa hamlético resolvió un problema particular con una norma general. Ottaviani, 78 años, dimitió. Sobreviviría 11 años a su defenestración.”

Mateo







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