Estimado Al Chile:

He leído tu artículo sobre los medios internos de comunicación del Opus Dei y me parece muy bueno. Felicidades. Creo que pones el dedo en una de las llagas más sensibles y dolorosas para la obra. Por una parte, te refieres a la cosmética de su discurso. Un discurso por demás atemporal, amorfo. Cuando yo leía Crónica (Obras casi nunca la leí porque me pillaba muy cansado), tenía la impresión de que en la Obra había una suerte de desprecio por el tiempo real, por las personas concretas, por cualquier eventualidad que se saliera de sus ritmos artificiales (oficiales). Su narrativa es siempre la misma, y, si se fijan, la cadencia de los artículos que aparecen ahí publicados concuerda con la de muchos numerarios en buen plan: es parecida a sus risas falsas en una tertulia, en la que todo se hace para crear un ambiente artificial de cordialidad y optimismo.

Con esas revistas que mencionas en tu escrito, me sucedía algo parecido a lo que sentía en las tertulias con don Javier, quien, en efecto, tal como lo señalas, nunca dice nada por sí mismo, todo en él es parafraseo huero, sin sentido ni fuerza. Pero eso sí, cuenta chistoretes que por simples y tontos que sean (porque lo son), producen la risa de sus hijos... "todos a una". Pareciera que, tras una tertulia con el prelado (todos muy apiñados y en situación de entrañabilidad, muy de casa) o después de leer su descripción en una revista interna, no le queda a sus hijos sino decir de modo conclusivo y con cara meliflua y noñesca: "¡Qué bello es vivir en casa!" Voy, voy... Yo también lo digo al chile.

Castalio