Testamentos, herencias, cuidados maternales y la intención detrás.- Nicanor Wong
Fecha Monday, 14 December 2009
Tema 120. Aspectos económicos


Un aspecto interesante del modus operandi de la Prelatura sobre sus “colonias” o “nuevas fundaciones” dentro de su itinerario histórico, materia de investigación para los historiadores de la Iglesia será primero, las negociaciones del Fundador con el obispo o arzobispo del lugar para la presencia de un Centro del Obra en tal país y, por otra parte, además de “la cruz,  el evangelio y mi bendición apostólica por todo equipaje”, la recomendación verbal de hacer contacto lo más pronto posible con las familias de abolengo del lugar. Ciertamente, no es fácil llegar a trabar amistad con las familias de abolengo y empresarios, y, más aún, tocar sus bolsillos. Reconozco que hay algunos numerarios y numerarias que la pasan muy duro en ese proceso de aclimatación y presentaciones. Digamos que estos personajes adinerados - desde algunas centurias atrás -  están vacunados contra personas que se interesan por ellos acechando sus bienes. 

En el caso de la ciudad donde viví – Chiclayo - , el director del Centro me comentaba que habían empezado con el pie izquierdo. Mientras que en Quito, citaba, habían logrado entrar con “familiones” y “empresarios” acaudalados, en su caso tenía un grupo gran masa de “pobretones” y uno que otro apellido interesante que habían pitado como supernumerarios. El caso es que los aportes al Centro por parte de los supernumerarios y cooperadores no alcanzaban para mantener el caserón. Por aquel entonces era secretario del Centro y por eso me enteraba de estas minucias. 

Por otra parte, remontándome a la fecha que hice la ceremonia de la “fidelidad”, en la que numerarios y agregados hacemos testamento ante la presencia de notario, recuerdo que quise declarar a favor de mis padres – aunque con buen tino ellos ya me habían desheredado – y Manolo Cerna me llamó aparte explicándome que mi nueva familia de sangre era la Obra y si era buen hijo tendría que declarar que: todos mis bienes presentes y futuros pasaban a ser entregados a la Prelatura del Opus Dei y la Santa Cruz. Firma y punto. Quería ser “buen hijo”. No te preocupes, la Obra es padre y madre, se preocuparán de tus padres en su vejez. Aspecto que, he constatado con padres de numerarios que la han pasado mal y sólo les envían un cura para que los atienda o un numerario de vez en cuando. Recuerdo cuando mi padre sufrió de un infarto, ¿la Obra puso algún céntimo para que sea trasladado a una clínica? Por lo menos enviaron un cura para que lo confesara o cuando sufrí la rotura de la rodilla en un curso anual ¿me trasladaron a un centro de servicios médicos adecuado? Para nada: al centro de salud del Ministerio donde el médico estaba más preocupado en comer su bocadillo antes que atenderme; asunto que se prolongó casi tres meses por no haber diagnosticado certeramente que había una fisura en vez de un esguince. ¿Se aplicó el “los enfermos son el tesoro de la Obra”? o el ¿”Dios perdonaría si me robase una estrella para paliar el dolor de algún hijo o hija mía enfermo?”. Todo queda en clichés. La familia de sangre asume los gastos (que fueron cuantiosos) y mis “hermanos” de la Obra quedaron de mirones. 

Pero, ¿qué hay detrás del proselitismo y los testamentos? Está claro: dinero. La atención de supernumerarios, cooperadores, padres de numerarios tanto de la sección de varones como de mujeres obedece a una directiva explícita recomendada por el Fundador: hacer lo posible para que – en sus testamentos – incluyan a la Prelatura, puesto que deben asumirlo como un hijo más, una boca más de su familia. 

Es así que, en un estado cercano a la muerte, con la angustia y el temor del tránsito al más allá, sean los numerarios y sacerdotes que atiendan esos últimos momentos quienes sugieran “sutilmente” a los moribundos cooperadores o supernumerarios un acto de generosidad – para alcanzar un cielo más alto (ad maiorem gloriam Dei) – y sus almas disfruten de un palco privilegiado cerca de la Trinidad beatífica en función de terrenos, casas,  joyas o cuentas bancarias. La muerte siempre es un momento propicio para este tipo de “empujoncitos” a la generosidad. 

Justamente me encuentro con la sorpresa legal que tengo que, en mi país, anular el testamento que hice para evitar problemas legales si es que algo me sucediese. Si bien la Constitución privilegia a los hijos, nunca me tomé la molestia de leer la letra pequeña de lo que firmé ya que “es de buen hijo del Fundador confiar plenamente en los Directores”. 

Ate.

Arq. Nicanor Wong Ortiz 









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