Don Alvaro y el Concilio.- Juan
Fecha Friday, 15 January 2010
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Leo el escrito de Ana Azanza sobre la participación de don Álvaro en el Concilio Vaticano II. Cita a Estruch, el cual niega que don Álvaro tuviera alguna participación en los trabajos conciliares sobre el laicado y en concreto en la doctrina sobre la santificación universal.

El hecho no tendría mayor importancia ya que en el Concilio quien habla es el Espíritu, no Juan o Pedro. Aun así démosle a cada uno lo que le corresponde y no demos vía libre a las inexactitudes.

Desde mi punto de vista no sería necesaria prueba alguna, bastaría leer los capítulos IV y V del la Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia, para darse cuenta de que se trata de doctrina enseñada desde siempre por San Josemaría. Pero hay más. En una tertulia pública con San Josemaría, pienso que en América, éste estaba hablando sobre la obligación que todos tenemos de intentar ser santos y añadió que así constaba en los documentos conciliares. Acto seguido se volvió hacia don Álvaro y dijo: "Este hermano vuestro la puso allí". ¿Para qué iba a mentir el Padre? ¿Qué iba a ganar con ello?

Al leer los datos que aporta Estruch con una cierta confusión (no se sabe cuándo afirma y cuándo cita), advierto que hay algo que pasa por alto: las distintas fases del Concilio. Don Álvaro pertenecía desde 1959 a la Congregación del Concilio. Éste fue anunciado por el Beato Juan XXIII en enero de 1959, tuvo una fase ante-preparatoria (1959-1960), una fase preparatoria (1960-1962) y celebró cuatro sesiones entre 1962 y 1965 (Documentos del Concilio Vaticano II, B.A.C., págs. 3 y ss: 'Fechas y curso del Concilio'). Fue en la fase ante-preparatoria cuando don Álvaro ejerció como Presidente de la Comisión para los seglares. Luego, en junio de 1960, se constituyeron las Comisiones preparatorias y en septiembre/octubre de 1962 las Comisiones conciliares. El volumen citado, en la Introducción histórica al Decreto "Apostolicam actuositatem" se refiere "ex profeso" a la Comisión ante-preparatoria que realizó los primeros trabajos referentes a los seglares.

En 1968 se publicó un artículo de don Álvaro titulado "Una de las figuras precursoras del Concilio Vaticano II: Mons. Escrivá de Balaguer". En su segundo párrafo podemos leer: "Por deseo de los Romanos Pontífices Juan XXIII y Pablo VI tuve que trabajar en la fase ante-preparatoria del Concilio como Presidente de la Comisión sobre seglares, y, durante el Concilio como Secretario de la Comisión sobre la disciplina del clero y del pueblo cristiano y como perito de otras cuatro Comisiones". ¿Para qué iba a mentir don Álvaro sobre ello? Todavía vivían muchos de los que habían trabajado en el Concilio y en su preparación y hubieran podido desmentirle. Por necesidad tiene que haber documentos aunque no los conozca Estruch.

Del Portillo fue consultor de las Comisiones conciliares de los Obispos, de la Doctrina de la Fe y de los Religiosos, y esto último asombra a Estruch. Sin embargo hay que tener en cuenta que el Opus Dei -y no por gusto de su fundador- estaba adscrito a la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Fue precisamente en la elaboración del Decreto "Perfectae caritatis", sobre la renovación de la vida religiosa, cuando se puso en evidencia el distinto tratamiento que precisaban "las religiones, los institutos de vida común sin votos y los institutos seculares". Por ello el Concilio se limitó a establecer unos principios generales para todos, a fin de que, más adelante, la autoridad competente emanase las normas particulares para la aplicación de estos principios (Preliminar).

El resultado en cuanto al Opus Dei ya sabemos cuál fue: Se erigió como Prelatura personal en 1991, se nombró Prelado a don Álvaro del Portillo y la Prelatura quedó adscrita a la Congregación para los Obispos.

Si Ana Azanza quiere criticar a S.S. Juan Pablo II y a S.S. Benedicto XVI por haber dado esta forma jurídica al Opus Dei puede hacerlo; no obstante mi impresión es que "el papa polaco" -pronto Beato, si Dios quiere- es un bocado demasiado grande para ser tragado por una sola persona.

JUAN.







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