Los directores locales SÍ llevan la dirección espiritual.- Levantisco
Fecha Friday, 20 November 2009
Tema 070. Costumbres y Praxis


      El 16 de este mes, Haenobarbo demostraba documentalmente la falsedad del absurdo subterfugio que nos refería Trinity, que los directores habían maquinado, para justificar lo injustificable: que los directores locales reciban la confidencia (charla de dirección espiritual) de aquellos a los que gobiernan. Ejerciendo el gobierno local y la dirección espiritual sobre ellos en contra de las indicaciones claras de la Iglesia. El argumento esgrimido consiste en afirmar que los directores locales no son parte del gobierno de la prelatura, y por ello es lícito que puedan llevar esta dirección espiritual.

      Es evidente, como dice Haenobarbo, que los directores locales no gobiernan toda la prelatura, pero sí ejercen el gobierno de los Centros de la prelatura, y también llevan la dirección espiritual de los que pertenecen al Centro.

      En definitiva, lo que ahora afirman es que no existe un gobierno local, cuando en los documentos internos que se encuentran en Opuslibros podemos leer todo un vademécum del gobierno local (19-III-2002).

 

      Es penoso y quizá lo que nos quedaba por ver: que ya no tengan ni la valentía de defender y sostener las Instrucciones (31-V-1936) que ha dejado el fundador:

 

31      [257] Los asuntos se han de estudiar, por tanto, con la seriedad debida, como en un laboratorio: el fenómeno en sí, y luego los antecedentes, y los fenómenos paralelos que sean similares. Después, sólo después, se toman las decisiones. Porque no basta que haya fidelidad y disciplina: hace falta conocimiento de las personas y de las cuestiones, y evitar herir a nadie innecesariamente.

         Cuando el gobierno local no está completo, porque alguno de sus componentes está fuera del domicilio del Consejo local —en sus trabajos profesionales, o en un curso de retiro, visitando una casa, un Centro, o una de las obras apostólicas—, hay que esperar a que se reúnan los elementos ordinarios, a que vuelvan, para tomar decisiones de una cierta importancia.

 

34      No habiendo tiranía, es más fácil dar a cada cual lo suyo, con caridad de Cristo, con amor fraterno; teniendo en cuenta que no se gana a las gentes dándoles más; porque muchas veces se les da más, dándoles menos.

         Sobre todo, en nuestra circunstancia de almas dedicadas al servicio del Señor en medio del mun [262] do —en la calle—, es preciso que se formen todos los hijos míos, que los forméis vosotros, que les ayudéis a formarse con bondad y reciedumbre, pero de tal manera que huyan de los dos extremos. Y para esto está el gobierno local, que —siendo colegial— de seguridades suficientes para la unidad de la organización y para la hondura de la formación.

 

76      [311] Sin embargo, los hijos míos que llevan poco tiempo en el Opus Dei agradecerán que los Directores de la casa, a la que estén adscritos, se preocupen con cariño —como un medio más de formación— de leer las cartas que ellos reciban: para poder orientarles, darles un consejo, evitarles un disgusto innecesario, etc.

         [312] El hecho de que se entregue una carta abierta, no se considera como una prueba de desconfianza: obedece sólo a una razón ascética, o a una medida práctica de ayuda en la labor de formación. Además hay que tener en cuenta que los Directores nunca comentarán con otros el contenido de las cartas que han llegado, y que ellos han tenido el deber de leer: pueden, en cambio, y en muchos casos deberán hacerlo, cambiar impresiones con los que forman el gobierno local.

 

89      Los Directores no deben olvidar que dirigen hombres que aman a Dios y sirven a la Iglesia, pero hombres: con debilidades humanas. No los juzguéis nunca sin oírles. Recordad aquellas palabras de San [328] Juan (VII, 51): numquid lex nostra iudicat hominem, nisi prius audierit ab ipso et cognoverit quid faciat?, ¿acaso nuestra ley condena a un hombre antes de oírle y sin averiguar lo que hizo?

         Al cambiar impresiones con el gobierno local, ved en primer término las buenas cualidades de vuestros hermanos; después, conviene —es caridad fraterna— que veáis sus defectos, pero sin exagerarlos.

         Sed prudentes al descubrirlos, para no dejar en sus fichas personales una afirmación difamatoria. Ya os dije que no debe ponerse etiquetas a la gente para toda la vida. ¡Es tan hermoso rectificar! Y, en [329] muchas ocasiones, una grave obligación.

 

Levantisco









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