Con permiso de Agustina, deseo utilizar estas líneas para intentar hacerles recordar a los miembros de la Prelatura este pensamiento de Rabindranath Tagore:

“Si cerráis la puerta a todos los errores, también la verdad quedará fuera.”

No deberíais poneros la venda y el ungüento antes de padecer la herida porque tal “prevención”, extendida a todo el cuerpo personal o institucional (a todas las posibles o probables heridas), os convierte en momias físicas y espirituales al servicio de unos “criterios”, que no son mandamientos o leyes de Dios ni de su Iglesia. Y las momias no parecen estar llamadas a ser plenos hijos de Dios al servicio de la Verdad, que es la Vida, que es Cristo, que es el Camino, precisamente porque son momias que no pueden vivir, ni caminar, ni decidir en aquello que libremente se debe optar.

Otra cosa sería hacer pasar el carro por delante de los bueyes, lo cual, como es sabido, acaba con todos –bueyes, carro, pasajeros y equipaje- en la cuneta, con peligro y riesgo ciertos de dañar también a otros caminantes que nada tienen que ver con ese carro ni con esos bueyes.

Los hijos de Dios (y los santos) lo son a pesar de los errores, pero no sin ellos.